No es un simple ataque a la filosofía, o a la literatura, o a las artes en general, sino al ser humano. La controvertida línea entre humanismo y antihumanistas puede ser lo que defina nuestro momento político y cultural. Los debates entre ellos pueden parecer meramente semánticos o material de seminarios de posgrado. Pero es probable que la revuelta contra la humanidad tenga importantes implicaciones para nuestro futuro.
El humanismo es un movimiento que surgió en el Renacimiento europeo y que enfatiza el aprendizaje clásico y el potencial humano. Pero pareciera ha caído en desuso en las últimas dos décadas. Caracterizado por una disminución drástica de las matrículas en Humanidades. A lo que se suman recortes de fondos para departamentos como literatura comparada, estudios de género, religión y lenguas extranjeras. Pero el problema no son las deficiencias de cualquier -ismo, sino el ataque generalizado a su tema central: el ser humano.
A medida que la historia se lee como un catálogo de codicia, ceguera, exclusiones y violencia humanas, el futuro parece pertenecer a alguien -o algo- diferente. Ideologías alternativas como el antihumanismo, el transhumanismo, el posthumanismo y el antinatalismo han ganado terreno. Convencidos de que pueden ofrecer al planeta, o incluso al cosmos, algo más ético, incluso más humano, de lo que los humanos han sido.
Jennifer Banks autora de “Toward a Philosophy of Birth” (Rumbo a una filosofía del nacimiento) se pregunta ¿Qué nos espera? como punto de partida de un sesudo ensayo sobre el futuro del humanismo y de la propia humanidad. Centra su abordaje comparando la visión de una novelista, Toni Morrison, y un filósofo, Nick Bostrom, sobre estos temas.
Humanismo la última resistencia
Para Banks el futuro de la humanidad se encuentra en el centro del debate filosófico. En su ensayo recuerda que, en 2003, en medio de la guerra contra el terrorismo, y poco antes de su muerte, el controversial crítico y teórico literario Edward Said defendió el humanismo como la última resistencia contra las injusticias que desfiguran la historia humana.
Aunque esa corriente filosófica ha sido criticado por su enfoque eurocéntrico y racional, que ha servido para encubrir la explotación de grandes sectores de la población mundial, Said vio en él un movimiento intelectual y cultural capaz de adaptarse y revisarse. Said -apunta Banks- definía el humanismo como un “arte exigente, resistente, intransigente”, definido por un “defecto trágico” inherente. Rechazaba cualquier solución definitiva a las oposiciones dialécticas irreconciliables que constituyen la vida humana, manteniendo así el mundo habitable y el futuro abierto.
Defendía no solo la supervivencia de los campos de estudio humanistas, sino también la supervivencia, la libertad y la prosperidad de las personas reales, incluyendo a aquellas poblaciones históricamente excluidas por los humanismos. A pesar de su erosión gradual por diversos antihumanismos, creía que era el humanismo, con sus ideas positivas sobre la libertad, el aprendizaje y el quehacer humano, lo que inspiraba a la gente a resistir las guerras injustas, las ocupaciones militares, el despotismo y la tiranía.
Edward Said como defensor del humanismo creía que este enfoque inculcaba una crítica cuidadosa y comparativa. Esencial tanto para los académicos como para los ciudadanos preocupados. En su opinión el humanismo podría ser la última resistencia contra las prácticas inhumanas e injusticias que desfiguran la historia humana
Tensiones definitorias
Banks menciona que el crítico estadounidense Adam Kirsch en su obra “The Revolt Against Humanity: Imagining a Future Without Us” (La rebelión contra la humanidad: Imaginando un futuro sin nosotros), destaca la tensión entre humanistas y no humanistas como una característica definitoria de nuestro tiempo. Aunque los debates pueden parecer semánticos, Kirsch sostiene que la rebelión contra la humanidad tiene implicaciones significativas para nuestro futuro.
Argumenta que las profecías, aunque no se cumplan, han impulsado movimientos históricos importantes, desde el cristianismo hasta el comunismo. Por tanto, aquellos comprometidos con un futuro habitable deben prestar atención a estos debates. El autor llegó a la literatura transhumanista mientras investigaba un libro sobre el nacimiento, explorando la relación entre el nacimiento, la muerte y el futuro humano. Las respuestas a las preguntas sobre el futuro de la humanidad dependen de muchas fuerzas. Incluyendo cómo vivimos y pensamos nuestros propios nacimientos y muertes.
