Por Benito Guerrero
15/08/2016
Los actores María Adánez y Roberto Enríquez se convierten en «portavoces» de las familias a las que «nadie escucha» ante el drama del acoso escolar en El pequeño poni. Esta obra de Paco Bezerra , es dirigida por Luis Luque. Cambio16 ha hablado con los protagonistas y con su director. La obra llega al Teatro Bellas Artes de Madrid este 17 de agosto.
En El pequeño poni, Jaime e Irene -interpretados por Roberto Enríquez y María Adánez respectivamente- viven un episodio de acoso escolar en su casa: su hijo Luismi es víctima de bullying en la escuela por llevar una mochila ‘de chica’. Probablemente les suene la historia, pues Luismi es un personaje basado en Grayson, un niño de Carolina del Norte que sufría acoso en el colegio por acudir al centro con una mochila de My little pony, unos dibujos animados que comúnmente se relacionan con el público femenino. El centro acabó prohibiendo al niño acudir con esta mochila a clase.
La obra recoge el debate que surge en un hogar que se encuentra ante esta situación. En este sentido «el padre apoya la libertad de su hijo de ir como quiera y la madre se refugia en la seguridad de su hijo dejando a un lado la libertad de éste», cuenta Roberto Enríquez. «Si le van a agredir pues que no vaya con esa mochila», añade Adánez poniéndose en la piel de esta madre.
El director, Luís Luque, quiere que el público salga de ver la obra haciéndose preguntas: «¿Estamos escuchando bien a nuestros hijos? ¿Estamos haciendo todo lo posible para que los niños puedan crecer en libertad y en seguridad? ¿Aceptamos las diferencias de los demás?». María Adánez, añade otra: «¿Vivimos en una sociedad tolerante?».
«Estos personajes no son ni buenos ni malos, ni ella es mejor ni él es peor, no hay izquierda ni derecha. Al final todos los seres humanos somos responsables de lo que pasa en la sociedad en la que estamos», cuenta Adánez, conocida por todos por sus personajes en Farmacia de Guardia o Aquí no hay quién viva.
Aunque en este caso concreto es una mochila el detonante del conflicto, en la calle cualquier diferencia puede convertirse en un elemento de discordia. «Aunque esta obra hable del acosos escolar, es una llave que abre otro tema más principal: el comportamiento de los niños es un reflejo de lo que ocurre en el mundo de los mayores», señala Enríquez. «Los niños pueden hacer gala de más crueldad, pero su comportamiento probablemente sea una aproximación de un discurso que ha escuchado en su casa», añade.
Aunque Luismi es un personaje ausente, si que es testigo del conflicto en el que están inmersos sus padres. «Está viendo como sus padres se agreden y cómo esta violencia se transfiere», aclara Luque, que este verano también ha participado en el Festival de Mérida con Alejandro Magno.
María Adánez también desvela que esta situación influye en la relación sentimental de los padres, que al comenzar la obra «están en forma amorosa» pero que ven como una problemática de este calibre los «desnuda» mostrando «la naturaleza más profunda de los dos».
Enriquez señala que la obra muestra como «el colegio criminaliza al niño por el hecho de llevar a una mochila y toma partido con los agresores», sumándose así al debate sobre el apoyo o el rechazo que las familias pueden recibir por parte de los centros educativas o las administraciones públicas.
¿Qué tiene que cambiar en la sociedad para que las diferencias dejen de ser un problema? Ante esta pregunta se forman dos equipos. Adánez y Luque, entre risas, son partidarios de que habría que empezar de cero y construir la civilización nuevamente, mientras que Roberto Enríquez confía en que el teatro puede llegar a transformar al espectador y poner la lupa en estos casos de discriminación.
Todos coinciden en que «hay muchos comportamientos que desgraciadamente a día de hoy siguen muy intrínsecos en la sociedad y que los cambios se están dando pero muy lentamente». Adánez hace referencia a que «en España, por ejemplo, seguimos anclados en la Guerra Civil».
La obra, en palabras de su director, «es un altavoz de esperanza que está silenciado en un rincón dibujando en su escritorio, a esos padres que no saben qué hacer con la problemática que tienen en el colegio, a esos niños que ven cómo están pegando a otro pero por miedo no dicen nada; es un lugar de dar sonido al silencio».