El futuro verde, sostenible y hermoso que nos prometen con bombos y platillos puede ser otra utopía o quizás una distopía. En el siglo XX, las ideologías que garantizaban exigirle a cada quien según sus capacidades y retribuirle según sus necesidades devinieron en sistemas ineficiente, autoritarios y despiadados, enemigos de la libertad. Las 8 horas de trabajo, 8 de cultura y 8 de descanso fueron en el socialismo real infinitas horas en campos de concentración, gulags. En el tercer milenio de la era cristiana, ante la catástrofe planetaria que augura el aumento de la temperatura por el efecto invernadero, la destrucción de los bosques, de la vida silvestre y del plancton marino, entre muchos otros daños, nos ofrecen el desarrollo sostenible, verde, libre de contaminantes y una vida absolutamente saludable. Sin tóxicos ni cancerígenos. Un “reseteo” energético, productivo y moral. ¿Otra antiutopía?
Es difícil confiar y entregarse a la nueva “doctrina” que llama a proteger la vida en el planeta, sin distingos de especies ni reinos. Hay muchas preguntas y demasiadas respuestas que no convencen. Son incompletas, se sustentan en falsas premisas y, por las inmensas cantidades en dinero en juego, despiertan sospechas. Han aparecido saltimbanquis, magos, genios de la botella, profetas, zahories y, por supuesto, asesores en políticas comunicacionales ambientales y expertos en greenwashing, maquilladores de mensajes y también estilistas del “hace como si se hace, pero no se hace”. Tampoco falta «el cambio para que nada cambie» de Lampedusa.
¿Quemar árboles para limpiar la atmósfera?
Más de 500 científicos de prestigio internacional enviaron una carta a mediado del febrero a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con copia a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo; Joe Biden, presidente de Estados Unidos; Yoshihide Suga, primer ministro de Japón, y al presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in. No fue una felicitación ni solicitaban fondos para investigaciones. No. Los apremiaban a que pongan fin a la quema de árboles para generar energía eléctrica. Un verdadero contrasentido. Se queman los elementos que pueden secuestrar el CO2 para que produzcan el dióxido carbono que pretende evitar sustituyendo los combustibles fósiles.
Desde el año 2013 un respetable sector científico ha cuestionado la producción de biomasa a gran escala, no solo en cuanto a que los cultivos de sauce, chopo y eucalipto generan isopreno, un gas nocivo para la salud. Han sacado otras cuentas. La biomasa forestal no es neutra, la cantidad de CO2 que emite no es similar al que captura. La quema produce más emisiones de gases de efecto invernadero que el carbón, el petróleo y el gas. En 23 de las 24 situaciones examinados por el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, la biomasa tuvo un impacto negativo en el clima y también en la biodiversidad. Además, el aumento de las emisiones en comparación con los combustibles fósiles dura décadas y hasta siglos.
Las grandes plantaciones de una sola especie tienen consecuencias en la calidad del suelo y en el tipo de especies animales que acogen. Desalojan el bosque natural y destruyen sus sistemas ecológicos. Además, lo que importa no es que la se haya producido de manera “sostenible”, sino los gases que lanza a la atmósfera al quemarse.
En octubre de 2018, un total de 800 científicos publicó un manifiesto en el que alertaban contra la desforestación y el carácter no neutro de las emisiones. Antes, en 2015, los científicos de 7 instituciones europeas que participan en el proyecto LIFE+Airuse habían recomendado a la Comisión Europea mitigar las partículas en suspensión en las ciudades del sur del continente. La fuente de las partículas era la quema de biomasa, especialmente de pélets, para generar electricidad. Por arte de birlibirloque, y con un discurso “verde”, las centrales eléctricas sustituían el carbón mineral por leña, pero con los mismos catastróficos resultados.
Cuando el dedo señala el humo, gritan sensacionalismo
Por supuesto, a la advertencia de los científicos se le encontró un cariz sensacionalista. Así, en lugar de ver la calamidad que señalaba el dedo, vieron “intereses fósiles detrás”. Como la descalificación que siguió. “Científicos que no destacan en su profesión y que buscan su minuto de gloria con sus comentarios contra la biomasa».
Entre los 800 firmantes del manifiesto-alerta de 2018 aparecían 2 ganadores del Premio Nobel. Ninguno necesitaba ni un segundo. Como ciudadanos clamaban porque la Comisión Europea y el Consejo Europeo evitaran la quema de biomasa con fines energéticos. Una cosa es utilizar los desechos de la industria del papel y otra muy distinta sembrar árboles para quemarlos.
