En Utah, al oeste de Estados Unidos, se despliega el Gran Lago Salado. No es un lago común. De grandes dimensiones, es el sexto del país y desde el aire resalta su particular cromatismo. Sus aguas se convierten en una especie de paleta de colores debido a la acción de las bacterias que prosperan en sus corrientes salobres. A medida que estas se evaporan, sus tonalidades de verde, azul y rojizo saltan a la vista. Hoy, el Gran Lago Salado está a punto de convertirse en una zona de desastre ambiental.
El paisaje del lago presenta hábitats naturales y artificiales de alta y baja profundidad, campos de cultivos inundados y corredores ribereños. Con abundancia de humedales, algunos de los cuales son zonas protegidas que sirven de nidificación para muchas aves migratorias, como el falaropo.
Desde la década de 1980 el lago se ha reducido en dos tercios. Al pasar de unos 8547 kilómetros cuadrados a solo 2590, según muestran los datos del Servicio Geológico de EE UU del verano pasado.
El cambio climático, que afecta a toda esa región -incluida California y Arizona– y el desvío de agua de su fuente montañosa están detrás de esta alarmante evaporación. Salt Lake City, capital de Utah, está ubicada a gran altura. Bordeada de las aguas densas del Gran Lago Salado y los picos nevados de la cordillera Wasatch.
En los últimos años su población se ha disparado, lo que significa que más y más nieve derretida de las montañas se está desviando de los ríos a las casas y granjas. Si el lago continúa secándose a este ritmo, los impactos ecológicos y humanos serán desastrosos. Y generaciones lo lamentarán.
El Gran Lago Salado se achica y se agrandan sus males
El suelo del lecho del Gran Lago Salado contiene un cóctel de metales pesados que, cuando se exponen a las tormentas de viento, conducen el arsénico a los pulmones de los residentes cercanos. Las tres cuartas partes de la población de Utah se verían afectadas por el aire venenoso.
“Tenemos esta potencial bomba nuclear ambiental que estallará si no tomamos medidas bastante drásticas”, dijo a The New York Times, Joel Ferry, legislador estatal republicano y ganadero local.
Un vistazo al futuro se encuentra 966 kilómetros al suroeste, la zona cero del lago Owens de California. Se secó hace décadas, transformándose en la peor fuente de contaminación por polvo de Estados Unidos. También, a finales de 2021, el gobierno federal declaró una escasez de agua en el lago Mead, uno de los principales embalses del río Colorado.
El lago Owens desapareció cuando Los Ángeles construyó un acueducto en su afluente a principios del siglo XX. Incluso ahora, el viento todavía levanta partículas dañinas de 10 micrómetros o menos, que respiran los pocos residentes que quedan en la ciudad fantasma. Es un precedente sombrío para Utah, una imagen embrujada de lo que le espera si la sequía y la extralimitación humana continúan.
Aún siendo el lago de agua salada más grande del hemisferio occidental, por ahora, el Gran Lago Salado corre el riesgo de volverse demasiado salado a medida que bajan los niveles de agua.
El Mar Muerto de Estados Unidos, como también se le conoce, proporciona un hábitat precioso para millones de aves nativas y migratorias. Incluida la población más grande, la del ave zancuda (falaropo).
Si el contenido de sal aumenta mucho más, a alrededor del 17% será demasiado para las algas en el agua. Amenazando a las moscas y camarones en salmuera que se alimentan de ella.
Al borde del abismo
El suelo expuesto por el lago en retirada está protegido en su mayor parte por una corteza dura. Pero es cuestión de tiempo antes de que exponga los contaminantes metálicos de la minería, como el cobre, incrustados en el fondo de sus aguas.
El Gran Lago Salado es parte de un sistema delicado. Cada verano desciende alrededor de 0,6 metros, antes de que el deshielo de la montaña lo reponga en primavera.
Pero el calentamiento global está provocando que más nieve se evapore antes de que llegue a los tres ríos de la región. También está aumentando la demanda de agua de personas ansiosas por alimentar sus cultivos o mantener sus jardines.
Con el ciclo del agua cambiado por las acciones humanas tanto lejos como cerca, salvar al Gran Lago significa permitir que fluya más nieve derretida hacia su afluente. Pero es más fácil decirlo que hacerlo cuando los recursos hídricos de Salt Lake City ya están bajo una presión considerable debido a la creciente población. La demanda podría superar la oferta a partir de 2040.
Al abordar lo que se ha convertido en un problema político, los legisladores estatales recientemente hicieron obligatorio que las ciudades y pueblos incluyan el agua en su planificación a largo plazo. Además de financiar un estudio de derechos de agua. Pero bloquearon medidas que habrían tenido un impacto más inmediato, como hacer cumplir las regulaciones en baños y duchas que ahorran agua en las casas.
También se resistieron a aumentar el precio del agua, a pesar de que Salt Lake tiene algunas de las tarifas de agua más bajas de Estados Unidos.
Laura Briefer, directora del departamento de servicios públicos de Salt Lake City sugirió reciclar más aguas residuales o extraer más agua subterránea de los pozos, como alternativas a la crisis.