La naturaleza en su expresión más espléndida está llena de matices y sonidos. Pero el cambio climático le está haciendo perder sus brillantes colores al planeta azul y un sonidista descubrió que también la estamos enmudeciendo. Un seguimiento de 30 años en el Parque Sugarloaf Ridge en California deja el descubierto como se ha ido apagando su voz hasta alcanzar un silencio estridente.
Bernie Krause es músico, científico y naturalista. Es un “grabador de paisajes sonoros” que ha viajado por el mundo escuchando y registrando los sonidos del planeta. Tiene 85 años de edad. Pero a lo largo de su carrera disfrutó de un oído providencial que le permitía captar las sutiles variaciones en los audios registrados por sus sensibles micrófonos. En los sonidos de la naturaleza, Krause encontró un trabajo excepcional lleno de satisfacciones. Una profesión que le vino marcada por el destino.
Comenzó a registrar sonidos de ecosistemas, no por alguna razón científica o académica, sino porque le parecían hermosos y le proporcionaban una sensación de relajación. Krause encontró en la naturaleza además un efecto sanador para su TDAH. “Lo único que alivió mi ansiedad fue estar ahí fuera y escuchar los paisajes sonoros”, le dijo a The Guardian.
Silencio en Sugarloaf Ridge
Hace tres décadas, Bernie Krause, comenzó a grabar sonidos de la naturaleza en el parque estatal Sugarloaf Ridge, cerca de su hogar en San Francisco. Decidió centrarse en los sonidos que surgían justo en su puerta. Su lugar favorito era un viejo arce de hoja ancha, un lugar que atraía a muchos por su arroyo y bancos de picnic. Hasta Clint Eastwood se sentó bajo su sombra.
Sus grabaciones iniciales capturaron una sinfonía de risas, píos y chillidos de los animales que habitaban el exuberante hábitat. Los sonidos del arroyo, los susurros de las criaturas en la maleza y los cantos de varias aves como el towhee moteado, la reinita corona naranja, el reyezuelo y la paloma huilota, fueron registrados por sus sensibles micrófonos.
Aunque Krause no lo sabía en ese momento, había comenzado a recopilar una invaluable cantidad de información. Los científicos están acostumbrados a ver la naturaleza, pero pocas veces la escuchan. Cada abril, durante las siguientes tres décadas, regresaría al lugar del arce de hoja ancha, dejaría su grabadora y esperaría a ver qué revelaría. Sin embargo, en abril del año pasado, Krause experimentó algo inaudito: un silencio total. Pese a que la grabadora funcionó durante su hora habitual, no captó ningún canto de pájaro, ni el murmullo del agua sobre las piedras, ni el batir de alas, ni el paso del viento entre las hojas.
“En pleno apogeo de la primavera, tengo una hora de material sin nada. Lo que está sucediendo aquí es sólo una pequeña muestra de lo que está sucediendo en casi todas partes a una escala aún mayor”, afirma sin ocultar su tristeza.
Silencio que crece
La naturaleza es ruidosa. Los animales emiten una variedad de sonidos para diversas funciones, desde la búsqueda de pareja hasta la identificación de sus crías. Usualmente los ecologistas han medido la salud ambiental observando los hábitats. Pero Bernie Krause la oye. El sonido de los ecosistemas sanos contiene no sólo los llamados de animales individuales. Para Krause es más complejo, es un tejido denso y estructurado de sonidos que emanan de ecosistemas saludables. Algo así como la sinfonía de la naturaleza al cual bautizó como “biofonía”.
“El paisaje sonoro se compone de tres fuentes básicas. La primera es la geofonía, o los sonidos no biológicos que se producen en cualquier hábitat dado, como el viento en los árboles, el agua en una corriente, las olas en la orilla del mar, el movimiento de la Tierra. La segunda es la biofonía. La biofonía es todo el sonido que es producido por los organismos en un hábitat determinado en un tiempo y en un lugar. Y la tercera, es todos los sonidos que generamos los humanos que se llama antrofonía. Algunos son controlados, como la música o el teatro, pero la mayor parte es caótica e incoherente, a lo que algunos llamamos ruido”, explica.
En 2009, Krause comenzó a notar una disminución en la densidad y diversidad de los sonidos naturales en sus grabaciones. Paralelamente, observó cambios inusuales en el parque Sugarloaf Ridge. Como la aparición temprana de hojas en ciertos árboles y cambios en los patrones de lluvia invernal. Las grabaciones de Krause reflejaban un silencio cada vez más profundo. En 2012, California experimentó una sequía excepcional, con escasas precipitaciones y temperaturas récord. Para 2014, el norte de California estaba sufriendo la peor sequía en 1.200 años. En 2015, el silencio era casi total. Interrumpido en 2016 solo por el canto de un pinzón morado.
“Un gran silencio se está extendiendo por el mundo natural incluso cuando el sonido del hombre se vuelve ensordecedor”.
