Tiene 5.300 años. Lo encontraron por casualidad durante un verano muy cálido y lo llaman el ‘hombre de hielo’. Los científicos determinaron que fue asesinado. Es la momia húmeda más antigua. Un hombre ordinario que cuenta una historia extraordinaria. Lo bautizaron como Ótzi y se ha convertido en una atracción turística en el Tirol.
Quizás por el deseo inconsciente de retrasar la muerte, las momias fascinan a todos. La curiosidad por entender cómo las antiguas civilizaciones preservaban sus muertos, la idea de que las momias tienen información valiosa sobre la historia y la cultura de estas sociedades y, por supuesto, el misterio inherente al más allá y la vida después de la muerte. Las momias están asociadas con historias de maldiciones y aventuras. Lo que añade un elemento de intriga y suspense.
La que encontraron en el Tirol hace 33 años nos cuenta mucho de esa persona, pero casi nada de la sociedad en la que vivió y su cultura. Retrata mucho más nuestra sociedad, la del siglo XXI. El trato que damos a los muertos, aunque tengan interés científico y, peor aún, la mercantilización y banalización de un hallazgo de esa naturaleza. Peor aún del mensaje que implica su hallazgo: el hielo lo ocultó y preservó por miles de años está desapareciendo por el calentamiento global. Ese catastrófico efecto del uso y sobreuso de los combustibles fósiles..
En un lugar del Tirol
Ocurrió el 19 de septiembre de 1991, durante un verano inusualmente cálido. Subir a Finailspitze, una cumbre de 3.514 metros en la frontera entre el Tirol austríaco y el Tirol del Sur italiano, lleva más de dos horas. Desde allí, se puede continuar hasta Hauslabjoch, una cresta montañosa de 3.280 metros de altura. El descenso desde Hauslabjoch es demasiado empinado y rocoso para esquiar. Se baja a pie, a veces con la nieve hasta las rodillas. A unos 70 metros por debajo de Hauslabjoch, en Tisenjoch, yacía un hombre congelado. Fue descubierto por los excursionistas Helmut y Erika Simon, de Núremberg. Solo se veía la parte superior del cuerpo. Sobresalía del hielo y pensaron que era un alpinista herido. Se equivocaban.
El hallazgo y los primeros desastres arqueológicos
Tras el descubrimiento, hubo una serie de eventos inusuales. Markus Pirpamer, el administrador de la cabaña Similaunhitte, fue informado del hallazgo por el matrimonio Simon. Aunque Pirpamer vio el hacha de cobre junto al cuerpo, no sospechó que el cadáver pudiera ser de la Edad de cobre. El lugar del descubrimiento, situado entre Schnalstal del Tirol del Sur y Ótztal del Tirol, se encontraba en un territorio de soberanía incierta, por lo que Pirpamer informó del hallazgo a la policía italiana y austriaca.
Al día siguiente, el propietario de la cabaña y un policía austriaco intentaron liberar el cuerpo del hielo con un martillo neumático. Pero sólo lograron dañar la cadera izquierda del cadáver. El hacha de cobre la llevaron a una comisaría de policía de Sólden. La clasificaron como un “extraño picahielos”. Las autoridades pensaron que las marcas y tatuajes en la piel eran quemaduras. El Ministerio Público abrió una investigación.
Los alpinistas extremos del Tirol del Sur, Hans Kammerlander y Reinhold Messner, llegaron al Similaunhútte por casualidad. Kammerlander, que levantó suavemente la cabeza del cuerpo, pensó que veía “pupilas encogidas” y supuso que el cuerpo no podía ser tan antiguo. Messner, por su parte, describió el cuerpo a un equipo de televisión austriaca como un “hallazgo histórico muy importante” que databa de unos 500 años de antigüedad. Lo que no evitó que el cuerpo continuara siendo maltratado. Lo sacaron del hielo con picahielos dos días después y metieron en una bolsa para cadáveres. Como no cabía en un ataúd, un enterrador le rompió el brazo. El arco, que quedó atrapado en el hielo, también lo rompieron.
Ótzi
Cinco días después del descubrimiento, el renombrado arqueólogo de Innsbruck, Konrad Spindler, estimó que el hombre muerto tenía al menos 4.000 años. A partir de ahí ya tenía derecho a un tratamiento más delicado. La datación por radiocarbono finalmente le dio una edad: 5.300 años.