A pesar de las similitudes, los humanistas y los transhumanistas pueden tener visiones muy diferentes de nuestro futuro, basadas en concepciones radicalmente diferentes del nacimiento y la muerte. Lo que es evidente comparando cómo una novelista (Toni Morrison) y un filósofo (Nick Bostrom) han explorado estos temas. Según Banks, Morrison nos presenta una visión profética de un futuro que celebra la generación terrestre, continua y biológica, y que permite la libertad humana. Mientras que Bostrom muestra un futuro altamente controlado, organizado en torno a un miedo paranoico a la acción humana y orientado hacia el vacío prístino del espacio exterior. La elección entre estos dos futuros es una cuestión de preferencia personal.
Morrison y su visión esperanzadora
La autora explica que Morrison, aunque rechazó identificarse con cualquier “ismo”, ejemplificó el tipo de humanismo trágico y afirmativo que Said defendía. A pesar de reconocer los fracasos del humanismo y algunos de los instintos más viles de la humanidad, Morrison continuó creyendo en nuestra capacidad innata de participar en el desarrollo continuo, e incluso milagroso, de la realidad. En su conferencia “El futuro del tiempo: Literatura y expectativas disminuidas”, Morrison comienza con una evaluación sombría: “Parece que el tiempo no tiene futuro”.
Sin embargo, desafiaba a sus oyentes a permitir que los años 4.000, 5.000 o incluso 20.000 rondaran en sus conciencias a través de la literatura. Novelistas como Umberto Eco, Leslie Marmon Silko, Toni Cade Bambara y Salman Rushdie han imaginado valientemente un futuro para la humanidad.
Sus visiones esperanzadoras emergieron, de manera paradójica, de siglos de una heredada deshumanización que les había permitido conectar con la realidad de las limitaciones humanas. La interacción entre las posibilidades y las limitaciones humanas es la esencia de la literatura. A través de la literatura, trasmitieron su «testimonio sin pestañear de las luces y sombras del mundo en que vivimos».
Pese a que su conferencia comenzaba con el tiempo “estrechándose hasta un punto de fuga más allá del cual la humanidad ni existe ni quiere existir”, terminaba con una evocación del Edén. El jardín en el que los humanos comenzaron el azaroso proyecto de la encarnación humana en la Biblia hebrea. Para Banks esta evocación resulta curiosa, ya que el Edén no es el futuro de la humanidad, sino «su pasado profundo, orgánico y mítico».
Amenazas antropogénicas
Banks sostiene que, al analizar la crítica y la profecía de Morrison en el contexto de los movimientos culturales contemporáneos, podemos apreciar la profundidad y la fuerza de sus argumentos. Morrison concluye con la imagen de un jardín generativo. Pero en las tres décadas siguientes, los jardines reales de la Tierra serían devastados a un ritmo sin precedentes en la historia humana.
Durante este mismo período, a medida que la amenaza de una guerra nuclear inminente se desvanecía de la conciencia pública, surgían rápidamente nuevas tecnologías. Según los transhumanistas emergentes representan amenazas exponencialmente mayores para la humanidad que las armas nucleares o la degradación ambiental.
Todas estas amenazas son antropogénicas. Resultado de acciones humanas. La vida consciente ha llegado a un punto de inflexión. O evoluciona hacia formas más inteligentes, auto-optimizadas, sabias y morales, o probablemente se autodestruya en cuestión de siglos, si no antes. Pese a sus catastróficas predicciones, muchos de los mismos transhumanistas creían que estas tecnologías emergentes podrían crear un futuro en el que el sufrimiento humano y la pobreza podrían erradicarse. Si se gestionaban con cuidado y coordinación. La humanidad estaba sólo en su infancia, aún podrían nacer billones de personas.
Extropianos
Cuando Morrison pronunciaba su conferencia, un estudiante de posgrado sueco radicado en Londres se interesaba por un grupo de debate en línea sobre “Extropy”. Banks relata que el grupo se había formado a finales de la década de 1980 alrededor de un interés común por el transhumanismo. Finalmente, fundaron lo que llamaron el Instituto Extropy. Al igual que Morrison, los extropianos criticaban el enfoque contemporáneo sobre los límites biológicos de una sola vida humana y el pensamiento que excluía la posibilidad de la vida eterna.
A diferencia de la escritora, los extropianos desafiaban “los dogmas arraigados sobre la inevitabilidad de la muerte”. Proyectaban “una esperanza de vida ilimitada” posible gracias a la eliminación o trascendencia de “los límites tradicionales, genéticos, biológicos y neurológicos a la búsqueda de la vida, la libertad y los logros ilimitados”.
