Por Gonzalo Cabeza | Gráfico: Artur Galocha
03/02/2016
Aquella tarde del 2 de diciembre de 2010 la poca inocencia que quedaba en el fútbol profesional se fue por el sumidero. Joseph Blatter, presidente de la FIFA, anunciaba que los próximos mundiales se disputarían en Rusia y Catar, las dos candidaturas que peores informes técnicos llevaban al examen final. La indignación fue mayúscula, especialmente entre las perdedoras. La prensa inglesa se puso a indagar y no tardaron mucho en encontrar las numerosas taras que habían marcado el proceso. Sobornos, compra de votos, promesas imposibles, alianzas… en suma, corrupción y politiqueo.
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En junio de 2014 The Sunday Times informó de los tejemanejes del dirigente catarí Mohamed Bin Hamman para torcer voluntades y beneficiar a su candidatura. Se encontraron pagos a 30 federaciones distintas por un monto total de 3,7 millones de euros. Se registraron incluso ingresos de 200.000 euros directamente cobrados por presidentes de federaciones, que son los votantes en los procesos electorales. El Telegraph, un par de días después, señalaba reuniones de Platini con Sarkozy y emisarios cataríes.
La FIFA, siempre empeñada en su jurisdicción propia, encargó un informe de todo el proceso a un prestigioso fiscal neoyorquino, Michael J. García, para que investigase las acusaciones. El estadounidense intentó ser minucioso, pero pronto se dio cuenta de que no sería en absoluto sencillo esclarecer algo en un mundo tan tenebroso como es el de los despachos del fútbol. Para empezar, García no podía entrar en Rusia, lo cual ya de por sí dificultaba bastante cualquier intento de buscar las claves de esa elección. Pero los problemas no terminaban ahí. Los ejecutivos de la FIFA, acostumbrados a transitar por encima del bien y del mal, se negaron en muchos casos a testificar. Uno de los directivos silenciosos fue el presidente de la Federación Española, Ángel María Villar, que ha recibido finalmente una multa por su obstrucción al proceso de la justicia.
García terminó hilvanando un informe de 350 páginas de las que sólo se ha publicado un resumen de 42. El enfado del fiscal neoyorquino al ver cómo cercenaban su trabajo fue suficiente para dimitir. “El nuevo informe contiene numerosas representaciones erróneas e incompletas”, declaraba García para justificar su salida de la institución. Bonita Mersiades y Phedra Almajid, dos informadoras que habían trabajado en candidaturas, también expresaron su rechazo al uso que se hizo de los datos que dieron.
El 27 de mayo de 2015 los ejecutivos del fútbol mundial dejaron de estar tranquilos. Hasta ese momento se creían protegidos, blindados por la débil justicia deportiva. Todo cambió cuando el departamento de Justicia de Estados Unidos empezó a dictar órdenes de detención. Horas después de los primeos siete arrestos, el congreso de la FIFA empezaba con acusaciones de extorsión, corrupción y conspiración.
Se había abierto la puerta, algo que en la FIFA nunca sospecharon. La relación lejana de Estados Unidos con el fútbol hacía del proceso algo único. Los norteamericanos no tenían mucho que ver con los problemas, pero una investigación paralela hizo que Chuck Blazer, secretario general de la Confederación Norteamericana de Fútbol (Concacaf) empezase a contar interioridades de los trapicheos del fútbol mundial. Diversos medios han presentado la búsqueda norteamericana como una guerra geopolítica, una operación sofisticada que poco tiene que ver con el fútbol. Incluso en la FIFA hay voces que no entienden la presencia de la Justicia estadounidense en todo esto. En cualquier caso, han sido los primeros en entrar en el juego, los más capaces, probablemente, para tomar medidas y llegar a conclusiones. Poco después, la Justicia suiza también se involucró en la investigación, tomando testimonio a alguno de los protagonistas de las muchas tramas que convergen en la sede de la institución en Zúrich.
El congreso se celebró con toda la normalidad que se pudo, teniendo en cuenta que había detenidos en el núcleo de la organización y la sensación de que el edificio se derrumbaba. Una muestra de cómo funcionan los ritmos en el fútbol y de la independencia casi total con la que ha maniobrado el deporte de espaldas a la sociedad fue la elección presidencial. Todos los dedos señalaban a Blatter y su gestión, la prensa era un clamor bramando sobre los errores y la falta de vigilancia del suizo y, a pesar de todo, fue reelegido con una amplia mayoría. El 63% de los delegados del congreso consideraron que el presidente en ejercicio era el mejor para mantener la casa en orden, y eso que las acusaciones de desorden se acumulaban contra él y sus más directos colaboradores.