“La quema de madera es ineficiente y emite mucho más carbono que la quema de combustibles fósiles por kilovatio hora de electricidad producida. La solución debería ser restringir a residuos y desechos la biomasa forestal elegible”, apuntaban.
Mas del 90% de los 500 científicos que firman la carta a dirigida a Biden, Von der Leyen, Michel, Suga, y Moon tienen título de posdoctorado. Investigan y enseñan en los centros de estudio más importantes y avanzados del mundo. No tienen interés de figurar, sino de que se anteponga el bien común –de humanos, animales y plantas– por encima de intereses pecuniarios particulares.
Frente a la advertencia de los científicos, en salvaguarda del interés común, Luis Saúl Esteban, un reputado investigador en el Departamento de Energía del Ciemat (Unidad de Biomasa) que trabaja en el Ceder/Ciemat, se refirió con pena a los firmantes del manifiesto. «No se dan cuenta de que hoy por hoy, por desgracia, todo está sujeto a una economía de mercado. Los bosques tienen propietarios y que, como cualquier propietario, necesitan una rentabilidad para sobrevivir”. En fin, que interés particular vale más que el común.
En Europa, a contravía de los consejos de los científicos, la demanda de madera para biomasa aumenta y requerirá cortas adicionales en los bosques del mundo. Un estudio publicado en Nature pronostica que el impacto global será mayor al alentar a otros países que escojan este tipo de “neutralidad” de emisiones. Indonesia y Brasil, que no han sido capaces de proteger sus bosques tropicales, han anunciado que para reducir el efecto del cambio incrementarán el uso de madera forestal en la generación de electricidad.
La discusión ha sido fuerte, sobre todo en el norte de España, donde han argumentan que la acumulación de biomasa “disminuye la capacidad de filtrado de los bosques y afecta la disponibilidad de agua”.
¿Hidrógeno verde o negro?
El año pasado, en julio, en plena pandemia y con todos los faros de la opinión pública dirigidos a la contracción económica, las muertes ocasionadas por el SARS-CoV-2 y el confinamiento, por nombrar algunos focos, la Comisión Europea se apresuró a incorporar el hidrógeno verde en su agenda climática. Sus promotores aseguran que es un combustible limpio y que produce más energía por kilo que cualquier otro.
El hidrógeno no se consigue en estado natural, como el petróleo y el carbón. Se extrae del agua mediante la electrólisis y por la descomposición molecular del gas metano. No es una idea nueva, lo novedoso es el entusiasmo y la prontitud con la que se puso en marcha la Alianza para un Hidrógeno Limpio y se priorizó una «línea estratégica de hidrógeno» que implica gruesos desembolsos.
Si realmente en la producción y utilización del hidrógeno como combustible no se emite ningún gas efecto invernadero, ¿por qué se le adosa el ripio “limpio” de apellido? ¿Hay otro que es sucio? No, apareció uno azul que con el verde se les presenta como pilares del crecimiento sostenible. El mercado de hidrógeno saltará de 2.000 millones de euros en 2020 a 140.000 millones en el 2030. Insisten en que su gran ventaja es que abunda y no libera CO2. No tan rápido.
El 99,9% del hidrógeno que produce Europa se obtiene a partir de combustibles fósiles, de la disociación del metano en carbono e hidrógeno. No se obtiene del agua de lluvia, ni de las servidas ni del agua del mar. Y ahí se esconde el interés de las grandes operadoras de hidrocarburos de participar en el negocio a través de Hydrogen Europe, que incluye empresas como Total, Shell y Bosh, entre otras.
Los científicos y especialistas advierten que el principal ingrediente en el calentamiento global es el CO2. Si se libera carbono al obtener hidrógeno del metano, no se alivia el calentamiento. Al contrario, empeora. Y tampoco es tan barato como dicen. Tanto el fósil como el renovable son costosos, y poco eficientes energéticamente. Calentar las casas con hidrógeno equivaldría requeriría cinco veces más energía que con las plantas eólicas o solares. Igual situación se da entre un coche eléctrico y uno de hidrógeno.
Una promesa que será atendida en el futuro ¿verde?
