Por Juan Emilio Ballesteros | Fotos: Rafael Molina
10/05/2016
ólo los pescadores de la localidad sevillana de Isla Mayor saben de qué es capaz el cangrejo rojo americano y cómo mantener a raya esta especie exótica invasora, introducida hace medio siglo en las marismas del Bajo Guadalquivir. Ellos viven de su captura y comercialización y la sentencia del Tribunal Supremo, que declara ilegal esta actividad, supone su ruina económica.
Si antes de que comience la temporada de recolección, que se extiende entre los meses de julio y octubre, no se resuelve el conflicto, el ecosistema se descontrolará y la amenaza de una catástrofe ecológica se cernirá sobre el Parque Nacional de Doñana, causando un impacto medioambiental cuyas consecuencias son difíciles de prever.
Este lunes más de mil isleños pertenecientes al sector de empresarios del cangrejo se manifestaron para pedir soluciones que permitan la pesca de esta especie y su comercialización. La industria depende de la decisión de la Junta de Andalucía y de la aprobación de un plan que controle la población de este crustáceo. Valentín Murillo, presidente de la Asociación de la Pesca y Acuicultura del Entorno de Doñana y del Bajo Guadalquivir (Pebagua), ha urgido al Gobierno a poner en marcha este plan para garantizar la supervivencia del cangrejo, según informa El Correo de Andalucía.
Cuando los millones de cangrejos que ahora hibernan hagan eclosión se desatará una furia abrumadora y voraz. Los acuíferos, que convierten la marisma en una enorme laguna de 25.000 hectáreas, sufrirán la acción devastadora del crustáceo, que horadará túneles y zanjas, tuberías, canales, ace- quias, viales y todo tipo de infraestructuras de riego.
Aparecerán agujeros que pueden tragarse a un hombre en cuestión de segundos y hacerlo desaparecer para siempre. Los ecologistas, por contra, aplauden la prohibición. La justicia les ha dado la razón fallando a favor de los argumentos expresados en la denuncia interpuesta por Ecologistas en Acción, SEO-Birdlife y la Asociación para el Estudio y Mejora de los Salmónidos, que formalizaron un recurso contencioso administrativo al entender que la autorización, avalada por un decreto firmado por el exministro de Agricultura Miguel Arias Cañete, iba contra la Ley de Patrimonio Natural.
El fallo obliga a las administraciones públicas a cumplir la ley contra una de las 20 especies invasoras más dañinas de España y declara ilegal la posesión, transporte, tráfico y venta de ejemplares vivos o muertos, incluyendo el comercio exterior.
Para Theo Oberhuber, portavoz de Ecologistas en Acción, mantener una especie invasora y otra autóctona resulta insostenible. “Somos conscientes del impacto social y económico en las familias que viven de su explotación. Será necesario reconvertir este sector y, por ello, nos ponemos a disposición de las administraciones para encontrar una salida, eso sí, siempre que se erradique el cangrejo rojo como especie invasora y se recupere el autóctono”.
“¡Los ecologistas no están aquí!”, claman indignados los pescadores y, además, desconocen el esfuerzo del sector por conseguir un equilibrio entre la preservación del medio ambiente y la explotación de los recursos naturales. Los arroceros les respaldan, pese a que la producción del cereal está en peligro. “Las autoridades no pueden ni imaginarse la que se nos viene encima. Nos encontraremos con tal cantidad y de tal tamaño que nuestros caminos agrícolas podrían verse literalmente asfaltados por cangrejos rojos”, asegura José Manuel Cepeda, presidente de la Asociación de Comunidades de Regantes de Andalucía Feragua.
La invasión roja
El cangrejo rojo americano (Procamburus clarkii) ha conquistado las marismas del Bajo Guadalquivir con una facilidad pasmosa y desde esta zona a Doñana, donde se rodó la galardonada película La isla mí- nima (Alberto Rodríguez, 2014), se ha extendido por todo el sur de Europa. Es un azote que adopta la misma estrategia que un ejército invasor, avanzando y arrasando, pero también es una fuente de riqueza que ha saneado la paupérrima economía de una zona de colonización que se ha convertido en uno de los mayores arrozales de Europa y, probablemente, la bolsa de pesca más grande de este crustáceo en el mundo.