Fue el penúltimo grito de Blatter, que una semana después de ser elegido se vio obligado a dimitir. Las acusaciones que no habían tenido en cuenta los votantes eran demasiado grandes como para que el propio presidente no actuase. Lo hizo con la boca pequeña, e incluso desde entonces ha amagado en varias ocasiones con su vuelta. Es difícil. Directivos como Jack Warner y Nicolás Leoz, gente de su máxima confianza, tienen sobre sus cabezas órdenes de detención internacionales y se sabe que el suizo, que está siendo investigado por la fiscalía helvética, podría correr una suerte similar si las circunstancias así lo determinan. Es más, en estos meses ha habido incluso actos de la FIFA cancelados por miedo a que en los lugares en los que se iban a celebrar pudiesen ser detenidos los ejecutivos reclamados, según afirman fuentes conocedoras del caso.
Suspendidos
Cuando las investigaciones de la justicia empezaron a dar frutos, tres años después de que García empezase su trabajo y uno después de que mandase su ignorado informe, los órganos de ética y organización de la FIFA se pusieron a trabajar más en serio. No faltaban desde mucho antes indicios para llevar a cabo una investigación profunda, pero sólo cuando la justicia estadounidense entró en juego las cosas cambiaron algo en la institución.
La Comisión Ética, que está regida por los mismos que dejaron en nada el informe García, empezó a pedir suspensiones para algunos dirigentes. El primero en caer fue Blatter, sobre el que pesó primero una suspensión de 90 días. Pocos días después su mano derecha, el secretario general Jerome Valcke y, curiosamente, el mayor enemigo que ha tenido Blatter en estos últimos años, que además aspiraba a relevarle en el puesto, el presidente de la UEFA, Michel Platini. Y en diciembre, el Comité de Ética de la FIFA decidió sancionar al suizo Joseph Blatter y al francés Michel Platini, expresidentes respectivamente de FIFA y UEFA, apartándoles durante ocho años “de toda actividad relacionada con el fútbol, administrativa, deportiva o de cualquier tipo”.
La FIFA también ha investigado a muchos otros cargos del tiempo de Blatter en la presidencia: Worawi Makudi, Jeffrey Webb, Ricardo Teixeira, Amos Adamu, Eugenio Figueredo, Nicolás Leoz, Franz Beckembauer y, por supuesto, el presidente de la federación española y vicepresidente de la FIFA, Ángel Villar.
Issa Hayatou, el primer vicepresidente, se hizo cargo como presidente en funciones. Incluso él, que desafió en su día a Blatter para posteriormente aliarse con él, tiene un pasado sospechoso. En 2010 un informe de la BBC aseguraba que el dirigente camerunés, que también fue suspendido por el COI, aceptó sobornos en los 90 en algunas pujas por los derechos de televisión de competiciones internacionales. Cinco de los seis vicepresidentes de Blatter (Villar, Platini, Hayatou, Moon-Joon y Warner) han sido investigados o suspendidos en medio de este proceso. El restante, Grondona, falleció en 2014.
Por todo eso la institución futbolística más importante, la que domina las normas del juego y la organización de los mundiales, ha saltado por los aires y necesita un cambio drástico. El 26 de febrero la FIFA celebrará elecciones para cubrir la vacante de Blatter. El nuevo presidente tendrá ante sí la mayor crisis de la historia de la institución, necesitará emprender una refundación casi completa para lavar la imagen de corrupción que reina entre los rectores del fútbol mundial. El nuevo presidente saldrá de uno de los cinco candidatos: el príncipe Ali Al Hussein, el jefe Salman Bin Ebrahim Al Khalifa, Jerome Champagne, Tokyo Sexwale y Gianni Infantino. Este último es el secretario general de UEFA y ocupa el puesto que estaba planteado para Platini, al que la suspensión por parte del comité ético le ha dejado en fuera de juego.
Será difícil que sacudan completamente los problemas, en el horizonte están todos los procesos judiciales que se deriven de las diversas investigaciones que actualmente acechan a la FIFA. Falta tiempo para que la normalidad se lleve por delante el sobresalto en el que ha vivido la organización en estos años.