En los próximos años, el brote de coronavirus puede recordarse como un momento histórico en el camino hacia el final de la primera fase de la globalización al hacer frente al «enemigo invisible«.
El surgimiento del orden internacional liberal ha sido un factor importante en el creciente movimiento de personas a través de las fronteras, ya sea para fines de cadenas de suministro y redes de distribución, finanzas internacionales y el flujo de dinero, empleo, estudio o turismo.
Pero esta globalización también ha permitido que todo el mundo sea mucho más consciente de la propagación del COVID-19. En última instancia, este hecho puede ser una fuerza poderosa para su propia ruina.
.@SecPompeo announces that the United States and Mexico have agreed to restrict non-essential travel across the U.S.-Mexico border. pic.twitter.com/kqlHcoJwq6
— The White House 45 Archived (@WhiteHouse45) March 20, 2020
Un doble impacto
La moneda de la globalización tiene dos caras. En el lado positivo, el flujo transfronterizo de personas, bienes, dinero e información crea nuevas riquezas y oportunidades.
Sin embargo, en el lado negativo, puede permitir el terrorismo internacional y la delincuencia transfronteriza. Además, facilita la rápida propagación de una enfermedad.
La rápida y extensa propagación del virus es vista como una consecuencia del creciente movimiento de personas por todo el mundo.
La peste negra, que afectó a Eurasia en el siglo XIV, se concentró en una región del planeta y se propagó con relativa lentitud (en comparación con el COVID-19).
La transmisión de la peste negra se produjo a través de barcos y personas que transportaban los fatídicos agentes (las ratas y las pulgas infectadas), entre las mercancías o en sus propios cuerpos. De este modo propagaban la peste, sin darse cuenta, allí donde llegaban.
En la era actual los mercados se han abierto, las cadenas de suministro se han globalizado, han surgido clases medias y se han establecido nuevas conexiones.
Todo esto pone a la humanidad en un riesgo mayor. Y este hecho puede exacerbar las manifestaciones políticas y sociales en contra de la globalización, exigiendo cierres de fronteras, aislamiento, imposición de barreras, entre otros.
La humanidad vio este último efecto con el brote de SARS en 2003. Pero en comparación con el comienzo de este siglo, el movimiento transfronterizo de personas ha aumentado dramáticamente. Por esta razón, la velocidad de propagación de este nuevo coronavirus ha sido de un orden completamente diferente.
Los enemigos de la globalización podrían haber encontrado, no un enemigo, sino un aliado invisible.
Extraordinary times require extraordinary action. There are no limits to our commitment to the euro. We are determined to use the full potential of our tools, within our mandate. https://t.co/RhxuVYPeVR
— Christine Lagarde (@Lagarde) March 18, 2020
El efecto en los mercados
Los países de todo el mundo ahora están restringiendo el movimiento de personas, bloqueando la entrada a países particularmente afectados por el coronavirus o exigiendo a los viajeros entrantes que se auto-pongan en cuarentena por un período de tiempo.
En particular, la pandemia de coronavirus está teniendo repercusiones devastadoras para las corporaciones y empresas que se han beneficiado de la interdependencia económica apoyada por las cadenas de suministro transfronterizas.
China es la base de producción más grande del mundo y se encuentra en el corazón de muchas cadenas de suministro.
Desde el brote de este coronavirus, muchas compañías que habían llegado a depender de China se vieron muy afectadas.
Próximas acciones
El desafío para las industrias manufactureras en muchos países es determinar en qué medida se puede reducir la dependencia de China y, por extensión de los mercados globales.
En otras palabras, ser menos dependientes de la globalización puede hacer a las corporaciones más sólidas en el futuro.
Desde la perspectiva del análisis de riesgos se podría ver una tendencia rápida a pasar de las bases de producción dispersas a nivel mundial hacia las instalaciones domésticas.
En resumen, las fronteras nacionales pueden volverse menos porosas en términos de industria y movimiento de personas en comparación con los 30 años de globalización vistos desde el final de la Guerra Fría. Podrían surgir líneas más definidas entre nacionales y extranjeros y un alejamiento de la dependencia de relaciones internacionales.
Efecto bola de nieve
Lo que es inquietante es que esta tendencia hacia el fortalecimiento de las fronteras nacionales ya se manifestó en varios países.
El Brexit, el aumento del populismo acompañado por el sentimiento anti-extranjero en varios países europeos, y la política de América Primero de la Administración Trump fueron estimulados por una sensación de mayor disparidad y los efectos negativos de los avances en la globalización sobre ciertos segmentos de la población.
🚨 El mercado bursátil se ha desplomado a mediados de febrero, debido al #NeumoniaCovid19. El aislamiento social para mitigarlo lastran el avance de la economía estadounidense. Prueba de ello: los tres principales índices bursátiles ha caído más de 20%. https://t.co/0y4eAlhCtC
— Cambio 16 (@Cambio16) March 20, 2020
El resultado ha sido el endurecimiento de las normas de inmigración, además de nuevas barreras al comercio y la inversión. También ha habido un acortamiento de las cadenas de suministro, un desacoplamiento tecnológico y un nuevo énfasis en la política de primer país.
La llegada del «enemigo invisible» atenta contra la viabilidad de la globalización.
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