El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta la primera retrospectiva de André Butzer (1973, Stuttgart, Alemania) en una institución fuera de su país. Coincidiendo con el 50 aniversario del artista, la muestra reúne una selección de 22 obras, realizadas entre 1999 y 2022, que incluye algunas de sus pinturas más icónicas y revela la dimensión de su experiencia pictórica.
Entre ellas se encuentran dos obras recientemente incorporadas a la Colección Blanca y Borja Thyssen-Bornemisza: Aladin und die Wunderlampe [Aladino y la lámpara maravillosa] (2010) y Sin título (2022).
Con esta presentación de la obra de Butzer, comisariada por el director artístico del museo, Guillermo Solana, en estrecha relación con el pintor, se da continuidad a la serie de exposiciones torno a artistas presentes en la Colección Blanca y Borja Thyssen-Bornemiszaen iniciada en octubre de 2022 con una muestra dedicada al hiperrealismo.
Se reafirma, además, el lugar destacado que ocupa el expresionismo alemán en el coleccionismo de la familia Thyssen, ya que fue este el movimiento que despertó el interés del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza por el arte del siglo XX hace sesenta años, lo que le llevó a adquirir para su colección numerosos lienzos de expresionistas como Emil Nolde, Ernst Ludwig Kirchner, Max Pechstein o Erich Heckel.
André Butzer se nutre de la obra de estos artistas alemanes y de otros como Paul Cézanne y Edvard Munch, de los poemas de Friedrich Hölderlin y de las aportaciones a la modernidad de personalidades como Henry Ford y Walt Disney para desarrollar un estilo propio, una fusión entre el expresionismo europeo y la cultura popular norteamericana que él denomina “expresionismo de ciencia ficción”.
Butzer comienza a pintar con 20 años, a mediados de la década de 1990, tras visitar una exposición sobre la colección Guggenheim en la Hamburger Kunsthalle, e inicia sus estudios oficiales primero en la Merz Akademie de Stuttgart y, a continuación, en la Hochschule für bildende Künste de Hamburgo. Pero los abandona pronto para fundar, junto a una veintena de creadores, una academia de arte independiente, la Akademie Isotrop, donde exponen y transmiten sus ideas.
Crecido en la Alemania Occidental bajo la influencia de Estados Unidos, Butzer había descubierto en los cómics de Disney a Mickey Mouse y al Pato Donald, había comido patatas fritas y bebido Coca-Cola, y se había interesado por los inventores e industriales, fundadores de compañías globales que alentaban el consumismo. Al mismo tiempo, había conocido la obra de artistas del siglo XX y, desde el principio, consideraba que la cultura popular y la alta cultura están conectadas.
Pero el siglo XX se presenta ante él lleno de contradicciones: entre el consumo de masas y la destrucción masiva, el progreso y el colapso, la alegría y la tristeza, la esperanza y la desesperación… Además, desde el punto de vista alemán, el milagro económico de la posguerra estaba ligado inseparablemente a los horrores del nazismo. Situándose en medio de esos polos opuestos y partiendo de sus experiencias personales para convertirlas en una forma válida de expresión es como, en 1999, descubre el camino hacia su propio estilo.
«Estoy a punto de descubrir el expresionismo alemán. Como tengo un nombre francés ‘André’, me interesé por Matisse, primero Cézanne. También me encanta Jawlensky. Así que Kirchner es el siguiente. Y Paula Modersohn-Becker. Kirchner me parece magnífico; realmente bueno, para ser un pintor alemán. ¡Son todos buenos! Echaré otro vistazo en vuestro museo». André Butzer
A través de la pintura, Butzer se proyecta hacia un futuro desconocido y crea una ficción en la que también recoge las tradiciones del pasado. Uno de los caminos que encuentra es el del expresionismo, a partir del cual inventa su “expresionismo de ciencia ficción” con el que busca “transformar el pasado en futuro, en términos ópticos”. El artista absorbe el perverso mundo industrializado y lo convierte en una experiencia íntima desde donde brotan colores, formas y figuras.
La exposición presenta cronológicamente 22 lienzos de gran formato con los que se puede descubrir este particular universo pictórico, que oscila de la oscuridad del gris y el negro a la explosión de colores, de los circuitos abstractos a base de líneas a las figuras de dibujos animados, de los fondos planos a las capas superpuestas.
Las obras más tempranas que se muestran son muy oscuras. En Ex-Menschen [Ex-Humanos] (1999) y H-Mensch [H-Humano] (2000) las figuras son sombrías y fantasmales, mientras que en Mörder [Asesino] (1999) introduce el color sobre un fondo pintado por primera vez íntegramente de gris. Con la llegada del nuevo milenio, las siluetas van tomando una forma más definida.
Una de ellas es Wanderer [Caminante] (2001), un personaje recurrente en sus lienzos que simboliza la vergüenza de los alemanes por su pasado nazi, con una calavera de mirada inquietante y una mano llena de sangre, bajo un sol radiante cuyos rayos parecen atravesar la figura.
Butzer crea lugares ficticios como Nasaheim, una colonia espacial que combina utopía y consumismo presente en muchas de sus obras, como en Sin título (Frau vor dem N-Haus Nr. 4) [Mujer frente a la casa de la N, no 4] (2003) o en Nasa-Scharlach [Nasa-Escarlatina] (2002).
Sin título (2008) y Tom und Jerry [Tom y Jerry] (2009) son un claro ejemplo de sus lienzos que muestran circuitos de bandas y cables abstractos sobre fondos monocromos, mientras que en 1 Eis, bitte! [¡1 helado, por favor!] (1999) o Aladin und die Wunderlampe los distintos elementos se superponen en diversos planos hasta la saturación.
Con esta retrospectiva de Butzer se da continuidad a la serie de exposiciones de artistas presentes en la colección Blanca y Borja Thyssen-Bornemisza
También se exponen obras en las que aparecen figuras infantiles, con manos desproporcionadas enfundadas en guantes blancos al estilo de Mickey Mouse y vestidos de colores que recuerdan al patchwork, y unos fondos creados a partir de campos de color, espacios planos y sin referencias, como en los dibujos animados.
Una de ellas es Sin título (Fränzi), pintada por Butzer con ocasión de esta exposición y en la que la protagonista está representada como uno de esos personajes de cómic, con una gran cabeza sonriente, enormes ojos con mirada lateral y pelo corto y amarillo. Se trata de una versión muy personal del cuadro de Kirchner Fränzi ante una silla tallada (1910), de la colección Thyssen-Bornemisza, una obra que llamó mucho la atención del pintor en una visita al museo.