El consumo excesivo y las cadenas de moda sacando cientos de temporadas nuevas de ropa cada año han hecho crecer de manera exponencial los desechos de textiles en el mundo. Cada segundo, el equivalente a un camión lleno de ropa es enviado a un vertedero. Ahí se acumulan en toneladas y tardan unos 200 años en desintegrarse.
En el desierto de Atacama, al norte de Chile, hay un impactante cementerio textil que ha dado mucho de qué hablar en los últimos días. Unas 39.000 toneladas de ropa usada o de temporadas pasadas acaban como basura en este lugar, una zona franca del puerto de Iquique, a 1.800 km de Santiago. Llega de todas partes del mundo, desde China y Bangladesh hasta prendas hechas en Berlín o Los Ángeles.
Aproximadamente 20.000 prendas se revenden entre emprendedores locales o las toman inmigrantes con poca capacidad adquisitiva. Es común verlos en el desierto de Atacama a altas horas de la noche sumergidos en montañas de ropa, seleccionando lo mejor que encuentren para venderla o quedársela. Hay prendas de vestir, también hay carteras y zapatos. No son de la mejor calidad, pero están en buen estado.
Malas noticias para el medio ambiente
La producción mundial de ropa se duplicó entre 2000 y 2014, según la ONU. Actualmente compramos un 60% más de ropa que hace 15 años, pero la utilizamos la mitad de tiempo que antes. Este consumo frenético de ropa le está pasando factura al planeta.
La industria textil es responsable del 20% del total del desperdicio de agua a nivel mundial, es la segunda industria más contaminante del planeta. Se calcula que aproximadamente el 73% de los materiales que entran en esta industria terminan en vertederos o incinerados. Además, un 12% se pierde de forma previa, probablemente en forma de desechos durante la confección. Todo esto provoca un fuerte impacto medioambiental y un gran gasto en la gestión de residuos.
Solo un 15% de todo lo que se produce en la industria textil termina siendo reciclado de alguna u otra manera. Un 12% se reutiliza para confeccionar otros productos como relleno de almohadas o colchones, paños de limpieza o alfombras. Un 2% se pierde durante la recogida o el procesado y solo un 1% se convierte en nuevas prendas. Aunque esto se termina reduciendo al 0,1% por los trozos que sobran durante la fabricación.
Además del alto costo de la moda rápida, la industria está constantemente expuesta a denuncias de trabajadores subpagados, maltrato infantil y condiciones deplorables para producir masivamente.
El desierto de Atacama es un enorme vertedero
Chile es el primer importador de ropa usada en América Latina. Desde hace 40 años entran al país toneladas de ropa para abastecer las tiendas. Las prendas provienen de Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia y terminan al norte de Chile, en una zona de importadores e impuestos preferenciales.
Una vez en el desierto chileno de Atacama los comerciantes del resto del país seleccionan las prendas para sus tiendas y lo que sobra no puede salir por la aduana, así que se queda ahí, acumulándose año tras año, porque es zona franca. La ropa no la aceptan en vertederos municipales porque tiene muchos químicos y no es biodegradable.
Es común tropezarse con un suéter navideño o unas botas para esquiar. Lo que se ve a simple vista es escalofriante, sin embargo, bajo tierra hay más prendas tapadas con ayuda de camiones municipales, en un intento por evitar incendios provocados y muy tóxicos por los químicos y telas sintéticas que la componen. De igual forma causa daño a las aguas subterráneas y desprende contaminantes al aire. Es tan tóxica como los plásticos.