Por Julien Ponthus, Helen Reid y Danilo Masoni
Con un lento crecimiento en los últimos meses, que se traduce en las ganancias más decepcionantes en años, las acciones de las empresas europeas se exponen a baches serios en su actividad si se intensifica la guerra comercial chino-estadounidense después de la cena del presidente Donald Trump con Xi Jinping en el G20.
La actual disputa arancelaria ya ha hecho que estornude la economía china y ha provocado un resfriado en algunas de las compañías más emblemáticas de Europa, debido a su fuerte exposición a la segunda mayor economía del mundo.
El lastre chino continuará previsiblemente, incluso en el caso de que las reuniones de Trump y Xi terminen cordialmente. Si las relaciones entre las superpotencias económicas se deterioran más aún, el impacto en muchas de las grandes empresas europeas podría ser profundo.
Prestigiosos fabricantes de automóviles alemanes como BMW o casas de lujo francesas como Hermes, ya han sido señaladas como víctimas colaterales de las políticas comerciales del Gobierno de Trump, tras las fuertes caídas en sus cotizaciones este año.
Teniendo en cuenta que alrededor del seis por ciento (80.000 millones de euros) de los ingresos de sus valores proceden de China, el índice alemán DAX sirve habitualmente de barómetro para apostar sobre la evolución de la guerra comercial. Con una caída del 12,5 por ciento en lo que va del año, su rumbo ha sido peor que el del índice de grandes valores europeos STOXX 600, menos expuesto al gigante asiático.
BMW obtendrá el 18 por ciento de sus ingresos de 2018 de la segunda economía más grande del mundo, mientras que el porcentaje en el caso de Volkswagen es del 14 por ciento, según Morgan Stanley.
Y pese a que Alemania, cuyo comercio bilateral con China alcanzó un récord de 188.000 millones de euros el año pasado, es una de las principales inquietudes en las tensiones comerciales, las preocupaciones entre los inversores van más allá.
Un estudio realizado para Reuters por la plataforma de información empresarial AlphaSense muestra que entre julio y septiembre de este año se ha multiplicado por tres el número de veces que se ha mencionado la desaceleración en China durante las conferencias sobre resultados empresariales europeos.
Aunque solo 16 empresas en el índice MSCI Europe mencionaron a China en el contexto de una desaceleración entre abril y junio, la cifra aumentó a 49 compañías en las teleconferencias durante el siguiente trimestre.
Las menciones a China -en cualquier forma- aumentaron de 361 a 540 durante dicho período.
La mayor amenaza
Aunque parte del bajo rendimiento de las bolsas europeas en comparación con Wall Street puede explicarse en parte por los recortes de impuestos de la administración de Trump, muchos analistas creen que la clave está en otra parte. «Europa está muy expuesta, es muy cíclica, es una economía abierta y sus mercados de valores ya lo reflejan», explicó Emmanuel Cau, analista de acciones europeas de Barclays.
«Los mercados europeos son bastante vulnerables a una desaceleración en los mercados emergentes, a lo que se suman unas dinámicas internas contaminadas por los problemas políticos en Italia o el Brexit», agregó, en referencia a la salida británica de la Unión Europea y al tira y afloja del Gobierno italiano con Bruselas por los presupuestos de 2019.
Una escalada en la guerra comercial chino-estadounidense obligaría a la gestora de activos holandesa NN Investments a reevaluar su opinión de que las acciones europeas debieran recuperar terreno en 2019.
«Es la mayor amenaza», dijo Valentijn van Niewenhuisen, jefe de multiactivos de la firma.
Ante la desaceleración del crecimiento, el Fondo Monetario Internacional ha reducido su pronóstico de crecimiento para China y, desde entonces, diversos indicadores, desde las ventas de automóviles a las tendencias del comercio electrónico y los datos de producción, sugieren que la segunda mayor economía del mundo se está enfriando.
Con un panorama de creciente deuda corporativa y de las familias, los economistas creen que China tiene poco margen de maniobra para el estímulo fiscal si no quiere debilitar su moneda, lo que el Gobierno de Trump considera que le otorga una ventaja comercial desleal.
Los datos compilados por Morgan Stanley muestran que las mineras europeas no son las únicas que dependen del apetito de China.
Síndrome de China
Aparte de los proveedores de materiales básicos, firmas como el gigante de la moda Kering —propietario de Gucci— y el grupo suizo de joyas Richemont tienen una exposición del 24 por ciento de sus ventas a China.
Los analistas de Jefferies han calificado el contagio de los valores europeos como un «Síndrome de China» a la inversa, en referencia a una película de 1979 en la que una fusión nuclear en Estados Unidos podría abrirse camino a través de la tierra hasta llegar a China.
«Parece que ahora existe una amenaza inversa en el sector de bienes de lujo con temores a una fuerte desaceleración en China que amenazan con contagiar a todo el sector a partir de 2019.»Otras compañías amenazadas son las grandes potencias industriales alemanas, como Siemens o BASF.
«Nos preocupa lo que incluyen los precios en bolsa de las empresas industriales alemanas. Incluyen (perspectivas de) una rentabilidad continua muy fuerte en China y un crecimiento continuo, y somos escépticos de que sea sostenible», dijo Luiz Sauerbronn, director de Brandes Investment Partners, con sede en EEUU.
Pero la dependencia del mercado chino no solo preocupa a los inversores.
Un nuevo documento de estrategia de la influyente federación de la industria alemana, BDI, pide a las empresas que reduzcan su dependencia del mercado chino.
Si bien su presencia en el país asiático se consideró hace tiempo como una fortaleza, ahora inquieta a los políticos y a la industria alemana, en un momento en el que Pekín está tratando de reforzar su control sobre la economía bajo el presidente Xi Jinping.
La reunión del G20 de este fin de semana entre los líderes de las dos principales economías del mundo será clave para la confianza del mercado, que se ha visto golpeada por una disputa comercial que dura ya meses.
Pero los inversores no creen que se produzca el fin de la disputa a corto plazo.
«En última instancia, es difícil creer que China pueda o esté dispuesta a ofrecer lo suficiente para satisfacer las demandas de EEUU, por lo que las cosas podrían empeorar», dijo Melanie Baker, economista de Royal London.
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