Y queda un cabo por amarrar. El CO2 que libera actualmente la producción europea de hidrógeno “verde” no se almacena ni se le da un uso industrial. Va directamente a la atmósfera como los demás gases de efecto invernadero. Y así será por mucho tiempo, hasta que sea seguro y económico su almacenamiento a gran escala. La industria de los combustibles fósiles dice que en el futuro podrá capturar y almacenar el dióxido de carbono. Lamentablemente, no hay tiempo. El futuro es hoy.
Hay mucho el dinero de por medio. La promesa es la transformación de Europa en una potencia mundial en producción y consumo de hidrógeno, una meta que requiere una inversión de 500.000 millones a 920.000 millones de euros. Sus promotores insisten que es la opción más compatible con el objetivo europeo de neutralidad climática y contaminación cero, además, de que generaría empleo y crecimiento económico. ¿Será verdad?
Minería sostenible, el oxímoron verde
La posibilidad de reducir el consumo de energía fósil depende de que se garantice una minería sostenible. Por supuesto, no existe ninguna extracción minera que sea sostenible. Son bienes naturales finitos No se regeneran, se extinguen. Y lo peor es que la demanda de minerales imprescindibles para que funcionen los paneles solares, las baterías de los coches eléctricos, las turbinas eólicas, los teléfonos inteligentes, las supercomputadoras y las redes de telefonía móvil crecerá exponencialmente en los próximos años.
La cantidad de vehículos eléctricos debería pasar de 1,2 millones a 965 millones a finales de 2049. En general, hasta 2060 la minería debe aumentar en 87.000% la extracción de materiales para baterías, en 1.000% para los equipos de energía eólica y de 3.000% para células solares y fotovoltaicas. Son cantidades enorme de elementos naturales que no abundan y su extracción puede ser sucia, peligrosa para la salud y dañina para el ambiente.
La minería sostenible es poco menos que un eufemismo. Minería significa extracción y agotamiento de los recursos minerales, con impactos ambientales y sociales de gran calado. No solo destruye sistemas ecológicos y desaloja grupos humanos, desvía y contamina cursos de agua, lanza compuestos tóxicos al ambiente, sino que también pueden generar destrucción y conflicto social. Violencia.
Por supuesto, la minería no es per se una actividad negativa. Sin minería la humanidad no habría progresado. Países con similares riquezas mineras tienen procesos de desarrollo completamente distinto. En algunos casos, como en los países nórdicos, las riquezas mineras apalancan el desarrollo sostenible, en otros se constituyen en Estados fallidos con grupos delincuenciales disputándose las minas, el botín que significa el manejo del gobierno. Los ejemplos sobran, pero quizás sea la República Democrática del Congo el caso más emblemático.
Si destruye la naturaleza no es sostenible ni verde
Siempre la minería implica destruir naturaleza, afectar la topografía, los sistemas ecológicos y sociales, pero sin minería no habría civilización. Todos los elementos que utilizamos provienen de la minería o tienen algún vínculo con la extracción minera. Hay procesos de extracción de recursos que son más respetuosos de la naturaleza, mientras que otros son terriblemente destructores. Una empresa del sector respetará la normativa ambiental, cuidará la población de los alrededores. Es la manera de garantizar un plan de explotación a largo plazo y en función de las necesidades de las generaciones futuras.
Así, una mina de oro puede operar utilizando mercurio con una garantía de recuperación de 99,9%, y todavía ese 0,01% de mercurio que se escapa tiene graves consecuencias, en el ambiente y en los mineros. En cambio, un gambusino o garimpeiro, como denominan en México y Brasil a los buscadores de oro que trabajan en solitario o en pequeños grupos, considera que un desperdicio del 40% del mercurio es aceptable y hasta muy buena. Para su bolsillo, pero pésima para la salud y terrible para el medioambiente.
El mercurio es un metal pesado bioacumulativo. El cuerpo humano no lo expulsa, se integra a los tejidos en forma de metilmercurio. Igual ocurre en plantas y animales, lo que le permite subir en la cadena trófica hasta el tope. En el humano puede producir patologías congénitas, como el síndrome de Minamata que pueden heredarse hasta por dos generaciones. Entre los mineros son comunes la ceguera, la pérdida de memoria y los problemas del habla.
La minería también afecta recursos fundamentales como el suelo y el agua. Los envenena. Sin embargo, es posible la extracción de minerales con un mínimo de daño ambiental. Salvo excepciones, como el agua dulce y los recursos renovables de la agricultura y la silvicultura, todas las materias primas se extraen de la tierra y de los fondos marinos. Son elementos básicos, se trate de edificios, carreteras o utensilios de cocina.
