Por Iñigo Aduriz | Fotos y vídeo: Benito Guerrero
«Legalidad, emprendimiento y equidad». Ese es el lema de Iván Duque (Bogota, 1976) y con el que pretende convertirse en el próximo presidente de Colombia en las elecciones que celebrará el país este domingo 27 de mayo. Miembro del Centro Democrático del expresidente Álvaro Uribe, el actual senador colombiano asegura representar un cambio generacional con profundas convicciones democráticas y lejos de la tradicional dicotomía entre izquierda y derecha. Recibió a Cambio16 durante una visita a Madrid para reunirse con distintos dirigentes empresariales y políticos. La entrevista tiene lugar en el hall del lujoso Hotel Ritz de la capital.
¿Cómo debería ser la Colombia del futuro?
Sueño con una Colombia que tenga tres elementos importantes. El primero es la legalidad: que logremos destruir todo el poder del crimen organizado, y me refiero al terrorismo, al narcotráfico, al contrabando o al lavado de activos, y que se luche contra la corrupción generando una sociedad que respete la ley. La legalidad genera emprendimiento, que sería el segundo de los elementos. Colombia debe ser un país que tenga nuevas empresas pujantes que innoven y transformen.
Necesitamos una política fiscal distinta y un Estado más eficiente que elimine los gastos innecesarios y que reduzca la evasión de impuestos. Eso permitirá a las empresas invertir más, mejorar los ingresos de los trabajadores y ser el motor que permita la expansión de la clase media. Si tenemos legalidad y emprendimiento el resultado es la equidad, que sería el tercer elemento. Se implantarían empleos formales y, al mismo tiempo, reformas sociales en salud y en educación para cerrar brechas y abrir oportunidades a los más vulnerables.
De estas pretensiones se deduce cuál será su plan de gobierno, pero ¿nos lo podría detallar más?
Claro. Nosotros presentamos un libro –IndignAcción (Temas de Hoy, 2017)– en el que planteamos que Colombia necesita mirar al futuro. Yo soy parte de una generación menor de 45 años que representa al 73% de los colombianos. Queremos gobernar para todos, pero con una agenda de futuro, superando los debates anacrónicos entre izquierda y derecha para poner al país a mirar hacia delante. Eso implica legalidad, emprendimiento y equidad. Y también la innovación.
Hablaba de superar los ejes izquierda y derecha. Es el discurso de Albert Rivera, en España, o el de Emmanuel Macron, en Francia.
Hay una identidad generacional. Mi generación, que es la de Macron, Rivera o el presidente de Austria, entiende que hay unos valores democráticos que no tienen por qué estar en ese peloteo entre izquierda y derecha. La seguridad no es de izquierda o derecha, es un bien público, es un valor democrático. El emprendimiento no es de izquierda o derecha. Una sociedad que no genera emprendimiento está anclada o en el estatismo o en no poder dinamizar su economía.
La equidad tampoco puede ser de izquierda o derecha. Se tiene que basar en políticas públicas efectivas que permitan ampliar la base laboral, formalizar el empleo y hacer una expansión de la clase media. Ese es mi compromiso. Ahora, si nosotros quedamos atrapados en el debate entre izquierda o derecha, terminamos generando una polarización. Hoy en América Latina el debate no está entre izquierda y derecha. Es un debate entre el populismo –que utiliza una argumentación que es pan para hoy y hambre para mañana– y una propuesta que se está haciendo desde la libertad económica y la iniciativa privada que lo que busca es sostenibilidad en el crecimiento económico y la mejora de las condiciones sociales.
Entiendo que el hecho de que no se identifique ni con la izquierda ni con la derecha no quiere decir que no tenga principios.
Claro. Ha llegado el momento de construir y fortalecer una ideología de centro que se base en los equilibrios democráticos. Por ejemplo, la seguridad debe ser respetuosa con los derechos humanos y permitir el ejercicio de las libertades. En cuanto al desarrollo empresarial, se debe también ayudar al trabajador. Y en el crecimiento minero energético, se debe tener también una responsabilidad con el medioambiente.
Construir esos equilibrios democráticos en una sociedad como la de hoy es fundamental. Ahí es donde tenemos que ganar el espacio para la sociedad colombiana que no se siente afín a los partidos. Yo, por ejemplo, tengo una política muy clara frente a las drogas. No estoy a favor de la legalización sino de castigar la dosis personal. No es un tema entre izquierda y derecha sino de qué tipo de sociedad quiero para mi país.
Ha asegurado que no es partidario de hacer trizas los acuerdos de paz, pero sí de algunas modificaciones. ¿Cuáles deben ser esos cambios?