Mientras Morrison veía con pesimismo un futuro en contracción, ellos lo veían con optimismo en expansión. Mientras que apostaba con esperanza por un futuro humano, un futuro que no sólo contuviera humanos, sino que fuera hospitalario con ellos, los extropianos apostaban por una historia diferente de supervivencia y generación continua. Una que podría evolucionar más allá del humano biológico por completo. Creían que la expansión sin límites y la autotransformación no ocurrirían en las ciudades en las que vivimos, ni en los cuerpos humanos en los que hemos nacido. Sino “aquí, en el ciberespacio o fuera de la Tierra”.
Nick Bostrom: control de la evolución
Para asegurar un futuro humano, debemos tomar el control de la evolución sostiene Nick Bostrom. Un filósofo influyente y director del Instituto del Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford. El filsóso se había unido a Extropy en su juventud. Banks apunta que Bostrom ha desarrollado un transhumanismo caracterizado tanto por el miedo como por la anticipación febril. Aunque ha sido etiquetado como eugenista, Bostrom ha enfatizado durante mucho tiempo las ventajas de una reproducción humana cuidadosa y selectiva.
En su artículo “El futuro de la evolución humana”, argumentaba que para que la humanidad tenga algún futuro, debemos tomar el control de la evolución. Advierte que los avances tecnológicos podrían desencadenar “desarrollos evolutivos desenfrenados”. Que harían posible la mejora ilimitada de la vida humana. Pero también podrían “conducir a la eliminación gradual de todas las formas de ser que nos importan”.
Para Banks, Bostrom teme que la catástrofe distópica que se avecina no sea tanto que nos fusionemos con las máquinas o incluso que seamos sustituidos por ellas, sino que estas máquinas serán del tipo equivocado. Careciendo de la conciencia, el altruismo, el significado o el propósito que asociamos al ser humano. Máquinas que podrían poner en peligro lo que él denomina “vida eudaemónica” y comportamientos “inútiles”. Como bromear, escribir poesía, organizar fiestas, ir de vacaciones, vestir a la moda y practicar deportes.
Banks señala que el filósofo cree que la trayectoria por defecto de la evolución probablemente se dirige hacia ese futuro distópico, pero deberíamos resistirnos a esa trayectoria. Aunque los agentes eudaemónicos pueden no tener ninguna oportunidad evolutiva, son valiosos. Queremos estos agentes o valores humanos en nuestro futuro. La existencia sería menos sin ellos. Este es el humanismo que subyace al transhumanismo que desarrolla Bostrom. Pero es notablemente diferente del humanismo que articuló Morrison.
Morrison Vs Bostrom
Para Banks, Morrison y Bostrom presentan visiones contrastantes de la muerte y cómo se puede experimentar. Morrison criticó el secularismo por reducir la vida humana a una escala puramente biológica. También aceptó la muerte como un límite biológico. Creía que la vida continúa después de la muerte, pero los muertos afirman la vida humana más de lo que la trascienden o la rechazan.
En el proyecto transhumanista de Bostrom, la muerte biológica deja de ser un límite. La supervivencia y la longevidad, tanto a nivel individual como colectivo, son los objetivos. Se evidencia en la creencia de muchos transhumanistas en un futuro de mentes cargadas y en su interés en la criogenia.
La autora sostiene que las narrativas de Morrison y Bostrom sobre el nacimiento también revelan interpretaciones opuestas de lo que es una vida humana. Para Morrison, el nacimiento biológico es fundamental para la experiencia humana. En su obra, el nacimiento es una criatura, una encarnación, un género, gráfico, sangriento, sexual y placentero.
En contraste, Bostrom ve el futuro humano limitado tanto por la falta de interés de las personas en tener hijos como por la lentitud de la reproducción biológica. Si las personas quisieran maximizar su capacidad reproductiva, donarían la mayor cantidad posible de esperma y óvulos a los bancos, o dejarían de usar cualquier método anticonceptivo.
