Por Cambio16
10/01/2017
A pocos asombró el nombramiento de Jared Kushner como asesor de Donald Trump en la Casa Blanca este lunes. El presidente electo calificó este lunes a su yerno como un «tremendo aporte y consejero fiable durante la campaña electoral» y ha expresado su orgullo de que ocupe «un papel de liderazgo clave» en su Administración, informó NBC News.
Y sí lo ayudó, como probablemente nadie, a concretar la ingeniería de su triunfo, que hasta el último momento resultó inesperado. Además, confía en él más allá de la relación familiar que, con el anuncio, desafió las leyes contra el nepotismo en los Estados Unidos:
«Todos los presidentes que he conocido tienen una o dos personas en las que creen intuitiva, estructuralmente», dijo el ex secretario de Estado Henry Kissinger en un perfil de Kushner que la revista Forbes publicó en su tapa de diciembre de 2016. «Creo que Jared podría ser esa persona».
El multimillonario Rupert Murdoch, amigo de Kushner desde que el joven compró el diario Observer y le pidió consejo, coincidió: «Presumo que estará en la Casa Blanca durante toda la presidencia. Durante los próximos cuatro u ocho años, Jared será una voz fuerte, acaso la más fuerte después de la del vicepresidente».
Yerno y suegro tienen mucho en común, aunque no lo parezca por contrastes como el suave aspecto de Kushner y sus trajes grises versus el estilo llamativo de Trump, o el hecho de que Kushner tenga una cuenta en Twitter desde 2009 y no haya emitido un solo tuit (tiene 17.300 seguidores y él sigue sólo a 41) versus la compulsión constante del presidente electo a expresarse en esa plataforma.
Ambos son hijos de dos magnates del negocio inmobiliario de Nueva York y, en el caso de Kushner, también de Nueva Jersey. Ambos se aproximaron a la política desde un desinterés inicial. Ambos vieron la campaña como una empresa a la que había que conducir a un resultado positivo de manera pragmática. Y ambos tienen conflictos de intereses entre sus empresas y las funciones que asumirán dentro de pocos días.
Kushner fue el arma secreta de la campaña de Trump: prácticamente en la clandestinidad de una oficina de cien personas en Texas creó el data hub que maximizó los esfuerzos en redes sociales, moderó el gasto en medios tradicionales y por medio de geolocalización de veinte tipos de votantes hizo mensajes a medida que garantizaron los estados claves.
En aquella instancia, no lo rozaba la ley que el Congreso aprobó en 1967, en parte porque todavía quedaban resquemores del nombramiento de Robert Kennedy como fiscal general por su hermano, el presidente John F. Kennedy. Ahora, en cambio, Kushner y su equipo necesitan hallar un modo de saltarse el párrafo: «Un funcionario público no puede nombrar, emplear, promover, acender o defender el nombramiento, el empleo, la promoción o el ascenso a una posición civil en el organismo donde sirve, o donde ejerce jurisdicción o control, de un individuo que es un pariente».
En principio se dijo que Kushner no cobraría los USD 170.000 anuales del puesto de asesor, pero con su criterio práctico, el yerno contrató a los abogados de WilmerHale para que encuentren el camino para cumplir con las leyes federales y permitirle ejercer la asesoría.
El hombre que llevó Silicon Valley a la campaña electoral
«Jared comprendió el mundo de internet», dijo a Forbes Eric Schmidt, ex CEO de Google. «Se las arregló para montar una campaña electoral con un presupuesto muy ajustado, utilizando las nuevas tecnologías, y ganó». El elogio se agiganta si se considera que Schmidt ayudó a crear el sistema tecnológico de la campaña de Hillary Clinton. «¿Recuerdan todas las noticias sobre cómo no tenían fondos, ni personal, ni estructura organizativa? Bueno, ganaron. Y Jared lo condujo».
En un vuelo en el 757 apodado Trump Force One, Kushner le advirtió al candidato que estaba desaprovechando las redes sociales. Trump le entregó el control de Facebook al yerno, y así comenzó el tramo final de su triunfo electoral.