Actúa con la supremacía que evidencian otras plagas, como ha sucedido con el mejillón cebra, la carpa, la trucha arcoíris, el mosquito tigre, el visón americano o las cotorras argentinas. Es el individuo dominante, capaz de recorrer miles de kilómetros y atravesar todo tipo de obstáculos. No se detiene ante nada. Se adapta con facilidad a medios hostiles y aguanta sin beber y sin co- mer o alimentándose de cualquier sustancia, hasta de carroña. Es más grande y más fuerte, provisto de una coraza que le sirve de armadura. También su carne es más sabrosa.
En sus genes está el delirio por la dominación del ecosistema del crustáceo aborigen, el cangrejo de río ibérico (Austropotamobius pallipes lusitanicus), al que diezma con su insolente vitalidad, robustez, resiliencia y un apetito que no admite competencia.
Es tan letal que llega a combatir a su enemigo con armas de la guerra bacteriológica, convirtiéndose en vector viral capaz de mutar un virus que hace de vehículo para introducir material genético exógeno en el núcleo de una célula e infectar a su enemigo.
Este crustáceo decápodo es una especie endémica originaria del Golfo de México y las costas de Florida, llegando a proliferar en zonas de interior en el sur de Illinois y Ohio. Ahora es posible encontrarlo fuera de su área nativa en África, cuyo ejemplo más devastador es Kenia y Asia, donde China es el principal productor.
A España llegó en el año 1973, a causa del notable descenso de la población del cangrejo de río autóctono, muy apreciado en el mercado por la calidad de su carne y su versatilidad culinaria. El experimento se llevó a cabo en el arrozal de una finca de Badajoz, destino final de unos cien kilos de marisco procedente de Nueva Orleans, aunque hay quien defiende que se introdujo en 1969 en la localidad sevillana de Puebla del Río traído desde Monroe (Luisiana). Su aparición coincide con la experimentación de la acuicultura y la búsqueda de una alternativa ecológica a la pesca tradicional.
El resultado fue tan bueno que el desaparecido Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), dependiente del Ministerio de Agricultura, patrocinó su explotación, repitiéndose el éxito de una rápida aclimatación en Isla Mayor. Tras el Guadalquivir, la colonización llegó a Valencia (1978) y el Delta del Ebro (1979). En 1980 se expande por el cauce del Guadiana. En poco tiempo se adueñó de las principales cuencas fluviales del país y sólo encontró resistencia, a causa de la frialdad de las aguas, en Castilla y León, La Rioja y País Vasco.
La Ley 42/2007, del Patrimonio Nacional y de la Biodiversidad, define una especie exótica invasora como “aquella que se introduce o establece en un ecosistema o hábitat natural o seminatural y que es un agente de cambio y amenaza para la diversidad biológica nativa, ya sea por su comportamiento invasor o por el riesgo de contaminación genética”.
Esta misma ley estableció que las administraciones públicas prohibirán la introducción de especies, subespecies o razas geográficas alóctonas cuando éstas sean susceptibles de competir con las especies silvestres autóctonas, alterar su pureza genética o los equilibrios ecológicos.
Además creó el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, en el que se han de incluir aquellas especies y subespecies exóticas invasoras que constituyan o puedan llegar a constituir una amenaza grave para las especies autóctonas, los hábitats, la agronomía o para los recursos económicos asociados al uso del patrimonio natural.
Según el catálogo, se considera al cangrejo rojo una amenaza porque en los ecosis- temas en los que habita la biodiversidad se ha reducido muy notablemente debido a su acción directa o indirecta sobre los organismos con los que interacciona. Actúa sobre la vegetación pudiendo alterar la red trófica dependiente de ella y en algunos afibios y reptiles disminuyendo sus poblaciones hasta los límites para su desaparición. Asimismo, puede ser transmisor de una enfermedad infecciosa denominada tularemia (fiebre de los conejos), causada por la bacteria Francisella tularensis, que afecta a los mamíferos, a las aves e incluso a los humanos.
