Por Andrés Tovar
13/02/2017
Varios millones de personas en todo el mundo estuvieron en sintonía para ver la que, para muchos, es la noche más importante de la música, los premios Grammy. Vimos grandes actuaciones de muy diversos artistas, los favoritos desde hace mucho tiempo se llevaron sus galardones… otro buen momento para recordar lo que ha hecho de la música algo tan importante para nuestra historia, y por qué la música, entre todas las formas de expresión creativa, es hoy más relevante que nunca.
La música también es una industria muy innovadora que proporciona un medio de vida a decenas de artistas, músicos, productores, ingenieros, escritores y compositores de todo el mundo. Por supuesto que hay estrellas que todos conocemos, pero también hay decenas de miles de actores más pequeños, esas personas con quienes trabajan, entre los que también deben contarse los que promueven y difunden el producto final, los que componen la estructura de la comunidad de la música.
Así, mientras se celebró con éxito otra «noche más importante» de la música, también tenemos que abordar el mayor reto de la música, y de la radio tradicional en todo el mundo.
La industria ha evolucionado dramáticamente en la última década, en primer lugar con la llegada de iTunes, seguido de las plataformas de transmisión de música. En marcado contraste, las leyes en todo el mundo no han podido mantener el ritmo. Los bolsillos de los intereses de grupos de presión poderosos han manipulado durante años el ecosistema de la música para favorecer a las estaciones de radio tradicionales que utilizan la propiedad intelectual de los artistas para cosechar miles de millones en ingresos por publicidad cada año. A diferencia de cualquier otra plataforma que ofrece música a los fans, las estaciones de FM nunca pagan un centavo a los músicos que tocan las canciones que utilizan en el aire.
Para justificar este subsidio masivo, estos poderosos intereses perpetúan el mito de que la radio grande es donde se «descubren» nuevos artistas y música. La verdad es que hoy, los músicos y sus canciones se descubre a través de las redes sociales, de los servicios de música digital y de una multitud de plataformas de entretenimiento y de noticias en línea. De hecho, un análisis global indica que más del 80% de lo que suena en las estaciones de radio tradicionales, de cualquier género, tiene hasta 2 o más años de haber sido lanzado.
En 2017, la gran radio no es ciertamente el lugar de descubrimiento de nuevos artistas o la plataforma de compensación de otros a través de la promoción de su música.
El futuro de la música parece estar, desde hace años ya, en las franjas de Internet. La tecnología ha hecho que una grabación sea accesible y la distribución sólo implique subir una carpeta de archivos al servidor de Spotify; y el boca en boca en las redes sociales es hoy tan eficaz como las campañas de promoción de gran presupuesto. Es aquí cuando la radio tradicional debe comenzar a pensar cuál será el futuro de sus contenidos.
Ojo, que tampoco la función social de la radio tampoco será suplantada por un algoritmo de buenas a primeras y, sin ir más lejos, en datos en Europa indican que un 81% de los germanoparlantes, un 70% de los checos y un 62% de los italianos utilizan el radio de toda la vida para escuchar noticias o música. Hay cosas que la tecnología, en su afán por resolverlo todo, no resuelve -un modo barato y efectivo para llevar radio al coche, por ejemplo-, pero eso tampoco significa que la radio deba dormirse en los laureles.
En la tecnología, los años se cuentan como los años de los perros… no vaya a ser que les de una sorpresa. El avance de la radio digital parece ser inminente: Noruega ya apagó su frecuencia modulada en enero, ya cuenta con 22 estaciones nacionales de radio digital, y aún hay espacio en su plataforma digital para otras 20. El ministerio de Cultura de Noruega estima que la digitalización de sus emisiones nacionales de radio resultará en un ahorro anual de unos US$25 millones, suficiente argumento.
Tampoco es un escenario apocalíptico, pero es un buen momento para pensar. Mientras tanto, apaga el televisión y enciende tu transistor… Feliz día, radio.