La ciencia médica está focalizada en encontrar un tratamiento efectivo para curar a pacientes infectados con coronavirus, que cada día sorprende la voracidad de su contagio. Parte de las investigaciones también discurren en determinar su origen. Si se trata de una epidemia similar o diferente a otras. Si hay un ocultamiento de información o hay una ética que circunda los estudios.
A la fecha se desconoce el origen del brote, cuyos primeros casos se reportaron a finales de diciembre. Al principio se dijo que el origen estaba en un mercado de mariscos y pescados de la ciudad de Wuhan. Pronto los investigadores de la Academia de Ciencia de China lo descartaron.
Aunque confirmaron que el virus se propagó por este lugar, no tienen claro si mutó en algún animal antes de pasar al ser humano.
El coronavirus y el contexto histórico
En uno de sus trabajos recientes de la revista The Lancet, uno de sus colaboradores Robert Petham se pregunta por qué no se han aprendido lecciones pasadas. “El brote de COVID-19 crea una sensación de déjà vu con el brote de 2003 del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS)”.
NEW—Are high-performing health systems resilient against the #COVID19 epidemic?
H Legido-Quigley et al outline eight core dimensions and three important lessons that have emerged https://t.co/r4CupRWs0U pic.twitter.com/rjTQbFUatb
— The Lancet (@TheLancet) March 9, 2020
Un enfoque de lecciones para las epidemias produce lo que Kenneth Burke, tomando prestado del economista y sociólogo Thorstein Veblen, llamó «incapacidad entrenada». Cuando el presente se ve a través de la lente de los brotes de enfermedades anteriores, generalmente nos enfocamos en las similitudes y no en las diferencias. En otras palabras, las analogías crean puntos ciegos.
La designación del nuevo virus como coronavirus del síndrome respiratorio agudo severo 2 (SARS-CoV-2) por el Comité Internacional de Taxonomía de Virus lo reconoce como genéticamente relacionado. Pero diferente de los coronavirus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV).
Lo sorprendente, pero muy poco comentado, son las diferencias entre los momentos históricos de la aparición del SARS y COVID-19, comentó Peckham. El brote de SARS ocurrió a fines de 2002 y 2003, poco después de que China retomó la soberanía sobre Hong Kong en 1997. Aunque inicialmente se condenó al Gobierno chino por retener información y ocultar el alcance de la epidemia de SARS, ese país produjo un creciente compromiso internacional en afrontar esa situación.
OMS elogió esfuerzos de China
Bruce Aylward, asesor principal del director general de la OMS elogió los esfuerzos de China. Aylward codirigió la Misión Conjunta OMS-China sobre COVID-19 a fines de febrero de 2020. Tras su recorrido dijo: «Probablemente son los más ambiciosos, y yo diría, que el esfuerzo de contención de enfermedades es ágil y agresivo en la historia «.
Entretanto, el brote de COVID-19 está agravando la situación económica, afectada, entre otras razones, por el conflicto comercial entre China y Estados Unidos. Hoy, superado con la firma de un acuerdo. «La epidemia ofrece el potencial de una recesión global con una interrupción importante en las cadenas de suministro mundiales», sostuvo Peckham.
En su opinión debe hacerse una lectura fiel de los hechos anteriores y abandonar el enfoque antilecciones para hallar el origen de este nuevo virus.
The statement announcing the name of the novel coronavirus currently causing an outbreak of respiratory disease, as designated by the Coronaviridae Study Group of the International Committee on Taxonomy of Viruses, is published in @NatureMicrobiol. https://t.co/nDsQZMr8Pr pic.twitter.com/wPhlSEoLzB
— Nature Research (@nresearchnews) March 3, 2020
El contexto científico
Un estudio publicado en la revista Nature señaló que un coronavirus propio de murciélagos comparte el 96% de su material genético con el nuevo coronavirus. Sostiene que luego de análisis de los genomas del nuevo coronavirus se permite conocer su «árbol genealógico». Es decir, «parentesco» con otros coronavirus similares, ya sean en humanos como el SARS o en coronavirus presentes en murciélagos.
Advirtió, además, que si el nuevo coronavirus fuera de creación artificial, los científicos lo habrían detectado. Debido a que tendría más mutaciones de lo esperable o contendría ciertas modificaciones genéticas artificiales cuya aparición por azar sería extremadamente improbable.
Científicos de diferentes centros de investigación del mundo realizaron una declaración pública en la revista médica The Lancet para apoyar el trabajo científico en China:
«Nos mantenemos unidos para condenar enérgicamente las teorías de la conspiración que sugieren que la COVID-19 no tiene un origen natural. Científicos de varios países han analizado los genomas del agente causal, el SARS-CoV-2, y estos prueban que este coronavirus surgió de la vida silvestre, como otros muchos patógenos emergentes».
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