Pronto comenzó a circular una teoría conspiranoica que enfureció a los lugareños. Sugería que el hallazgo era una producción del alpinista Messner. La prensa se volvió loca y necesitaba un nombre pegadizo para el correoso cadáver. El periodista vienés Karl Wendl se le ocurrió bautizarlo “Ótzi”. Un nombre que más tarde influiría en DJ Ótzi y en innumerables productos de merchandising.
Ótzi parece delgado. Además de huesos se han conservado tejidos, piel y órganos. Un hallazgo único y científicamente muy valioso. Se pueden ver algunos de sus 61 tatuajes, que probablemente tenían como objetivo aliviar el dolor. Los brazos extendidos parecen desproporcionadamente largos teniendo en cuenta el tamaño actual de la momia de 1,54 metros. Los dedos de la mano derecha casi forman y agarraban una daga con hoja de pedernal.
Austria e Italia lo reclamaron
Inicialmente, se creía que la momia de Ótzi era austriaca. Sin embargo, una nueva medición reveló que se encontraba a 92,56 metros dentro de la frontera italiana. Hasta el día de hoy, muchos habitantes del Tirol del Sur sostienen que Ótzi debería haberse llamado “Schnalsi”, por el valle de Schnalstal. Se produjo un tira y afloja entre Tirol y Tirol del Sur. Tirol del Sur permitió a Innsbruck realizar el examen inicial. Pero insistió en su posterior traslado a Bolzano, un nuevo museo.
En Tirol, muchos consideraban que la momia estaría mejor en Innsbruck. Las emociones siempre están a flor de piel en el Tirol debido a la dolorosa división al finalizar la Primera Guerra Mundial. Incluso hubo amenazas de bomba por el traslado Ótzi a Bolzano en enero de 1998. “Las medidas de seguridad eran enormes”, recuerda la arqueóloga Angelika Fleckinger.
A diferencia de los siete años que pasó en Innsbruck, en Bolsano se decidió que la momia debía estar expuesta al público. No en una cámara de refrigeración cerrada con llave. Lo que provocó una controversia ética. “No queríamos mostrarlo como Blancanieves en un ataúd de cristal”, explica Fleckinger. El museo lo colocó “tan discretamente en un nicho protegido que algunos visitantes lo pasan por alto”.
Eduard Egarter Vigl, responsable de la “salud de las momias” durante casi dos décadas, recuerda que en las semanas antes de la apertura del museo hacía pruebas cada media hora para comprobar la preservación”. Las cosas no salieron bien. La momia perdió demasiada humedad, especialmente en las extremidades. Las fuentes de calor, como la luz y la mirilla, no se podían apagar por completo.
Fina capa de hielo
En Tirol del Sur, a Egarter Vigl le dicen “el médico personal de Otzi”. Cuando aceptó el puesto de conservador en junio de 1997 era patólogo forense. No tenía ni idea de las momias. El calendario era apretado y dictado por la política- El museo abriría el 28 de marzo de 1998. Se oía en los pasillos del museo: El Egarter Vigl lo solucionará. Ya se sabía a quién culparían si las cosas salían mal.
Intercambió ideas con los expertos de Innsbruck, pero los requisitos para un museo eran otros. No podía simplemente envolver a Otzi en láminas llenas de hielo picado. No había experiencia previa con una momia así. Ni siquiera en la empresa trabajaba en el desarrollo de una celda fría. Las pruebas iniciales realizadas en otro cadáver momificado artificialmente fueron devastadoras: el cuerpo perdió demasiada humedad, más de 60 gramos por día.
Egarter Vigl cuenta que el principal problema surgió de las leyes físicas. En un sistema cerrado, a más frío, menos humedad. Cuanto más calor, más humedad. Al final consiguieron ajustar los parámetros justo a tiempo para que la momia estuviera bien conservada: 6 grados Celsius ajo cero y una humedad del 99 por ciento.
El patólogo forense inventó el método sencillo pero eficaz de proteger la momia: una fina capa de hielo. “El sistema funciona bien. El color de la piel de Ótzi ha cambiado mínimamente con el tiempo, eso es todo. Siempre es complicado exponer una momia e investigarla. Si solo se tratara de conservarla bastaría un bloque de hielo o nitrógeno líquido”, explicó.