Bernie Krause (“The Great Animal Orchestra” 2012)
El gran incendio
Pero lo peor estaba por llegar. En 2017, se produjo el incendio de Tubbs. El más destructivo en la historia moderna del norte de California. En una madrugada de octubre, Bernie Krause y su esposa se despertaron a las 2:30 a.m. para encontrar su hogar rodeado de llamas. Krause perdió a sus mascotas, y 70 años de cartas, fotografías y diarios de campo. “A excepción de nosotros, no sobrevivió ni un solo objeto que habíamos acumulado a lo largo de nuestras vidas. Mientras corríamos hacia el auto, un tornado de fuego bullía con una voz de rabia. Ese sonido nos persigue hasta el día de hoy”, afirma. Sin embargo, su precioso archivo de grabaciones sobrevivió, gracias a copias almacenadas en otros lugares.
El incendio de Tubs, impulsado por ráfagas de 120 km/h, arrasó barrios enteros. Quemó el 80% del parque Sugarloaf Ridge. A pesar de todo, el arce de hoja ancha resistió el fuego. Pero en septiembre de 2020, el incendio Glass acabó con lo que quedaba del noble árbol. “Es una pérdida y hay un anhelo. Sospecho que los pájaros todavía extrañan ese árbol.” dice Breck Parkman, arqueólogo jubilado de parques estatales. Muchos ecosistemas forestales dependen del fuego para descomponer la madera muerta y las hojas viejas. Pero los incendios más grandes de los últimos años, que consumen hasta la copa de los árboles, son mucho más intensos y amenazan a especies en peligro de extinción.
Desirae Harp, educadora en el parque estatal y miembro de la tribu local Mishewal Wappo, dice que el silencio que siente desde los incendios le rompe el corazón. “Escuchar ese silencio, de todas esas plantas y animales autóctonos, es desgarrador porque esos son nuestros familiares.» En la grabación de Krause de abril de 2023, no sólo falta el canto de los pájaros, tampoco hay agua en el arroyo. “Estamos viendo esto en nuestra propia vida, lo cual es sorprendente”, dice.
Acallar los arroyos
Los arroyos son vitales para la vida silvestre en lugares secos como California, pero las sequías han interrumpido este flujo vital.“Existe un vínculo directo entre revertir el cambio climático y tener más aves en las grabaciones de Bernie”, afrima Caitlin Cornwall, directora de proyectos del Centro Ecológico de Sonoma.
El condado de Sonoma, hogar del parque estatal Sugarloaf, atrajo a la gente por primera vez por sus arroyos, ideales para pescar, cazar y nadar. Pero ya no hay suficiente agua para nadar. Steven Lee, director de investigación del Centro de Ecología de Sonoma explica que también se ha visto afectada la biodiversidad de los arroyos. Debido a la falta de agua, especies como el salmón chinook y la trucha arcoíris están amenazadas al ser incapaces de llegar a sus zonas de desove.
Además de la sequía, la actividad humana está afectando las fuentes de alimento y los hábitats de los animales. Los lugares salvajes se están convirtiendo en tierras de cultivo y zonas urbanas, y las especies invasoras son cada vez más comunes. Muchas de las aves canoras que Krause capturó en 1993, como la reinita coroninaranja, ahora están en declive generalizado. Muchas de estas aves son especies migratorias que “viven en el filo de la navaja”, y podrían pasar generaciones hasta que recolonicen un hábitat, suponiendo que sobrevivan en otro lugar.
A pesar de los cambios, ha habido algunas señales de esperanza en Sugarloaf Ridge. John Roney, tiene 40 cámaras alrededor del parque, ha capturado 60.000 fotografías en los últimos cinco años, observa signos alentadores. Como la llegada de osos negros y pumas a la zona.
Cuando aprendamos a escuchar
Krause admite que sus días como testigo excepcional están contados debido a la pérdida de audición en ambos oídos. Sin embargo, sigue esperando con ansias la primavera y su próxima grabación en Sugarloaf Ridge. Confía en que este año pueda haber signos de un renacimiento. “Las historias transmitidas a través de las voces de estos bichos nos dirán todo lo que necesitamos saber y que valga la pena. Cuando finalmente aprendamos a escuchar”.
Su biblioteca personal contiene más de 5.000 horas de grabaciones realizadas en 55 años alrededor del mundo. Ha grabado los sonidos de los ecosistemas en lugares de África, América Latina y Europa. Tras una vida oyendo a la naturaleza expresa su desaliento al escuchar cómo han cambiado esos lugares. El 70% de los hábitats de los que provienen sus archivos han desaparecido. “Los cambios son profundos y están sucediendo en todas partes”, revela. A pesar de su tristeza, Krause se siente obligado a compartir lo que ve y escucha. “En realidad, no necesito decir nada: los mensajes se revelan a través de los paisajes sonoros”.
Bernie Krause alertó en 2019, que la crisis climática podría estar “cambiando el tejido acústico natural de la Tierra”. Comparó el mundo natural con una sala de conciertos. Sugiriendo que al igual que los cambios en el calor y la humedad afectan la interpretación de los músicos, las nuevas condiciones atmosféricas están desafinando los sonidos naturales. “Sólo grandes acciones de mitigación ayudarán a preservar el ritmo de la Tierra”, escribió. Quien tenga oídos que escuche.