Stefan Armborst (Asociación Bona Ona, bonaona@bonaona.org)
Estos tiempos de crisis –y máxime esta crisis múltiple globalizada en la que nos encontramos– requerirían un debate profundo sobre los caminos para superarla. Aunque ya sin debatir, el ilustre coro de instituciones internacionales, gobiernos y la gran mayoría de los medios de comunicación anuncian casi al unísono que ya disponen de las panaceas para recuperar las vías del crecimiento económico. Explicamos cuál es supuestamente, para ellos, la única vía para volver al deseado “Business as Usual”:
Ejemplo 1
En su informe semestral de perspectivas sobre los países miembros, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos señala que el PIB español caerá un 11,6% este año. Según esta organización, que mantiene una posición de liderazgo en el análisis de los devenires económicos mundiales, la “razón principal de este desplome (son) las restricciones para controlar la pandemia y la interrupción continua de los viajes”, las cuales “serán un lastre para la recuperación hasta que se disponga de una vacuna eficaz”.[1]
Ejemplo 2
De los 72.000 millones de euros que los fondos europeos destinarán de 2021 a 2023 a España, el Gobierno quiere invertir un 33% en proyectos de digitalización y un 37% en la transición ecológica.[2] Predican a la ligera que “la digitalización” propicia enormemente una salida ecológicamente sustentable de la crisis actual mediante la “transformación ecológica”. Pero un artículo de la revista electrónica de El Confidencial, cuya imagen de portada luce un “Powered by Ericsson”, anuncia que “el reciente proyecto de los Presupuestos Generales del Estado contempla una partida de 256 millones de euros para financiar la Estrategia de Impulso al despliegue del 5G” que, en opinión del autor (mejor dicho, del gigante de telecomunicaciones sueca que lo patrocina), es una tecnología cuyo despliegue rápido y generalizado resulta ser un “elemento imprescindible” para facilitar “proyectos de transformación digital y de reindustrialización”[3] (por genuflexión hacia el patrocinador, la “transformación” prescinde de lo “ecológico”).
A contracorriente de este aparente gran consenso, esta contribución sostiene que la virtualización y la completa digitalización de la sociedad, a través de la tecnología 5G, el refortalecimiento del Big Data y la nanotecnología es, sobre todo, un proyecto de control y manipulación social y biogenética. Las élites económicas y sociales nos preparan una “tecnodictadura” para mantener sus privilegios ante el colapso ecológico-social en ciernes al que ellas le han preparado el terreno. Y nos conducen al fin del modelo capitalista de acumulación basado en el trabajo asalariado. Finalmente, ¿qué perspectivas y líneas del actuar individual y colectivo se perfilan para mantener los ideales de emancipación y democratización? Es hora de concretar en la práctica del día a día el sueño y los valores de una sociedad liberada que vive verdaderamente de acorde con el megaecosistema Tierra que, junto con el Sol, representa nuestra verdadera fuente de vida.
Cuestionar el mito fatídico de la modernidad capitalista
Antes de dilucidar hacia dónde nos quiere llevar la supuestamente inevitable “IV Revolución Industrial” (4RI) y la nueva era de virtualización y maquinización vía Big Data e Inteligencia Artificial (IA), habría que aventurarse a ejercer una especie de higiene mental:
Como bien comienza la primera de las 15 tesis de Jorge Riechmann[4], la digitalización no es inevitable. Y como veremos, es cada vez menos deseable y plausible. El discurso tecnólatra justifica y legitima un proyecto político-económico del sistema capitalista actual sumergido en una crisis estructural. Cabe cuestionar la virtualización de nuestras vidas, de nuestros cuerpos y de todas las relaciones con los demás, lo que implica primero cuestionar de raíz el mito del progreso tecnológico como única vía de solucionar los acuciantes problemas sociales y ecológicos planetarios. Significa despedirnos, como individuos y a nivel colectivo, del “relato que nos cuenta que crecimiento económico es igual a desarrollo, desarrollo igual a progreso y éste, por fin, igual a bienestar”[5].
Más bien, los avances tecnológicos no están planificados, promovidos y financiados para garantizar la superviviencia y el mejoramiento de las condiciones de vida de la humanidad. Por el contrario, se utilizan para un régimen de acumulación de cuyas ventajas materiales se aprovechan cada vez menos personas, agudizando las desigualdades a nivel global y nacional y agravando la catástrofe ecológica en curso.