Intenso escrutinio
Ótzi, la momia de 5.300 años, ha sido objeto de un intenso escrutinio. A pesar de las controversias sobre la necesidad de todas las intervenciones realizadas en su cuerpo, los investigadores han aprendido mucho y han obtenido mucha información. Sabemos que Ótzi comió carne seca de cabra montés y cereales por última vez. Tenía el tipo de sangre O positivo. Sufría de varias enfermedades, incluyendo intolerancia a la lactosa, caries, artritis, endurecimiento de las arterias y artrosis de las articulaciones.
El equipamiento de Ótzi indica una posición social elevada. Los análisis genéticos sugieren que sus antepasados eran agricultores de Anatolia que se trasladaron a Europa hace unos 8.000 años. En 2023, estudios genéticos más detallados revelaron que Ótzi probablemente tenía una piel significativamente más oscura de lo que se suponía y una predisposición a la calvicie. Sin embargo, una reconstrucción de 2011 en Bolzano lo muestra con la piel bastante clara y una cabellera abundante.
La actual directora del museo, Elisabeth Vallazza, dice que no quieren “apresurar nada” y los científicos trabajando para encontrar el “tono de piel más probable”. En 2001, un radiólogo descubrió una punta de flecha en el hombro izquierdo de Ótzi, lo que causó un gran revuelo. Generó teorías descabelladas y peleas. La punta de flecha había sido ignorada durante años en Innsbruck. Sin embargo, a pesar de lo que hemos aprendido sobre Ótzi, sabemos muy poco sobre la sociedad en la que vivió.
Un crimen
Ótzi fue asesinado por una flecha disparada desde unos 30 metros de distancia, según la reconstrucción más común. La punta de la flecha todavía está clavada en su hombro izquierdo. Probablemente le rompió una arteria y la herida fue mortal. Aún no se sabe si Ótzi cayó inconsciente de cabeza sobre una piedra y sufrió una fractura de cráneo o fue el resultado de una última pelea cuerpo a cuerpo.
El museo destaca la muerte de Ótzi. La presenta como uno de los “crímenes más antiguos en la historia humana”. Un muro de azulejos blancos irradia un ambiente de patología, adornado con fotografías y evidencias. Los esbozos, similares a los dibujos de tiza en una escena del crimen, trazan el posible desarrollo de los hechos. Con una discusión inicial, evidenciada por una herida en la mano derecha de Ótzi 24 horas antes de su fallecimiento. Seguida de una huida a las montañas y un ataque en Tisenjoch.
En un video, Egarter Vigl habla repetidamente sobre el “orificio de bala extremadamente pequeño” y el omóplato perforado, y concluye que “según los hallazgos científicos más recientes, este hombre murió de manera violenta”. Los visitantes del museo tienen la oportunidad de llenar pedazos de papel con la frase “CSI Otzi- Ciencia forense en los Alpes” y teorizar sobre el motivo del crimen.
Angelika Fleckinger dice que han recibido miles de propuestas y que muchos sugieren un asesinato por celos”. La mayoría percibe a Ótzi como una víctima o un héroe trágico. “Eso nos beneficia, una momia con una imagen positiva es más fácil de promover. Sin embargo, a veces se pregunta:“¿Y si él era el villano? ¿El agresor que fue asesinado en venganza?», apunta.
Su propia maldición
Ótzi, la momia descubierta por Erika y Helmut Simon, se hizo famosa, pero no trajo riqueza a sus descubridores. Helmut Simon murió trágicamente en los Alpes tiroleses en 2004 y la prensa amarillista empezó a especular sobre la “maldición” de Ótzi, similar a la supuesta “maldición de los faraones” asociada con la tumba de Tutankamón. Varias personas relacionadas con Ótzi han muerto en circunstancias inusuales. Rainer Henn, el médico forense que estuvo presente cuando se recuperó la momia, murió en un accidente de coche un año después. Otros incluyen a un alpinista que estaba en el lugar del descubrimiento (muerto en una avalancha), un periodista que había filmado a Ótzi (muerto de un tumor cerebral), y el arqueólogo Konrad Spindler, que fue el primero en examinar a Ótzi en detalle (muerto de una enfermedad nerviosa).
