En medio de la pandemia, España está presentando los peores resultados entre las mayores economías del mundo. Lo ha dicho el FMI, el Banco Mundial, la Unión Europea o la OCDE. En realidad, no importa quién haga el análisis, el país siempre queda muy mal. Las recomendaciones, en general, apuntan a políticas de formación y de mercado de trabajo más sólidas que permitan la reasignación de recursos entre empresas y sectores para salvar el empleo. Pero el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, acaba de retomar una propuesta que va a contravía: menos horas de trabajo.
En concreto, el Gobierno está analizando reducir la jornada laboral así como recortar la semana laboral a cuatro días. Iglesias manifestó que el objetivo es impulsar el empleo. La declaración ocurre días después de que el gigante de bienes de consumo Unilever anunció la puesta en marcha de un programa de reducción de la semana laboral en Nueva Zelanda, para mejorar el bienestar de los trabajadores y aumentar la productividad.
Desde diciembre de 2020 –y por doce meses– la empresa aplicará la semana laboral de cuatro días. Se reducirá a un 80% del tiempo habitual. No se aplicarán recortes salariales a los de sus empleados en el país que se adhieran a la iniciativa.
La idea de una semana laboral más corta ha existido durante años en todo el mundo. La pandemia y su impacto en el trabajo, el bienestar y la desigualdad, le ha dado un nuevo impulso para reactivar la economía. Pero cabe preguntarse ¿cuán beneficiosa será esta medida?
Una vieja idea
El economista británico John Maynard Keynes predijo en 1930 que para 2030, la tecnología habría avanzado hasta un punto en el que la mayoría de la gente trabajaría 15 horas a la semana, mientras aumentaba la productividad.
En 1956, el entonces vicepresidente de Estados Unidos, Richard Nixon, dijo que llegaría una semana laboral de cuatro días a ese país en un «futuro no muy lejano«.
Dirigentes sindicales y activistas ambientales han abogado por cuatro días laborales a la semana, con el argumento de que beneficiaría a los trabajadores y se reducirían las emisiones. «La semana laboral de cuatro días mejora el medio ambiente», declaró un artículo de 1997 del Journal of Environmental Health.
Quienes se oponen a una semana de cuatro días han argumentado que los empleados terminan trabajando menos y que una semana más corta podría hacer que las empresas sean menos competitivas, porque no estarán tan disponibles para los clientes.
Un debate en España
La conveniencia o no de una semana laboral de cuatro días siempre ha estado sobre la mesa. La UGT lleva tiempo reclamando una jornada semanal de 32 horas. Una enmienda a los Presupuestos presentada por Más País y Equo defiende desplegar un proyecto piloto para dar ayudas a empresas que ensayen la aplicación de una semana laboral de cuatro días.
Las declaraciones de Pablo Iglesias a RTVE confirman que el Gobierno estaría estudiando seriamente esta iniciativa. «Me consta que el Ministerio de Trabajo y Yolanda Díaz la está estudiando. En línea con el diálogo social, se va a explorar la reducción del tiempo de trabajo», dijo.
Díaz se mostró a favor de abrir un debate sobre el asunto. «El tiempo de trabajo exige una nueva concepción, que atraviese, como ya estamos haciendo, leyes y usos laborales. La reducción de jornada, el control de horas extraordinarias, el derecho a la desconexión o la conciliación deben dialogar en este debate», agregó.
Algunas ventajas
Una semana laboral de cuatro días tiene ventajas bastante claras para los empleados. Les permite tener otro día sin trabajo y sin desplazamientos, lo que puede liberar mucho tiempo personal.
Y para el empleador, los experimentos exitosos muestran que también habrá incentivos. Adicionalmente, varios estudios muestran variados: reducción del estrés, aumento de la productividad y empleados más felices y comprometidos. Renunciar a tener un día libre adicional por semana es un gran obstáculo para sus buenos empleados cuando piensan en mudarse a una nueva empresa.
Experiencias recientes
El año pasado, Microsoft Japón experimentó con una semana laboral de cuatro días y dijo que la productividad aumentó un 40% y la eficiencia mejoró en otras áreas, incluida una caída del 23% en los costes de electricidad. La empresa les dio a los empleados libres los viernes durante la prueba.
Welcome to the Jungle, una startup de reclutamiento con sede en París, experimentó con algunos de sus empleados trabajando cuatro días a la semana durante cinco meses el año pasado. Desde entonces, adoptó definitivamente el esquema y lo generalizó para toda su plantilla en Francia.