¿Qué es lo que nos venden como Cuarta Revolución Industrial?
Para saber qué tecnomundo ubicuo nos espera nada mejor que empezar con lo que nos dilucida Klaus Schwab, fundador y director del Foro Económico Mundial, al respecto[6]. Para él, se trata de un proceso objetivo inducido por los avances tecnológicos que causará una disrupción económico-social mundial con efectos inevitables. Consiste básicamente en “un internet más ubicuo y móvil, por sensores más pequeños y potentes que son cada vez más baratos, y por la inteligencia artificial y el aprendizaje de la máquina» (12) y en “sistemas de fabricación virtuales y físicos (que) cooperan entre sí de una manera flexible en todo el planeta” (13). “Es la fusión de estas tecnologías y su interacción a través de los dominios físicos, digitales y biológicos lo que hace que la cuarta revolución industrial sea fundamentalmente diferente de las anteriores” (ibd.).
Schwab, que se caracteriza a sí mismo como “optimista pragmático” (30), dedica bastante espacio de su libro a los posibles desafíos y riesgos económico-sociales inducidos por estos avances tecnológicos, que afectará, según él, más a los consumidores que a los promotores/operadores. Vaticina «un importante descenso en la proporción del trabajo como porcentaje del PIB» (16). «Los mercados laborales, entretanto, se están decantando por una serie limitada de capacidades técnicas, a la vez que las plataformas digitales conectadas a escala mundial y los mercados conceden recompensas descomunales a un pequeño número de «estrellas»”(74).
¿Y dónde, si no en el mercado laboral, la gran mayoría se gana su pan? El economista Santiago Niño-Becerra cita la estimación de Jeremy Rifkins del año 2015: “Si la tecnología seguía avanzando en la progresión en la que había avanzado en los últimos 25 años en algún momento del siglo XXI para generar el 100% del PIB del planeta solo haría falta el 5% de la población, unos 150 millones de personas”.[7]
Schwab y otros voceros tienen cierta razón sobre la inevitabilidad de esta revolución desde arriba, pero tergiversan la relación entre causa y efecto. Para salir de la crisis, el capitalismo tiene que establecer nuevas bases tecnológicas que hace que la producción y distribución de bienes y servicios prescinda cada vez más del factor trabajo asalariado. Solo de esta manera puede mantener los márgenes de beneficios al que se han acostumbrado los accionistas del mundo corporativo dominante. O, con palabras de Schwab, solo así se podrá evitar “una reducción de sus rendimientos a escala (o, por lo menos, no los sufren tanto)” (14). Con la completa digitalización del mundo, el capitalismo ha de entrar en un período totalmente tecnificado para seguir existiendo como régimen de acumulación.
La 4RI agudiza la polarización, precarización y exclusión social
Aquí entra el factor de la funcionalidad de los avances tecnológicos como instrumentos de dominación, manipulación y control social de la población, la que pronto resultará prescindible en su mayoría. La automatización y robotización del sistema productivo “mantendrá el actual orden socio-económico a costa del sufrimiento e incluso la eliminación física, porque al mismo tiempo ofrece las tecnologías necesarias para el control de las grandes mayorías a las que este orden ya no ofrecerá lugar alguno y en último término sólo servirá para una pequeña minoría oligárquica que impulsan”[8].
En esta “distopía de alta tecnología” (Noemi Klein)[9], lo que la digitalización implica a nivel de dominación social es “que no pueda existir interacción social que no venga mediada por una interfaz digital conectada y, por tanto, se convierta en fuente de cada vez más datos sobre todo lo que hacemos. Estos datos seguirán alimentando algoritmos de inteligencia artificial que (…) están adquiriendo un poder creciente sobre nuestra vida personal y política”[10].
Tanto la tecnología 5G como las Ciudades Inteligentes (smart cities) son proyectos para controlar y manipular a la gran masa por una minoría tecnocrática. “En una sociedad de masas no hay control democrático posible de la tecnología. Esta no es gestionable, pues en sí es tecnología de gestión. Todas nuestras actividades físicas y virtuales quedarán registradas debido a las capacidades del Big Data, en miles de datos que son procesados mediante la inteligencia artificial (IA), siendo esta capaz de interpretar en tiempo real una gran cantidad de situaciones y de señalar en consecuencia las acciones que habría que tomarse respecto de ellas, al instante”[11].
