Cuando apareció el plástico por primera vez fue promocionado como un invento mágico. Y algo de cierto había, pues como arte de magia se propagó y se introdujo en l cotidianidad de manera vertiginosa. Se puede decir que está en casi todo lo que vemos o tocamos. Por sus múltiples usos, la industria lo fue utiliza en una amplia variedad de áreas y productos.
Sin embargo, desde hace unas décadas sus bondades están en discusión. Son graves daños que causa. El embalaje de alimentos no escapa y el gran reto es encontrar sustituto ideal hecho de materiales biodegradables y con menor impacto medioambiental. Un embalaje sostenible.
De héroe a villano
El plástico es versátil y duradero. También una amenaza para el planeta. Se fabrica a partir de hidrocarburos y de la emisión de gases de efecto invernadero. Además, no es biodegradable. Impacta directamente el ambiente: contamina los océanos y se filtra en la cadena alimentaria. Aproximadamente 40% de los residuos plásticos proviene del envasado.
El plástico ha sido una herramienta efectiva para combatir el desperdicio de alimentos. Al ralentizar la descomposición de frutas y verduras, reduce la cantidad de productos que terminan en la basura. Un estudio suizo de 2021 estima que cada pepino podrido desechado tiene un impacto ambiental equivalente a 93 envoltorios de plástico. La propuesta es encontrar la solución que equilibre la lucha contra el desperdicio y la protección del medio ambiente.
En todo el mundo, los gobiernos toman medidas para reducir el uso de plástico en el embalaje de alimentos. España implementó un impuesto al plástico, mientras que Francia limita severamente el envasado de productos frescos. La Unión Europea prepara restricciones adicionales. En Canadá, se propone eliminar el envasado de plástico en un 95% para 2028. En Estados Unidos, 11 estados han restringido el embalaje plástico.
Encontrar alternativas sostenibles es un desafío. Los materiales biodegradables y compostables son prometedores, pero tienen que cumplir con los estándares de seguridad alimentaria. Además, deben ser prácticos y asequibles para agricultores y minoristas.
Bioplástico: el gemelo bueno
Los bioplásticos han emergido como alternativa prometedora al plástico convencional. Son polímeros maleables de origen vegetal, como la fécula de papa, el aceite de maíz o de soja. A diferencia de los plásticos sintetizados a partir del petróleo, los bioplásticos pueden descomponerse rápidamente sin daño ambiental. Al utilizar biomasa como materia prima disminuyen las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, su biodegradabilidad significa que no persisten en vertederos ni contaminan los océanos.
Los biopolímeros se utilizan en una amplia variedad de envases biodegradables, desde recipientes con tapas hasta películas. Se producen de diferentes maneras. Uno de los métodos más comunes es extraerlos directamente de la materia vegetal. El envasado a base de almidón se logra calentando papa, maíz o arroz, para extraerle directamente las moléculas de almidón. El almidón se considera un biopolímero muy bueno porque se produce en grandes cantidades en todo el mundo, 31 mil millones de kg por año, lo que lo hace muy accesible y de bajo costo.
De algas o insectos
Otro biopolímero común se hace mezclando almidón y quitina, que se encuentra en la piel de los insectos, las paredes celulares de los hongos y las conchas de los mariscos. Se ha demostrado que tiene buenas propiedades antimicrobianas. Se utiliza en el envasado de alimentos y como un recubrimiento comestible para frutas y verduras. Los recubrimientos a base de almidón y quitina funcionan bien en combinación con los envases de metal. Recubren los productos perecederos y evitan su contacto con el aire.
La empresa Bioform está convirtiendo algas marinas y fibra de madera en películas bioplásticas delgadas pero duraderas. Se pueden usar directamente para fabricar productos de embalaje sostenible rígido, tapas de bebidas y recipientes para llevar comida. Toneladas de tapas de bebidas terminan siempre en los vertederos. Son casi imposibles de reciclar. También se puede usar en películas de mantillo o acolchado agrícola sobre los cultivos para regular la humedad del suelo y protegerlos.
«La mayoría de los mantillos plásticos están hechos de polietileno que es económico y duradero, pero puede permanecer en el suelo durante décadas y causar una contaminación ambiental significativa”, señala MacKenzie. La tecnología está inspirada en el hilado de las hebras fuertes y rígidas que forman las telas de araña. Combina procesos naturales y de fabricación de papel para producir rollos de película sin utilizar calor, lo que reduce la huella ambiental y el costo de fabricación.
Otros avances
Hay una amplia gama de materiales sostenibles de reciente invención llamados a revolucionar el embalaje de los alimentos. Una empresa austriaca está usando árboles de haya para hacer bolsas biodegradables. Otras compañías ofrecen soluciones similares que se descomponen en pocas semanas.
Las cáscaras de naranja, las conchas de camarón y otros residuos naturales las transforman en una película que se puede usar como celofán o convertirse en bolsas. Un recubrimiento comestible hecho de ácidos grasos a base de plantas se rocía en pepinos, aguacates y otros productos. La empresa Driscollals ha estado trabajando para desarrollar contenedores de papel para uso en Estados Unidos y Canadá. La compañía utiliza más plástico reciclado en los envases para el mercado estadounidense.
Hasta el hielo se está reinventando en el mundo del embalaje. Luxin Wang y otros científicos de la Universidad de California, Davis, inventaron hielo de gelatina reutilizable. Un material ligero que no se derrite. Podría eliminar la necesidad de bolsas de hielo de plástico. Después de una docena de usos, el hielo de gelatina se puede arrojar a un jardín o a la basura, donde se disuelve.
Cajas con atmosfera es otra ingeniosa solución para el embalaje sostenible. El brócoli generalmente se envía en cajas recubiertas de cera llenas de hielo. Pero tratan de crear contenedores con una mezcla de gases que ayuden a preservar el vegetal. Se elimina el uso de hielo, que es pesado y puede transmitir patógenos cuando se derrite. Igualmente, la paja de arroz sobrante después de las cosechas, hierbas, los tallos residuales de caña de azúcar e incluso alimentos desechados se están convirtiendo en bandejas y cajas biodegradables que se pueden compostar.
Obstáculos nunca faltan
El envasado biodegradable es una alternativa muy prometedora contra el uso excesivo de plástico. Están hechos de materiales renovables mediante un proceso relativamente eficiente de energía. Requiere mucho menos energía que la producción de polímeros plásticos. Otra ventaja de los envases biodegradables es que no son tóxicos para los entornos naturales ni para los seres humanos. Por tanto, mucho más fáciles de desechar y no se acumulan con el tiempo como lo hacen los plásticos. Por último, los biopolímeros nos ayudan a reducir nuestra dependencia del petróleo y disminuir las emisiones de CO2 y el cambio climático.
Sin embargo, estos materiales novedosos tienen algunas cualidades negativas. Un problema que puede surgir con el uso a largo plazo de los biopolímeros es que se puede requerir mucha cantidad de materia. Si no se crea un método más eficiente para hacerlo en los próximos 50 años, necesitaremos más tierras para dedicarnos a la agricultura y proporcionar la biomasa necesaria para producir los biopolímeros que se requiere.
Otro inconveniente es que al ser un proceso relativamente nuevo, se tiene que construir plantas de procesamiento para producir estos biopolímeros. Un proceso costoso, lento y contaminante que llevará años completarse. Por último, no todos los biopolímeros pueden compostarse en el hogar y requieren que las instalaciones especiales para hacerlo.