Fui uno de los portavoces de la campaña del ‘no’ (contra el acuerdo paz). Mi deseo en ese momento era poder mostrar a los colombianos que la desmovilización, el desarme y la reinserción son bienvenidos, pero que hay que hacer unas modificaciones en los acuerdos porque se está sembrando la impunidad. El hecho de permitir que criminales de lesa humanidad con delitos de sangre [como es el caso del exlíder de las FARC Rodigo Londoño Timochenko] sean candidatos al Congreso de la República sin haber dicho la verdad, sin haber reparado y sin haber pagado penas –ni siquiera las simbólicas– es una burla a las víctimas. Por otro lado, el narcotráfico ha sido elevado a la condición de un delito amnistiable.
Ha planteado una reforma de la Constitución para que eso no sea así.
Para que quede claro en la Constitución que no puede ser amnistiable. Que no queremos eso para el futuro. Y la tal justicia especial para la paz en realidad es un gran monumento a la impunidad. Porque permite que los criminales de lesa humanidad sean elegibles, un camino por el cual pueden eludir la cárcel fácilmente.
¿Qué posibilidades ve usted para un acuerdo definitivo?
Nunca me opuse a la participación política de las FARC. Si después de una desmovilización hay una participación política, bien, pero que la representación electoral no la hagan personas que han cometido crímenes de lesa humanidad. Es un tema importante. Sé que son asuntos incomparables, pero aquí, en España, a Arnaldo Otegi no le dejaron participar hasta que no cumpliera sus penas. Es lógico para la sociedad y para las víctimas.
Otro de los asuntos que preocupa en España y también en Latinoamérica es el tema de la corrupción. ¿Qué haría usted para hacerle frente?
Es un mal endémico. Ha crecido en muchas sociedades de muchos países. Hay un aspecto de largo plazo, incluso filosófico: hay que volver a educar con valores y con una ética que sea un antídoto a la tentación de la corrupción y de la criminalidad. Estoy proponiendo recuperar en el sistema educativo colombiano las cátedras de Cívica y Humanidades de edad temprana. En cuanto a aspectos concretos, también hay que empoderar, que tenga la capacidad de disponer de la tecnología, las líneas telefónicas y las redes sociales para denunciar al corrupto y que éste sepa que lo están vigilando. Además, planteo quitarles a los corruptos hasta el último peso de los dineros mal habidos.
Tampoco puede haber ningún beneficio penal para el corrupto, ni reducción de penas ni casa por cárcel. Asimismo, ni la empresa que corrompa a un funcionario ni ninguno de sus dueños debería poder contratar nunca más con el Estado. Finalmente, se deben incrementar todos los niveles de transparencia en la administración pública, tanto a la hora de conocer el patrimonio de los ciudadanos como de explicar las reuniones que se produzcan.
¿Es realista ese planteamiento para Colombia?
Claro. Creo que es realista y tenemos que hacerlo. Es más, la lucha contra la corrupción en un gobierno de Iván Duque tendría el mismo protagonismo que tuvo la seguridad democrática en el gobierno de Álvaro Uribe.
¿De qué manera ha afectado la situación política que se ha vivido en los últimos años en Colombia a la economía del país?
La situación económica no está bien. Nuestro reto es llevar al país a crecer por encima del 5%. Colombia y España son países muy parecidos porque tienen más o menos la misma población y el mismo número de personas activas. Pero en Colombia algo más de dos millones de personas declaran la renta mientras en España lo hacen más de 19 millones. En Colombia solo siete u ocho millones de personas cotizan a la seguridad social y en España más de 20 millones. Además, tiene un ingreso medio de más de 26.000 dólares y Colombia en torno a 6.000. Para que pudiéramos tener el ingreso per cápita de España tendríamos que crecer al 1% durante 123 años o al 7% durante 20 años. La meta es que Colombia llegue a ser un país de niveles de renta per cápita como esa en 20 o 30 años.
Tenemos que empezar ya y, para hacerlo, debemos tener niveles de crecimiento altos. El Gobierno despilfarró una bonanza petrolera enorme. No ahorró para la época de las vacas flacas, no diversificó la economía en ciencia y tecnología, amplió los gastos permanentes basados en una bonanza transitoria, se cayeron los precios del petróleo y cambió crudo por impuestos. Hoy tiene asfixiadas a las empresas. Lo que yo quiero es una reforma fiscal que me permita aliviar al Estado, eliminar gastos innecesarios, reducir la evasión para bajar tarifas, estimular la inversión, crear empleo y mejorar salarios.