Los derroteros de la tecnodictadura global
En el contexto de la pandemia actual, el gigante China con su régimen antidemocrático toma la avanzadilla en la generalización planetaria de geolocalización, reconocimiento facial, drones, prohibición de pagos en efectivo, generalización de los sensores y del rastreo y arresto domiciliario digital.
Los grandes ganadores corporativos de la actual crisis, entre ellos sobre todo los GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft), han adquirido tanto poder político que pueden alterar, maximizar o silenciar cuestiones públicas como quieran. Ellos elaboran y propagan todo un cúmulo de tecnología de control digital y presionan a los gobiernos que las instalen y generalicen. Al mismo tiempo crean y gestionan las gigantescas bases de datos con perfiles de los ciudadanos y ciudadanas elaborados a partir de la información personal vertida en la red. El Big Data sirve tanto para “adelantarse” a los individuos en la presentación de ofertas comerciales “a su medida” como instrumento de manipulación político-social para “dirigir a los distintos grupos de individuos información personalizada para moldear su visión del mundo a su conveniencia”[12].
Frente al colapso en ciernes: des-carbonizar equivale a des-digitalizar
La digitalización (que funciona como aceleradora del capitalismo) no permite avanzar hacia un mundo sostenible, sino más bien lo contrario. Hay que entenderla como una trampa del progreso. Si como sociedad (y como universidad) fuésemos capaces de un mínimo de racionalidad colectiva, emprenderíamos un proceso de des-digitalización selectivo pero rápido.
Jorge Riechmann
Lejos de ser “inmaterial” o alternativa al calentamiento global, la huella ecológica de la economía digital alcanza su nivel más preocupante con el 5G. El proceso de digitalización, robotización, inteligencia artificial y Big Data,de la 4RI, añade los elementos de la tecnología 5G (satélites, antenas, terminales) para facilitar el despliegue masivo de decenas de miles de millones de redes y objetos conectados, provocando un nuevo y severo aumento exponencial de la huella digital con demandas energéticas digitales que multiplicarían las de las TICs convencionales, y aumentarían drásticamente las emisiones globales de gases invernadero sobrepasando las proyecciones de los estudios hoy conocidos.
Las fuentes de energía de los combustibles fósiles se están acercando a las “limitaciones biofísicas”. El resultado final es que en total, las emisiones de gases de efecto invernaderos no disminuyen como se pretendía con las políticas de descarbonización del transporte, sino que incluso podrían aumentar en términos absolutos. Dado que el PIB tiende a crecer porque el sistema económico actual está basado en este objetivo, es casi imposible evitar un aumento constante de la demanda energética.
El colapso catastrófico se acerca con pasos agigantados debido a las retroalimentaciones del ciclo del carbono que ya se están activando (por ejemplo, deshielo del permafrost ártico, deforestación del Amazonas, otras mermas en la capacidad natural biosférica de almacenar carbono) que empujarían ese calentamiento hacia los 5 °C, es decir, hacía la completa destrucción de las bases que posibilitan la permanencia de la vida en la Tierra.
“Digitalización y transición ecosocial son proyectos de naturaleza antagónica bajo las relaciones socioeconómicas realmente existentes. (…) La fase digital del capitalismo industrial está suponiendo una impresionante profundización del extractivismo, un aumento de las emisiones de efecto invernadero y una destrucción ecológica ampliada.”[14]
La única manera de adaptarnos a él es pasar a un nuevo marco social y económico llamado “decrecimiento”, en el que las actuales “economías orientadas al crecimiento evolucionen hacia un nuevo sistema que satisfaga las necesidades humanas sin necesidad de un crecimiento continuo”[15].
La apuesta de la des-digitalización no significa que no haya computadoras. Significa que no todas las esferas de la vida deben convertirse en datos y computarse. La ubicua «inteligencia» sirve en gran medida para enriquecer y empoderar a unos pocos a expensas de muchos, al tiempo que inflige daños ecológicos que amenazarán la supervivencia y condiciones de vida dignas de millones de personas.
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