Si bien es cierto que la industria minera constituye una fuente importante de empleo y de creación de riqueza, sus operaciones exigen importantes medidas de control para la protección del medio ambiente y de la salud y seguridad de los trabajadores. Pero la responsabilidad no termina cuando la mina deja de ser productiva, cuando lo que se extrae no compensa el trabajo, la inversión ni el daño ambiental. Cerrada la mina se debe restaurar el sitio donde funcionó. La minería ha dejado enormes montañas de estériles y enormes cicatrices en los paisajes naturales.
Restaurar los suelos y reconstruir los cultivos
Hay ejemplos de cómo es posible restaurar la superficie que ocupó la minería. Un excelente ejemplo es una mina de lignito –carbón mineral de menor poder calorífico que la hulla– en Alemania, el primer productor de Europa. Las reservas de lignito en la cuenca del Rin se calculan en 35.000 millones de toneladas. La producción se concentra en tres minas –Inden, Hambach y Garzweiler– y se destina casi en su totalidad a la generación de energía eléctrica en 5 centrales térmicas con un total de 10.289 MW instalados.
Son explotaciones a cielo abierto que dan trabajo a 10.000 personas. Se excava una gran zanja que se va rellenando continuamente. La profundidad media es de 350 metros y las operaciones cubren 9.000 hectáreas. Se obtienen 1.000 kilos de lignito después de extraer 4,5 metros cúbicos del material que lo cubre y que después sirve para rellenar el hueco minero.
La explotación afecta terrenos agrícolas, pero la rehabilitación del terreno es parte esencial de la actividad. La enorme planicie de la cuenca del Rin alberga grandes superficies dedicadas al cultivo de cereal. La actividad minera debe preservar una capa de suelo de unos dos metros de espesor que luego se coloca sobre la escombrera y se aplana. La empresa minera se encarga de cultivar las tierras restauradas durante los primeros años y luego las entrega a los agricultores. Más de 170 km2 de tierras volvieron al cultivo, a la producción de alimentos.
Daños inconcebibles por una llamada telefónica
Si hubiese control y conciencia de los daños que se causan al medioambiente, sería posible reducir el impacto de la minería. Tanto mientras se realiza la actividad extractiva como cuando se agotan los elementos que se explotan. Las antiguas minas pueden reacondicionarse como parques temáticos, museos, centros comerciales y plantaciones de frutales. Obviamente, sin normativas y sin conciencia acerca de la preservación de la naturaleza no solo pierden quienes viven en las inmediaciones del centro minero, sino también el planeta en general. Ocurrió en la Unión Soviética, ocurre en China, en el Congo, Ruanda y Sudán, y no se ha detenido ni un segundo en Hispanoamérica.
Con la llegada de los teléfonos inteligentes, la robótica, la inteligencia artificial y las estrategias para reducir los efectos del cambio climático, así como la implantación de energías limpias para frenar el aumento de la temperatura, la humanidad se ha hecho irresponsable y peligrosamente dependiente de los ‘metales raros’ o ‘tierras raras’. Y, además, con tres enormes inconvenientes: no abundan, su extracción es contaminante y su procesamiento extremadamente tóxico.
Todos aseguran que son imprescindibles para la sociedad inalámbrica, el uso de energías limpias y el avance de la robótica, la inteligencia artificial, la tecnología militar y para el fortalecimiento sostenible de los sectores más estratégicos de la economía. Pocos alertan que la nueva sociedad, el nuevo mundo, la nueva normalidad, todos a una, serán totalmente dependientes a los metales raros. Todos con nombres estrambóticos, como salidos de un texto de ciencia ficción. Son diecisiete –cerio, disprosio, erbio, escandio europio, gadolinio, holmio, iterbio itrio lantano, lutecio neodimio, praseodimio, prometio, samario, terbio y tulio–, pero se le agregan ocho elementos químicos que igualmente son escasos, tóxicos y difíciles de obtener, por tanto también muy caros.
