La invasión rusa de Ucrania ha puesto de manifiesto una realidad sorprendente: la segunda potencia militar del mundo no es la temible y letal maquinaria que se esperaba. A medida que avanza el conflicto es más evidente que el armamento del ejército ruso lejos de ser una punta de lanza tecnológica arrastra serios problemas.
Por décadas el ejército ruso ha sido temido por su poderío. Pero si se excluyen sus armas nucleares, algunos misiles y su capacidad de guerra electrónica, el equipo que tiene es anticuado y obsoleto. Aunque Rusia ha invertido en armas apocalípticas y misiles hipersónicos, como el Tsirkon, diseñado para atacar grupos navales estadounidenses y colocar cabezas nucleares en el corazón de Nueva York, su ejército de tierra está sufriendo por el mal mantenimiento, la falta de actualizaciones y la inoperancia logística para alimentar a sus soldados
De tres días a tres años
En el fracaso de Rusia en Ucrania tiene un gran peso la mala calidad de su armamento, en gran parte propio de tecnologías anteriores a los años ochenta del siglo pasado. El ejército ruso está muy por detrás de los requerimientos actuales. Vladímir Putin cuenta con una gran cantidad de armamento, incluidos aviones de combate, tanques y artillería, ha sufrido fuertes pérdidas en el frente ucraniano ante un armamento occidental que tampoco es de última generación.
La industria bélica soviética era reconocida por crear armas robustas y bien hechas. Produjo submarinos de titanio, temibles aviones de combate y el rifle de asalto AK47, el más popular del mundo. A pesar de su gran musculatura en el papel, Rusia no ha podido con Ucrania. La “operación especial” que iba a durar tres días lleva tres años.
En las últimas dos semanas Ucrania logró expandir su control sobre territorio ruso en un área de 1.250 km2. Ha tomado alrededor de 90 poblaciones. Se espera que la ofensiva en marcha agregue otros 700 km2 a su territorio. Rusia es la segunda fuerza militar más poderosa del mundo, pero su Ejército ha mostrado alta debilidad frente a Ucrania. Un enemigo que el Kremlin considera muy inferior.
Más allá de la estrategia
La incursión de Ucrania en la región rusa de Kursk, iniciada el 6 de agosto de 2024, tiene un valor estratégico, histórico y simbólico. Altera la narrativa del conflicto y debilita la posición rusa en el teatro de guerra. Desde un punto de vista estratégico, la incursión en Kursk crea una «zona de amortiguación» que impide ataques rusos en la región de Sumy y reduce la presión sobre el frente del Donbás. Controlar esta área interrumpe las rutas de suministro rusas, obliga a Moscú a redirigir tropas de otros frentes y debilita su capacidad de combate en otras regiones críticas. La región alberga instalaciones estratégicas como el gasómetro de Sudzhda, vital para el suministro a Europa, que añade importancia económica a la operación.
La incursión militar de Ucrania es un desafío directo a la imagen histórica rusa de fortaleza y dominio militar. La región es emblemática en la historia rusa. La Batalla de Kursk, en 1943, considerada como una de las batallas de blindados más grandes e importantes de la historia, resultó en la derrota alemana que fue decisiva en la Segunda Guerra Mundial.
La incursión ha sido calificada por el Ejército ucraniano como «histórica».
Al controlar áreas de Kursk, Ucrania muestra que puede llevar la guerra al territorio ruso. Un avance significativo que desmantela la imagen de invulnerabilidad del ejército ruso.
Mala calidad
Rusia ha basado la fuerza de su Ejército en sus arsenales masivos, recursos humanos infinitos y la resistencia física de su material. Todos obsoletos, a lo que se suma la pesima calidad de su armamento. Es deficiente. Fue producido en las primeras décadas posteriores a la Guerra Fría. Tanques, artillería y sistemas de defensa aérea muestran signos evidentes de desgaste. Su diseño no ha evolucionado al ritmo de las tecnologías modernas. Son bacinillas antiguas. La inversión muy prioritaria en sistemas de armamento estratégico, como los misiles hipersónicos, olvidó por falta de presupuesto la actualización de las fuerzas convencionales.