«Como Trump, es básicamente un hombre del negocio inmobiliario», comparó Forbes, «pero ha invertido más ampliamente». En medios: el Observer. En comercio electrónico: participó en el lanzamiento de un mercado virtual para grandes operaciones con propiedades, Cadre. «Y más importante —agregó el autor del texto, Steven Bertoni— conocía a la gente correcta: entre los coinversores de Cadre se cuentan [el emprendedor Peter] Thiel y Jack Ma, de Alibaba. Y el hermano menor de Kushner, Josh, un formidable inversor de capital de riesgo».
Sus amigos de Silicon Valley le brindaron nombres claves de sus colaboradores, a quienes contrató. Aprendió todo sobre las estrategias de microfocalización de Facebook y las encontró óptimas para el mensaje directo de su suegro: logró que rápidamente las gorras con la leyenda «Make America Great Again» y otro merchandising de Trump pasara de vender USD 8.000 a USD 80.000 por día. Logró que un video de USD 160.000 de costo consiguiera 74 millones de vistas. La publicidad, tanto en televisión como en internet, se redujo; Twitter y Facebook fueron los motores, lo cual a su vez permitía recoger más información, en tiempo real, sobre los votantes y sus sentimientos.
Los datos comenzaron a dictar todas las decisiones de la campaña: dónde debía hablar el candidato, dónde no serviría de mucho; cómo recaudar fondos y cómo invertirlos; de qué temas hablar en cada acto, según la localidad que visitara Trump. El equipo de Kushner llegó a enviar 100.000 mensajes personalizados por día a votantes identificados como potenciales. En los últimos cuatro meses obtuvo USD 250 millones en donaciones, casi todas pequeñas.
El perfil de Bertoni —una de los escasísimos periodistas a los que ha atendido Kushner— destacó: «Llevó el ethos de Silicon Valley, que valora la franqueza y la inclusión, a una campaña que prometía fronteras cerradas, proteccionismo comercial y exclusión religiosa. Es la progenie de grandes donantes demócratas y condujo una campaña presidencial republicana. Es el nieto de sobrevivientes del Holocausto que trabaja para un hombre que ha defendido la interdicción de los refugiados de guerra. Un abogado motivado por la información cuyo candidato elegido dijo que el calentamiento global era un engaño, vinculó las vacunas con el autismo y puso en duda la ciudadanía del presidente Barack Obama«.
Ivanka, dinero y religión
«Los cambios en las regulaciones y los impuestos federales afectarán al imperio inmobiliario de Kushner tanto como al de Trump, y a veces del mismo modo dado que su mujer tiene intereses en las empresas de Trump», dijo Jordan Libowitz, de la organización Ciudadanos por la Responsabilidad y la Ética, a The Washington Post. Cuando Ivanka Trump se casó con Jared Kushner, la prensa celebró «la unión armada en el paraíso inmobiliario».
Se conocieron en 2005 y comenzaron a salir de inmediato. Pero la familia de Kushner es profundamente religiosa, y el hecho de que los Trump fueran presbiterianos le pesó a Jared; también Ivanka se sintió mal de que él no omitiera esa cuestión. En 2008 se separaron, pero se casaron en 2009; él compró un anillo con un diamante de 5,22 quilates a Ivanka Trump Fine Jewelry y se lo regaló. Ella se convirtió al judaísmo en la Congregación Kehilath Jeshurun, con una voluntad que sus suegros valoraron. Tomó el nombre hebreo de Yael.
En aquellos años Jared hizo la operación inmobiliaria más importante de Kushner Companies: pagó USD 1.800 millones por el rascacielos del número 666 de la Quinta Avenida, el precio más alto de un edificio de oficinas en los Estados Unidos. Entonces llegó la crisis de 2008, y Kushner debió hacer malabares financieros —renegociación de créditos, venta de espacios para comercialización— que le permitieron salvar el edificio y evitar el recurso de la bancarrota, tan usado en cambio por su suegro.
Desde 2012 Kushner Companies ha comprado más de 100 grandes propiedades en Nueva York y New Jersey y se ha expandido a Filadelfia, Baltimore, Kansas City y Chicago. Pero el buque insignia sigue siendo el de la Quinta Avenida, y el nombramiento de Kushner como asesor presidencial podría entrar en conflicto con un joint venture en ese edificio que hace meses ha negociado con Anbang Insurance Group, una compañía de seguros china.
Confiados en que los detalles para el nombramiento se arreglarán, y en sus conocimientos inmobiliarios, los Trump-Kushner, residentes de Nueva York, han comprado una casa en Washington.