Unos 200.000 especímenes de más de 300 especies distintas de aves sobrevuelan anualmente Doñana y las marismas del Guadalquivir, lugar de descanso en la migración periódica. Flamencos rosas, cormoranes, garzas, cigüeñas, espátulas… Muchas de ellas están aumentando su densidad po- blacional gracias a este cangrejo. Debido a que casi la totalidad de su dieta esta ligada al crustáceo ha sido beneficioso para ellas. No obstante, en términos de biodiversidad esto es negativo ya que simplifica aún más las relaciones tróficas que haya en el ecosistema.
La legislación dejaba la puerta abierta a las administraciones autonómicas para que reglamentaran mediante planes específicos la erradicación o el control de las especies invasoras y, ante circunstancias especiales, autorizasen su captura y comercialización en función de su evolución en el medio natural, incluyendo excepciones puntuales a las prohibiciones de captura de forma reglada. En una década, la Junta de Andalucía no se ha pronunciado al respecto. Sí lo hizo el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente que, en una de las últimas actuaciones de Miguel Arias Cañete antes de asumir responsabilidades políticas en la Unión Europea como comisario de Acción por el Clima y Energía, aprobó el Real Decreto 630/2013, que regula el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras. La norma autorizaba la comercialización de más de 200 especies invasoras, entre ellas el cangrejo rojo, etiquetado como “recurso zoogenético”.
Miguel Ferrer, investigador del CSIC y biólogo de Doñana, estima que la prohibición no sólo traerá perjuicios socioeconómicos sino que no tiene fundamento desde el punto de vista medioambiental, condicionada por una legislación confusa y contradictoria: “Ni siquiera el llamado cangrejo autóctono al que supuestamente se intenta proteger, es autóctono sino italiano. Se trataría, pues, de una lucha entre cangrejos americanos e italianos”.
MERCADONA SE QUEDA SIN PALITOS Y COLAS DE CANGREJO
El estuario del Guadalquivir produce al año entre tres y cuatro millones de kilos de cangrejo rojo americano, una de las mayores bolsas de pesca de este crustáceo a nivel mundial, sólo superada por China y EEUU. El 85% de la producción se exporta a países como Dinamarca, Francia, Bélgica y Holanda.
La pesca genera entre 150.000 y 200.000 jornales al año, dando trabajo a unas 400 familias de Isla Mayor. Para su captura, los pescadores usan nasas, un arte de pesca que consiste en un cilindro de juncos entretejidos, con una especie de embudo dirigido hacia adentro en una de sus bases y cerrado con una tapadera en la otra para poder vaciarlo. El kilo se paga a 55 céntimos de euro. En temporada alta, cada pescador puede recoger entre 300 y 600 kilos.
Esta actividad factura anualmente 20 millones de euros. En el cultivo del arroz, amenazado por la prohibición, se emplean unas 2.000 familias, que generan una actividad económica que supera los 150 millones de euros.
Cinco empresas distribuyen el cangrejo en todas sus modalidades: vivo, crudo congelado, cocido con- gelado, en salsa o las populares colas cocidas y peladas. Estas últimas tienen como principal cliente al gi- gante de la alimentación Mercadona, que ha anulado todos sus pedidos y también exige una solución rápida al conflicto. Valentín Alcofán, portavoz de las industrias afectadas, ha anunciado recurso contra la sentencia y la disposición de llegar hasta el Tribunal Constitucional si fuese necesario.
Los viveros dedicados a la transformación y comercialización han invertido en los últimos años 100 millones de euros. Para Elisabeth Carnerero, gerente de Emfacar, la sentencia “es un guantazo de repente que nos deja fuera de juego”. Esta empresa ha invertido dos millones de euros en modernizar sus instalaciones.
El fallo judicial ha conseguido poner de acuerdo a todas las administraciones implicadas y a los re- presentantes políticos sin distinción de partidos. El alcalde de Isla Mayor, el socialista Juan Molero, asegura que “la erradicación del cangrejo rojo es prácticamente imposible. Harían falta tantos litros de insecticida que se tendría que dejar de comercializar el arroz y afectaría a Doñana”.
El regidor pide cambios en la ley para que se pueda compatibilizar la protección de la biodiversidad con el empleo y el desarrollo sostenible.