La teoría de la maldición se asocia con la muerte de un total de ocho personas. La última de las cuales fue Tom Loy en 2010, un australiano que participó en análisis genéticos y murió antes de la publicación de un libro sobre Ótzi. La “sombra” de la maldición de la momia de Ótzi se extiende hasta Australia”. Pero, Erika Simon, la viuda de Helmut Simon, quien descubrió a Ótzi, cuenta que la muerte de su marido fue simplemente un trágico accidente. La propia Erika tiene 84 años. Su longevidad es la mejor prueba de que la supuesta “maldición” de Ótzi es una invención de los medios de comunicación que comercian con la estupidez humana.
Hombre de hielo
Ótzi, el hombre de hielo, se convirtió rápidamente una figura famosa. Más que cualquier belleza natural de la región. Su descubrimiento cambió todo. Se convirtipo en un mito, un fenómeno mediático y un tema político. A pesar de la comercialización excesiva, Ótzi sigue atrayendo a multitudes. Incluso en pleno invierno. Hay recorridos de esquí de 14 kilómetros hasta el lugar del descubrimiento, organizados por Archeoparc, un museo al aire libre de Ótzi en el valle de Senales en Tirol del Sur.
Ótzi logró sobrevivir en esta región inhóspita hace miles de años gracias a su ingenio y habilidades de supervivencia. Vestía zapatos de piel de ciervo con suelas de piel de oso, forrados con heno para protegerse del frío. Sus correas de piel de vaca debajo de las suelas ayudaban a evitar resbalones. Llevaba un gorro de piel de oso pardo, pantalones ajustados de piel de cabra y un abrigo de piel a rayas. Transportaba su equipo utilizando una mochila, una riñonera y contenedores de corteza de abedul.
Los arqueólogos elogian a Ótzi por utilizar el mejor material disponible en su época. Sus armas, como el arco de madera de tejo y el hacha con una valiosa hoja de cobre, son testimonio de su habilidad y conocimiento. “Estaba mejor protegido que muchos de los turistas que llevo”, dice el guía de montaña Robert Ciatti, que tiene 70 años de edad.
Extraño brillo
Desde 1994, una pirámide de piedra de cuatro metros de altura con una placa conmemorativa recuerda el accidental hallazgo. Se encuentra a 70 metros de la Piedra Momia para que pueda verse desde el Valle de Senales, como aliciente para los turistas de Ótzi. “La gente necesita metas. Muchos visitantes se sintieron decepcionados al principio porque no había nada que ver aquí arriba”, dice Ciatti.
Desde allí, sólo hay unos pocos pasos hasta la momia húmeda más antigua del mundo. Desde su inauguración en 1998, ha atraído a más de seis millones de personas. El Hombre de Hielo, como se le llama oficialmente, yace en una habitación fría y oscura sobre una mesa desnuda, que también es una balanza de precisión para comprobar el peso de la momia y la posible pérdida de humedad.
Ótzi sólo puede verse a través de una ventana de 38 por 40 centímetros. A menudo se forman colas. La momia brilla de manera extraña, como si hubiera sido recién pintada. Resultado de la fina capa de hielo sobre la piel, porque el cuerpo es rociado con agua esterilizada para preservarlo. Algunos visitantes más escépticos piensan que es un muñeco de plástico.
En peligro
El guía de montaña Robert Ciatti contempla la cadena de montañas cubiertas de nieve desde el sitio donde se descubrió a Ótzi. Se pregunta si era capaz de apreciar la belleza natural que lo rodeaba. En el recorrido que hace a los turistas, señala los lugares donde antes se encontraban los glaciares. Les cuenta que el último avance glaciar ocurrió en 1850. Desde entonces, el 70% de las masas de hielo han desaparecido y queda un paisaje desolado de morrenas durante el verano.
Al regresar del sitio de descubrimiento, Ciatti toma un camino alternativo que desciende suavemente hacia una cueva que es de hielo. El techo lo cubre una gruesa capa que parece vidrio líquido. Es un lugar encantador. No resulta difícil imaginar a Ótzi en este lugar. Pero esa zona, que lo preservó tan maravillosamente por 5.300 años para que conociéramos su historia podría quedarse sin hielo en un futuro no muy lejano. El calentamiento global.