En octubre de este año, la empresa publicó un manifiesto alentando a otras startups, y eventualmente a todas las empresas, a pensar en realizar experimentos similares y compartió sus conclusiones en un informe y un documental. «Todos deberían cambiar a una semana laboral de cuatro días», señala.
Para Welcome to the Jungle, reducir los días de trabajo resultó ser una buena forma de impulsar la rentabilidad, a pesar de mantener los salarios. También aumentó la satisfacción de los empleados.
La ruta de Nueva Zelanda
La prueba de Unilever en Nueva Zelanda es un «experimento» para ver si acortar la semana laboral en un día puede «traer un cambio material en la forma en que los empleados trabajan», dijo el director gerente de la empresa en ese país, Nick Bangs.
Pero este no es el primer intento que se hace en Nueva Zelanda. En 2018, Perpetual Guardian, una empresa local que gestiona fidecomisos, testamentos y propiedades, optó por reducir la jornada laboral de sus trabajadores de 40 a 32 horas. Eliminó los viernes laborables sin tocarles el sueldo.
El experimento corría sus riesgos, pero para que cada detalle se tuviese en cuenta, la compañía contactó con dos investigadores para que analizaran las consecuencias en el rendimiento de la empresa. La firma asegura que una semana laboral reducida no solo aumenta la satisfacción de los empleados, el compromiso de la empresa y el trabajo en equipo, sino que también reduce los niveles de estrés. Este sistema no perjudica su productividad ni el rendimiento de la empresa.
Además, a finales de mayo, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, animó a los empleadores a adoptar un modelo de semana laboral de cuatro días para impulsar el sector turístico en apuros y ayudar a las personas a abordar los problemas de equilibrio entre el trabajo y la vida. La propuesta se hizo en un momento en que las fronteras permanecían cerradas para los viajeros internacionales. En esa coyuntura, la medida tenía como objetivo alentar a los neozelandeses a explorar su propio país y estimular la industria del turismo.
No siempre es una buena idea
Pese a las ventajas que se evidencian en algunas experiencias y estudios recientes, la semana laboral de cuatro días no funciona para todas las empresas. Y, desde luego, no resulta para todos los empleados. Quizás hay clientes que esperan encontrar personas que estén disponibles cinco días a la semana. Entonces, un empleado que no esté disponible todos los viernes podría causar problemas.
Las personas pueden sentirse renovadas al tener un día libre adicional cada semana. Pero también pueden experimentar una caída en la productividad después de tantas horas de trabajo en un solo día.
En el caso de un empleado exento que tiene un horario alternativo mientras otros trabajan en el horario tradicional de lunes a viernes, puede sentirse presionado para llamar a las reuniones o responder los mensajes en su día libre. Esto no es justo, pero debe evaluar si el horario alternativo está afectando negativamente al equipo del empleado.
Además, es más difícil aplicar este tipo de cambios a gran escala. Cuando Francia implantó la semana laboral de 35 horas en 2000 las empresas se quejaron de que la medida llevaba a una reducción de la competitividad y un aumento en los costes de contratación. Poco a poco se fueron realizando excepciones y hoy por hoy no queda nada de esta medida.
Un paso a la vez
No hay una respuesta única a la pregunta de si es conveniente o no una semana laboral de cuatro días. En los casos particulares, dependerá de las necesidades de la empresa y de los deseos de los empleados.
En un marco más amplio, dependerá de las circunstancias coyunturales, de cuáles son los sectores de mayor impacto en la economía, incluso de las particulares de cada región. El caso de Nueva Zelanda es un buen ejemplo. La propuesta de mayo apuntaba a reactivar el turismo interno ante el cierre de fronteras. Era, pues, una respuesta puntual a una circunstancia coyuntural.
Por otro lado, las empresas que han aplicado la medida en ese país lo han hecho primero de forma experimental por cierto tiempo. Únicamente después de que se ha probado que funciona -si es el caso- se aplica de manera permanente.
Finalmente, los casos de éxito se han basado en una fórmula que tiene tres elementos claves. Un análisis previo, un período de prueba y una evaluación posterior. Y a ello se suma algo muy importante, cuando se ha aplicado, se ha tomado en cuenta la opinión de los principales involucrados: los trabajadores. El secreto está en que se trata de una negociación, no de una imposición.
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