Hoy la alta tecnología, la conectividad entre cuerpos y estamentos, y los equipos pequeños de operaciones especiales bien equipados llevan a la victoria. Rusia no está a la altura en esos aspectos, sus exportaciones de material militar han disminuido drásticamente desde los años ochenta. Cayeron de 40.000 millones de dólares a 15.600 millones de dólares en 2020. El armamento ruso no es tan operativo como antes y su Ejército no está equipado defenderse eficazmente.
Mucho ruido, pocas nueces
Rusia tiene más tanques y artillería que nadie, además de una gran cantidad de corbetas y submarinos, pero su armamento es deficiente y obsoleto. Su numerosa aviación presenta serios problemas. El Sukhoi Su-57 Felon, presentado como el rival del F-35 estadounidense, e mucho menos avanzado de lo que se había anunciado. Su radar es menos potente, no es tan invisible y su firma electrónica es fácilmente detectable. Es muy vulnerable a los sistemas de defensa aérea enemigos.
La flota rusa es anticuada. El caso de su único portaaviones, el Almirante Kuznetsov, es llamativo. Más que un buque de guerra parece una reliquia. Sus problemas técnicos son numerosos y frecuentes, su capacidad operativa muy limitada. Los destructores de la clase Líder, diseñados para competir con los Zumwalt de Estados Unidos, no han sido construido.
Aunque se ha generado gran expectación con proyectos anunciados, el submarino Belgorod y el torpedo Poseidón han mostrado sus limitaciones. El Belgorod, a pesar de su tamaño y su armamento nuclear, no es tan sigiloso. El Poseidón es un proyecto lleno de incertidumbres. Su viabilidad técnica y su eficacia militar son objeto de debate.
Tanques vulnerables
Rusia fue líder en la fabricación de tanques. El vetusto tanque T-72 sigue siendo el pilar de los blindados rusas. Su diseño, concebido a mediados del siglo pasado, lo hace vulnerable a las armas antitanque modernas. La falta de aislamiento entre el compartimento de municiones y la tripulación ha causado numerosas explosiones y bajas. En Ucrania han perdido miles de T-72, T-80 y T-90, muchos por sus propias explosiones. El T-14 Armata, aunque más tecnológico enfrenta problemas de desarrollo debido a las sanciones en la importación de elementos electrónicos.
De vuelta a los trenes
Ante la terca realidad, Rusia apela a una vieja estrategia: trenes blindados. Además de los trenes de suministro, los rusos usaron trenes acorazados equipados con armas en la guerra con Japón en 1904, la I Guerra Mundial, la guerra civil después de la revolución de 1917 y la II Guerra Mundial. Son extremadamente vulnerables y obsolescencia propia de un récord Guinness. Rusia utilizó dos trenes acorazados, similares a los utilizados en guerras contra Japón o Alemania hace más de cien años, en el sur de Ucrania procedentes de la península de Crimea.
Uno podría ser el Baikal, equipado con un sistema de «interferencia de comunicaciones» a bordo, torretas antiaéreas, blindaje de 20 mm de espesor, además de ametralladoras y espacios para francotiradores. En vídeos recientes, se ve otro tren acorazado con vagones cargados de armas y locomotoras blindadas en Novooleksiivka. El uso de trenes, reliquias de principios del siglo XX aunque modernizados, son una muestra de debilidad, no de fortaleza.