Régimen global
Bostrom postula que, si la evolución cultural pudiera superar a la biológica, podrían surgir “memes dominantes” que favorezcan una descendencia abundante y se opongan a todas las formas de control de la natalidad. En este escenario, una clase tecnocrática podría ser firmemente pro-natalista. Según Bostrom, la tecnología podría reducir los costos y límites biológicos del nacimiento. Abriendo la posibilidad de nuestra proliferación ilimitada. La reproducción podría llegar a ser asexual e instantánea, y los rituales de apareamiento podrían ser reemplazados por evaluaciones de aptitud reproductiva. En este futuro, el nacimiento no implicaría necesariamente la aparición de personas recién nacidas y no desarrolladas. Podríamos adquirir la capacidad de reproducirnos inmaculadamente, creando duplicados adultos que no estarían limitados por ninguna latencia madurativa.
Para salvaguardar la “cosa” humana en medio de estas revoluciones reproductivas, Bostrom propone tomar el control de la evolución e impedir la aparición de mutaciones que favorezcan fuertemente la vida no eudaimónica. Podría lograrse mediante una serie de “verificaciones” para las cargas digitales, la búsqueda de mutaciones con tecnologías genéticas avanzadas y clonación reproductiva para las cargas biológicas.
Para supervisar un proyecto tan ambicioso y complejo, Bostrom sostiene que la humanidad necesitaría un “singleton”. Un régimen global que pudiera hacer cumplir las leyes básicas a sus miembros. Este “singleton” sería coordinado y estable, y su gobierno sería indiscutible. Podría adoptar diferentes formas -democrática o dictatorial, moral o maquinal-, pero dependería absolutamente de la transparencia. De poder ver la vida de todos los seres sensibles, observar sus acciones y también detalles tan íntimos como sus códigos genéticos.
Futuro panóptico de Bostrom
En su artículo “The Vulnerable World Hypothesis” (La hipótesis del mundo vulnerable), Bostrom proporciona más detalles sobre cómo podría ser un “panóptico de alta tecnología”. Banks apunta que imagina un mundo donde todos estarían equipados con una “etiqueta de libertad”. Un dispositivo adornado con cámaras y micrófonos multidireccionales que se llevaría alrededor del cuello. Este dispositivo sería un elemento esencial de “vigilancia preventiva” en un sistema de “totalitarismo llave en mano”.
A pesar de los riesgos considerables, Bostrom argumenta que podrían valer la pena si pueden protegernos de la amenaza de una destrucción masiva de la civilización provocada por un individuo desquiciado. Si ese es nuestro futuro, Banks se pregunta si realmente queremos vivir para verlo. Como dijo Morrison- señala la autora- no es sorprendente que los próximos 20 o 40 años sean lo único que alguien quiera contemplar.
La palabra “colonizar” aparece a menudo en los escritos de los transhumanistas. Sueñan con colonizar el espacio exterior, un lugar que parece vacío y listo para ser ocupado. Pero el régimen de vigilancia global que imagina Bostrom también implica una invasión de todos los rincones de nuestra vida interior. Lo que, a juicio de la autora, muestra cuánto se ha avanzado desde el humanismo poscolonial de Said, o el humanismo de los desplazados de Morrison que siempre priorizaron los derechos de los actores humanos individuales. Equilibrándolos con la responsabilidad, el cuidado, el peso y los límites, pero sin perder nunca de vista el papel constitutivo de la libertad en cualquier sociedad sana.
Salvar humanismos sanos
Según Banks el transhumanismo bien podría ser la ola del futuro. Seguramente ya hemos avanzado varios pasos en su camino. En un futuro así, los “agentes eudaemónicos” de Bostrom podrían leer la conferencia de Morrison como otra profecía decepcionada. Pero que sigue teniendo una extraña resonancia.
Su humanismo de los desplazados adquiriría una inquietante relevancia después de que toda la especie humana fuera colonizada y abandonada a su suerte como una curiosa especie de aficionados inútiles, subsistiendo gracias al patrimonio altruista pero reacio de seres superinteligentes no biológicos. Pero el futuro -destaca Banks- sigue ante nosotros, tan impensable como los confines de nuestra galaxia aún sin colonizar, o el asombroso misterio de nuestros propios nacimientos y muertes.
Jennifer Banks es optimista y espera que el futuro seguirá siendo hospitalario para nuestra especie y para nuestros hijos. Le gusta creer que aún estamos a tiempo de salvar los humanismos sanos. Que podemos recoger los escombros de la historia moderna, practicar las artes “exigentes, resistentes, intransigentes” de Said y reivindicar la profecía de Morrison.
Sólo faltan seis años para que llegue el año 2030, aquel en el que, según Morrison, nuestra imaginación tropezó. Más allá del cual ´las generaciones que nos sucedan nos considerarán monstruos´
Jennifer Banks, editora ejecutiva de religión y humanidades en Yale University Press