Ni tan raro, pero tan peligroso como tóxico: el litio
Habría que agregar el litio, el elemento sólido más ligero, pero no una tierra rara, sino compuesto químico alcalino. En su forma pura es un metal blando que se oxida rápidamente. Es el principal insumo de las baterías eléctricas, pero tiene usos médicos, siderúrgicos en aleaciones, en naves espaciales y submarinos para extraer el dióxido de carbono del aire, en la fabricación de telescopios y de cerámica, y en los reactores atómicos. Se utiliza cada vez más para la fabricación de las baterías recargables de teléfonos inteligentes, computadoras portátiles, herramientas inalámbricas, vehículos, bicicletas y patinetes eléctricos.
Su presencia en la corteza terrestre es moderada, 65 partes por millón, alrededor del 0,006%, por debajo del níquel y del cobre, y más abundante que el plomo. En el agua puede encontrarse en una proporción mayor. Nunca se encuentra puro por su alta reactividad. Argentina, Bolivia, Perú y Chile tienen el 85% de las reservas del planeta. Se han localizado yacimientos de litio en Afganistán; Estados Unidos lo obtiene de las salinas de California y Nevada. Ah, cuidado. Es altamente inflamable y explosivo cuando se expone al aire y al agua. Además, corrosivo y dañino para la piel, y muy intoxicante. Otro oscuro secreto detrás de la “energía verde”.
El litio fue declarado por la Unión Europea “material crítico” y ha impulsado su búsqueda en el continente. Los expertos afirman que España dispone de la segunda mayor reserva de litio en Europa, le precede Portugal. El suelo y el mar poseen una inmensidad de materiales. Agustí Robirosa, secretario ejecutivo de Asociación Empresarial de Pilas, Baterías y Almacenamiento Energético, que la explotación del litio sería “un gran revulsivo” para la industria del automóvil. “España se posicionaría a mayor nivel y conseguiría más notoriedad en el conjunto europeo”, dijo.
En San José Valdeflórez, en la Sierra de la Mosca, provincia de Cáceres, se han declarado reservas de carbonato de litio por 1,3 millones de toneladas. Imprescindible en la fabricación de baterías de ion litio. Vincent Ledoux Pedailles, director ejecutivo de la empresa australiana Infinity Lithium, afirma que solo con la cantidad de litio localizada en tierras extremeñas se podrían fabricar cerca de 10 millones de coches eléctricos.
Los cálculos son tan esperanzadores como engañosos. No se toma en cuenta el objetivo principal: frenar la emisión de los gases de efecto invernadero y preservar el medioambiente. Solo los beneficios inmediatos. La tonelada de carbonato de litio tiene un precio de 4.000 euros y la de hidróxido de litio, 9.000 euros. Al litio se le suma el vanadio, a 20.000 euros la tonelada, y el cobalto, que se le calcula una cantidad importante, 10.000 toneladas. En 2017 se extrajeron en el mundo 110.000 toneladas. Una razón para no importar cobalto del Congo o de China es que sus prácticas extractivas “son de dudosa ética” y poco amigables con el ambiente. ¿Por qué vemos con tanta codicia las prospecciones en la península?
Explotación “sostenible” de tierras raras
Ni Europa ni España tienen minas de tierras raras en activo. Una y otra poseen legislaciones restrictivas con respecto a la explotación de restos elementos. Pero a medida que se acelera la “ambición climática, las prioridades cambian. Ya el Banco de Inversión Europeo financia varios proyectos de explotación y refino de litio, y el gobierno de Pedro Sánchez se declaró a mediados de 2020 a favor de la “explotación sostenible de los yacimientos de litios y de tierras raras, “con el fin de desarrollar fuentes de energía renovable. No obstante ser un sector estratégico de futuro, la extracción tiene muy altos costes medioambientales. Algunos remedios para superar la era del petróleo pueden ser peores que la enfermedad.
En Ciudad Real, Extremadura y Galicia vecinos y activistas ecológicos han rechazado los proyectos. Enarbolan razones ambientales y paisajísticas. En Ciudad Real, la justicia mantiene el proyecto de Matamulas, en Campos de Montiel, entre los términos municipales de Torrenueva y Torre de Juan Abad. Lo promueve la empresa Quantum y comprende 240 hectáreas que actualmente son tierras de cultivo.
Los estudios han determinado que el sitio es un yacimiento muy rico en monacita, con un alto porcentaje de praseodimio y neodimio, dos elementos de tierras raras magnéticas que son el insumo para la fabricación de imanes para vehículos eléctricos y generadores eólicos. Enrique Burkhalter, gerente de proyectos de Quantum, ha declarado que el porcentaje de praseodimio y neodimio que determinaron, después de tres años de investigaciones en la zona, es de un 30%. “Algo muy raro, por general suele ser entre un 8% y 10”, afirmó.
