Por Iñigo Aduriz
21/07/2016
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El resultado electoral del 26 de junio y la reiterada negativa del PSOE a apoyarle o a facilitarle las cosas ha forzado a Mariano Rajoy a realizar una serie de gestos o concesiones a fuerzas nacionalistas que jamás se imaginó que iba a tener que hacer durante los últimos cuatro años de mayoría absoluta del PP.
La guerra abierta entre los populares y los dirigentes de la antigua Convergència –a raíz de que estos, con el expresident de la Generalitat Artur Mas a la cabeza, pusieran en marcha el proceso soberanista ya desde 2012– llegó a su fin el martes, cuando en la sesión de constitución de Las Cortes quedaron al descubierto las negociaciones emprendidas entre ambas fuerzas que llevaron a los diputados del hoy llamado Partit Demòcrata Catalán a facilitar la configuración de la Mesa diseñada por PP y Ciudadanos.
Pero la formación naranja ya ha mostrado públicamente su negativa a ese acercamiento, llegando a amenazar al PP con bloquear la investidura de Rajoy si cuenta con los nacionalistas para sumar su mayoría, tal y como explicó el miércoles el vicesecretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, en rueda de prensa en el Congreso. Puede que la firme posición del partido de Albert Rivera forme parte de la estrategia de la negociación del partido de cara a la formación del nuevo Ejecutivo, pero situará a los populares en un brete al menos en los próximos días.
El lío interno en las filas populares
Un posible acuerdo con la antigua CDC, tan improbable hace tan sólo unos meses por el enfrentamiento con el PP que se dirimió incluso en los tribunales, también agitará las aguas de los populares que ven cómo el discurso y las estrategias que han mantenido en los últimos años se resquebraja por momentos. Sobre todo después de que tanto Junts pel Sí –que aglutina a CDC y ERC– y la CUP hayan decidido mantener su agenda independentista en el Parlament de Catalunya incluyendo en el pleno de la próxima semana el debate sobre las conclusiones de la llamada Comisión del Proceso Constituyente.
Hace tan sólo seis meses, con motivo de la constitución de Las Cortes de la XI legislatura, fueron los propios miembros del PP –y algunos del PSOE– los que se llevaron las manos a la cabeza cuando el PSOE prestó tanto a Democràcia i Llibertat –la marca que utilizó CDC el 20D– como a ERC dos senadores para que pudieran conformar grupo propio.
Ahora han sido los propios populares los que han cedido sus representantes al PNV en el Senado, cediéndoles también puestos en la Mesa, y los que quieren hacer lo propio con los convergentes en el Congreso para que puedan formar su grupo parlamentario. Esto no es visto con buenos ojos ni por gran parte del PP ni por sus nuevos socios –al menos en la elección de la Presidencia de la Cámara Baja– de Ciudadanos.
Más gestos que en cuatro años
El acercamiento de los populares hacia los nacionalistas catalanes ha ido más allá este miércoles con la reunión entre la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y el vicepresidente catalán y líder de ERC, Oriol Junqueras, en el Palacio de la Moncloa. Este encuentro habría incluido concesiones. Según ha adelantado El Mundo este jueves y han confirmado fuentes gubernamentales a la agencia Efe, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, habría aceptado finalmente que el Estado asumiera la deuda bancaria a corto plazo de la Generalitat catalana cuantificada en 1.600 millones. Sin embargo, fuentes de la vicepresidencia del Govern consultadas por Cambio16 no han confirmado este extremo y han asegurado que el asunto no se ha tratado en la reunión.
Lo único cierto hasta el momento es que tras la reiterada negativa del PSOE a apoyar o abstenerse a la reelección de Rajoy, éste necesita apoyos para lograr más ‘síes’ que ‘noes’, además de los de sus 137 diputados. Es imprescindible, por tanto, que cuente con el apoyo o la abstención de Ciudadanos (32 parlamentarios), más la ayuda de otras fuerzas que tras el rechazo de la izquierda deberán llegar de los partidos nacionalistas.
El dilema de Rajoy consiste ahora en si opta por elegir a una de esas dos tendencias –o Ciudadanos o los nacionalistas– situando de nuevo la presión en el PSOE, si se centra en convencer a Ciudadanos de la necesidad de sumar a su abstención la de CDC y PNV o, por el contrario, opta por paralizar las negociaciones a la espera de la tan mentada «responsabilidad» de los socialistas. El riesgo será que estos mantengan su negativa a un Gobierno de la derecha y resulte inevitable la convocatoria de unas nuevas elecciones generales en otoño.
Por el momento el Rey comenzará el martes su ronda de contactos con todos los partidos políticos que obtuvieron representación el 26J para tratar de concretar si es posible la conformación de esa investidura.