Usted propone lo que ha llamado la economía naranja. ¿En qué consiste?
Es un conjunto de cuatro grandes áreas: patrimonio ancestral (festivales, carnavales, gastronomía y centros arqueológicos), artes (escénicas o visuales), medios y creaciones funcionales (arquitectura, publicidad, diseño, animación digital). Esos sectores en Colombia son más que el café o más que la minería en el aporte al PIB. Mi meta es que Colombia sea la gran potencia latinoamericana de industrias creativas.
Son sectores muy enfocados a los jóvenes.
Claro, están enfocados a ellos. Son temas nuevos, inspiran y motivan. Porque están vinculados a la cultura y son transformadores. Debemos apostar por ese tipo de proyectos que, además, van de la mano de la tecnología. Es una ruta para llegar a la sociedad del conocimiento.
¿Cuáles son los sectores colombianos más atractivos para los inversores internacionales, entre ellos los españoles?
El turismo es el petróleo de España, y yo quiero que también sea el petróleo de Colombia. Quiero ver a España ayudando a Colombia a que haga del turismo su petróleo. Los bienes y servicios digitales, creativos y culturales constituyen también un área en el que Colombia puede posicionarse rápidamente. Además, en todo lo que tiene que ver con la medicina y los servicios de salud, Colombia debe ser uno de los grandes hubs de Latinoamérica. También es necesario llevar el desarrollo tecnológico al sector agropecuario de la mano de los pequeños productores, mejorando la productividad por hectárea o entrando en las cadenas de valor alimentario. Otro sector potente es el tradicional de infraestructuras o el minero energético. Y también están las industrias verdes: todo lo relacionado con las energías renovables, que tiene un enorme potencial.
Respecto a la regeneración democrática, ¿cuáles son las reformas más urgentes en Colombia?
Creo que el Congreso de Colombia es muy grande y deberíamos reducir su tamaño. También tendríamos que limitar los periodos de los congresistas y poner más requisitos a las personas que quieran acceder al parlamento. Deberíamos, además, fortalecer las listas cerradas con financiación pública y promover la democratización en el interior de los partidos.
Hablaba también de que su vicepresidenta sería una mujer.
Yo tengo ese deseo. Muchos amigos me dicen que no me amarre y que no me ponga esa camisa de fuerza. Pero tengo el firme deseo de contar con una mujer para la vicepresidencia.
¿Está a favor de las listas cremallera y de la paridad?
Hemos sido un partido que se ha caracterizado por una gran representación de la mujer. Somos el partido con más mujeres senadoras en Colombia. Los cinco primeros lugares de nuestra lista hace cuatro años fueron mujeres. Ahora en la lista abierta tenemos una representación extraordinaria de mujeres. Entonces, no sé si son necesarias las listas cremallera. Hay que dar un margen de libertad a los partidos. Nosotros queremos hacer que la mujer colombiana esté cada vez más presente en nuestra política.
En el caso de que ganara las elecciones y se convirtiera en presidente de Colombia. ¿Cuáles serían sus relaciones con el gobierno de la Venezuela de Nicolás Maduro?
He solido poner un ejemplo para que se entienda lo que pasa con Maduro: si tú vives en un edificio en el apartamento 202 y el señor que vive en el 201 golpea todos los días a su mujer y oyes los gritos, la pregunta es qué clase de vecino quieres ser, el que se monta en el ascensor y mira para otro lado sabiendo todo lo que está ocurriendo, o el que ejerce el deber moral de denunciar. Yo tengo una gran admiración y apego por el pueblo venezolano.
Y, por eso, ante la dictadura, fui a la Corte Penal Internacional a denunciar a Nicolás Maduro con el respaldo de 76 senadores de Colombia y 50 de Chile. Como jefe de Estado tendré que ser coherente con lo que hice y mantendré una agenda diplomática rigurosa, pero no voy a cesar ni un solo día en denunciar ante la comunidad internacional esos crímenes y esa dictadura. Y promoveré en la comunidad internacional que esa dictadura cese y se haga una transición hacia las libertades en Venezuela.
¿Cómo se puede solucionar la crisis venezolana?
Es muy difícil, porque los que han promovido el diálogo han terminado cayendo en la trampa del dictador, que es negociar con los presos políticos. Cualquier conversación debe partir de la liberación inmediata de todos los presos políticos. Pero es una dictadura que se quiere consolidar, por lo que el diálogo va a ser infructuoso siempre. Hasta ahora, Maduro lo ha aprovechado para fortalecerse.