En Matamulas los vecinos plantaron cara
Quantum solicitó la concesión para iniciar la explotación en Matamulas, pero los vecinos se opusieron, aunque la extracción se haría en superficie y sin explosivos. “Es tan simple como excavar una piscina, solo serían dos metros de profundidad. Hay cuatro o cinco kilos de monacito por metro cúbico excavado”, insistió Burkhalter. Con un procedimiento similar al que utilizan en Colonia para extraer el lignito, separan el suelo vegetal y luego extraen con retroexcavadoras el material que llevarán a la planta para cribarlo con aguas y con métodos físicos se separa la monacita.
«En un lugar de La Mancha, en la provincia de Ciudad Real, entre los términos municipales de Torrenueva y Torre de Juan Abad y de cuyos nombres esperamos acordarnos durante años, no ha mucho tiempo que se descubrieron fosfatos de tierras raras, comúnmente conocidos como monacitas. Este descubrimiento tuvo lugar gracias a la campaña de investigación minera sobre metareniscas de rutilo-zircón que llevó a cabo la empresa nacional Adaro en colaboración con el Imgre, ‘Institute of Mineralogy, Geochemistry and Crystal Chemistry of Rare Elements’, de la Academia Rusa de Ciencias, en la zona de Despeñaperros en los años noventa«
Raquel Vergara Espuelas. Ingeniero de Minas. Quantum Minería S.L.13/07/2015
De cada tonelada de tierra se devuelven 995, se retienen 5 de tierras raras. “El suelo de cultivo queda en iguales condiciones y el estudio de impacto ambiental demuestra que la extracción no afectará el medio ambiente de la zona de explotación, que se encuentra entre dos áreas protegidas por la Red Natura 2000, la red ecológica europea para protección de la biodiversidad”, afirma la empresa.
En 2017 las autoridades de la Junta de Castilla-la Mancha denegaron el permiso de explotación. Cuando la empresa recurrió la decisión, el Tribunal Superior de Justicia le dio la razón a la comunidad autónoma, «la explotación de Matamulas supondría la fragmentación de una zona especial de protección y un obstáculo para el movimiento de las aves esteparias y demás fauna».
Ecologistas en Acción rechazó la explicación sobre la remoción de la capa vegetal del suelo. No es tan inofensivo. La tierra que se vuelve a colocar no estará como cuando se quitó. Estará procesada y destilada. No es exactamente el método de Colonia. También advierte que el movimiento de tierras contaminaría el aire y dejaría residuos como aguas ácidas, que son muy difíciles de gestionar. Quantum respondió que la monacita es un fosfato y por tanto insoluble en agua. “No se generan ácidos en ninguna parte de proceso”, subrayó.
Ecologistas en Acción considera que España y la Unión Europea se equivocan absolutamente al promover la búsqueda de tierras raras. La organización no gubernamental propone que en lugar de usar neodimio para los imanes de la energía eólica se debería pensar en materiales ferrosos, «que abundan más».
El telurio, un tesoro en el Atlántico a 5.000 metros de profundidad
Si el litio y el coltán son imprescindibles para los coches eléctricos, los generadores eólicos y las comunicaciones, además de la misilística y la estrategia nuclear. La autogeneración de electricidad –los paneles solares– requiere telurio. España tiene un yacimiento telurio en el monte submarino Tropic, en aguas de las islas Canarias, que se calcula en 2.600 toneladas. Una cantidad suficiente para fabricar paneles solares para cubrir la mitad del consumo eléctrico del Reino Unido y cobalto suficiente para producir 277 millones de vehículos eléctricos. Empero, no existe tecnología para extraer el telurio de una capa de ferromanganeso a 5 km de profundidad.
Las muestras que se han extraído con robots presentan una concentración de telurio 50.000 veces mayor de lo habitual en los yacimientos en tierra firme, pero su explotación tendrá que esperar. No hay tecnología aún, pero sobra la codicia. Las prospecciones sobre el potencial de la minería en los montes submarinos de las islas Canarias han despertado el interés de inversores, pero también han encendido las alarmas entre los grupos ambientalistas. Conocen del daño que ocasionaría a la biodiversidad marina y a la productividad pesquera.