Raíz corrupta
El teniente coronel Alex Vershinin explica que el ejército ruso depende en gran medida de los trenes. No tiene suficientes camiones en buen estado para cumplir tareas logísticas a más de 90 millas. La dependencia de rutas fijas hace que los trenes sean extremadamente vulnerables. Las vías pueden ser fácilmente destruidas. Andrey Kozyrev, ex ministro de Exteriores ruso, una gran parte del presupuesto destinado a la modernización de las fuerzas armadas fue desviada hacia proyectos personales de altos funcionarios. «El Kremlin pasó los últimos 20 años intentando modernizar sus fuerzas armadas y gran parte de ese presupuesto lo robaron y gastaron en megayates que ahora están en Chipre». Pero como asesor militar, no puedes informar de eso al presidente. Así que le contaron mentiras», dijo.
El estado lamentable del Ejército ruso es el producto de la corrupción y mala gestión de sus jerarcas. Kozyrev no es el único que critica la falta de modernización y mantenimiento y que el limitado presupuesto militar se gaste en armas apocalípticas e hipersónicas. Putin usa ese armamento como propaganda ilusoria de un poderío que no existe.
Una bolita clave
Cuando los vetustos trenes se vuelven estratégicos, una bolita de metal puede explicar gran parte de los problemas militares de Rusia en Kursk. Las sanciones de Occidente afectan la capacidad de Rusia para obtener repuestos de calidad. El 40% provenía de Occidente y no hay reemplazo eficiente.
La carencia de repuestos de calidad, especialmente rodamientos con núcleo de bolas de metal, colapsan el sistema de transporte de carga. La disminución del comercio por ferrocarril y la salida de servicio de 200.000 de los 1,25 millones de vagones de carga, son indicadores claros del problema. Además, la falta de combustible y la escasez de locomotoras agravan la situación. Cientos de tanques y miles de tropas que no pueden trasladarse al frente.
La ofensiva ucraniana en las refinerías redujo el volumen en la producción de refinados en un 20% y aumentó en un 24% el precio del combustible en el mercado civil. Las sanciones de Occidente también impiden que Rusia obtenga los aditivos para producir carburantes especializados y de mayor rendimiento.
La falta de transporte y la escasez de combustible dificultan el envío de tropas y equipos al frente de Kursk. La ofensiva ucraniana en la zona en la cual se une la logística ferroviaria desde Bielorrusia hasta Belgorod amenaza el aprovisionamiento del frente norte y está forzando a Rusia a depender de unos pocos nodos y corredores logísticos que ahora están al alcance de las avanzadas, la artillería y la aviación ucraniana.
Más allá de la propaganda
La invasión ucraniana de Kursk ha tenido un gran impacto en la percepción de la guerra en Rusia. Ha eliminado la «burbuja de seguridad» que el Kremlin había creado para el público ruso que ahora enfrenta una realidad más amenazante y cercana. El Kremlin trata de tranquilizarlos asegurándoles que tienen el control, pero su credibilidad es muy baja. La guerra en Ucrania ya es lejana y sin consecuencias para Rusia, sino una amenaza real en cada barrio.
El descontento con la cúpula militar rusa y la maquinaria propagandística del Kremlin aumenta. Los blogueros militares y los ciudadanos comunes están cada vez más furiosos por la ocultación de los hechos y la propaganda sesgada de los medios de comunicación controlados por el Estado. La incursión en Kursk también ha tenido un gran impacto en la percepción de la guerra en la blogosfera militar nacionalista de Rusia. Algunas voces influyentes están furiosas no sólo con la gestión militar de la crisis de Kursk, sino también con la continua ofuscación de la realidad sobre el terreno.
La guerra en Ucrania dejó de verse como una forma de reconstruir la esfera de influencia imperial mediante el ilusorio el poderío militar de Rusia y mantener a raya a la OTAN. Se percibe como una amenaza real de la seguridad nacional. La incursión en Kursk ha socavado la garantía central que desde el principio hizo Putin Ha desmentido el mito de que gracias a su poderío militar una victoria rusa era inevitable. Lo cierto es que ha demostrado que el ejército ruso nunca ha sido lo que era.