Además del telurio y del cobalto, las investigaciones han encontrado cobre, niobio, vanadio, tierras raras, itrio, hafnio y elementos del grupo del platino. Todos en lugares que acogen hábitats prístinos submarinos y son despensa de millones de especies, incluidos corales vulnerables y campos de esponjas. La mayor parte de ese tesoro marino integra la Red Natura 2000, pero esa figura no garantiza protección alguna frente a la minería submarina.
Hay otras cifras que sonrojan. Se han invertido millones de euros estatales y europeos –muy pocos de inversionistas privados– en proyectos para el avance de la minería submarina que ponen en peligro lo que precisamente se debe proteger con más ahínco. Ecologistas en Acción denunció que el Estado español había delegado su representación en los órganos técnicos de la Autoridad Internacional para los Fondos Marinos a expertos en minería proclives a la explotación y marginado a la comunidad científica. Nadie se dio por enterado en el estamento político.
Antes que cumplir la palabra empeñada en la protección del medioambiente y la biodiversidad que tanto se repite en las declaraciones oficiales y oficiosas, se fomentan actividades que conducen a todo lo contrario. Como la biomasa y el hidrógeno extraído del metano. En lugar de perturbar más a la naturaleza habría que reciclar y reaprovechar el litio, el telurio y tierras raras actualmente disponibles.
El futuro verdadero en un microchip de 10 centavos, ¿y el verde?
A mediados de febrero, grandes y pequeños se declararon en emergencia, y a los pocos días lo hicieron las tecnológicas, como Apple, Samsung, Sony y Microsoft, al igual que los fabricantes de electrodomésticos, desde costosos aparatos de televisión hasta simples purificadores de aire. Escaseaban lo semiconductores, los microchips, que son sólidos cristalinos se usan en aplicaciones electrónica.
Mientras más avanza la tecnología, las herramientas de uso diario, más microchips se requieren. En la fundición de microchips se utilizan metales y elementos químicos que son muy escasos, difíciles de extraer y muy tóxicos en su separación de los otros metales en lo que se encuentran en la naturaleza, sean tierras raras, metales blandos o sustancias químicas, como silicio, cobalto o vanadio.
El grito de las empresas automotrices causó alarma en la Casa Blanca, pero también en los países más desarrollados de Europa y, por supuesto en China. Un vehículo que funciona con gasolina o gasoil utiliza 1.300 chips, que no son de ultima generación y cuestan menos de 10 céntimos. Pero si falta uno, el vehículo que se vende en 30.000 dólares no puede salir al mercado. Y lo que viene es peor, los automóviles eléctricos requieren 3.500 chips, de los cuales entre 40 y 100 son muy significantes en las operaciones del motor.
Sin chips no hay automóviles, ni teléfonos inteligentes, ni plantas nucleares ni televisores de muy muy alta resolución, mucho menos misiles intercontinentales ni purificadores de aire. Es como si la humanidad hubiese puesto todas sus esperanzas en una sola cesta y ahora se da cuenta que es muy débil y no aguanta un peso que se incrementa cada segundo.
Codicia en una cinta sinfín
Son miles de billones de dólares que se han invertido y otros tantos que se deben invertir para satisfacer la demanda de los consumidores. Hay demasiado dinero en juego para pensar en dar un paso atrás o detenerse un instante a pensar. Se trata de una maquinaria de millones de piezas milimétricamente engranadas, que dependen de una nano fracción de tierras raras para seguir funcionando. Es difícil aceptar que se ha escogido una senda verde y sostenible. ¿Habrá tiempo para encontrar el camino que nos lleve a un planeta sano y acogedor?
Sin chips no hay automóviles, ni teléfonos inteligentes, ni plantas nucleares ni televisores de muy muy alta resolución, mucho menos misiles intercontinentales y purificadores de aire. Es como si la humanidad hubiese puesto todas sus esperanzas en una sola cesta y ahora se da cuenta que es muy débil y no soporta un peso que se incrementa cada segundo. Son miles de billones de dólares que se han invertido y que se deben invertir para satisfacer la demanda. Es demasiado dinero en juego para pensar en dar un paso atrás. Si se trata de una maquinaria de millones de piezas milimétricamente engranadas, que dependen de una nano fracción de tierras raras para seguir funcionando, es difícil aceptar que se ha escogido una senda verde y sostenible. ¿Habrá tiempo para encontrar el camino?
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