Por Luis Carlos Ramírez
24/11/15
El Abrazo o La Amnistía, como también se conoce el cuadro del pintor Juan Genovés, icono de la reconciliación política durante la Transición, se ha ubicado definitivamente en las paredes del Congreso de los Diputados tras el visto bueno del patronato del Museo Reina Sofía. La decisión fue tomada por el órgano rector de la pinacoteca tras la petición formal de Mesa de la Cámara baja -el pasado 5 de octubre-, a iniciativa de la coalición Izquierda Unida y ‘en atención al valor histórico y documental de la obra’.
El artista valenciano, Juan Genovés, adelantó a Cambio16 su «alegría y satisfacción» por esta decisión que considera «más que esperada», dado que el cuadro ha permanecido semiclandestino en los almacenes del Reina Sofía. Genovés, que pintó la obra en 1976, se siente orgulloso de la futura ubicación de El Abrazo ya que «ahora es de todos los españoles demócratas que lo hicieron suyo». «Siempre lo dije y lo sigo pensando», ha puntualizado a este digital.
El Abrazo se ha expuesto en una de las salas del Palacio de la Carrera de San Jerónimo como referente histórico e incono de la reconciliación política tras la dictadura de Franco.
El periplo de la obra, que en 2016 cumplirá cuarenta años, ha sido tan rocambolesco como la clandestinidad a la que el propio museo ha sometido a una de las pinturas mas emblemáticas de nuestra reciente democracia. Apenas salió dos veces de la pinacoteca, la ultima para la exposición del Pop-art en el Museo Thyssen-Bornemisza.
El cuadro se vendió a finales de los 70 a un coleccionista americano, tras lo que el gobierno de Adolfo Suárez decidió que volviera a España, recuerda Genovés. “Quien me lo comunicó fue Felipe Garín, director general de Bellas Artes. Pierre Levai, director de la Galería Marlborough, -con la que aún continúo trabajando-, consiguió recuperarlo. Una vez en España el cuadro desaparece. Iba dirigido al entonces Museo de Arte Moderno instalado en la Ciudad Universitaria de Madrid. Se empeñaron en decir que allí no había llegado, estaban los documentos de aduana, etc. Gracias a operarios de CCOO que trabajaban en el museo después de tiempo buscando dieron con él. Estaba ¡escondido! dentro de una caja, dentro de otra vacía y de otra, en un rincón. Increíble. Salió en prensa, colgaron el cuadro a la vista del público y lo volvieron a esconder en el almacén. Luego ya en el Reina Sofía, todos sabemos… o no sabemos, por qué lleva tantos años en el almacén”.
Genovés recuerda que un periodista japonés le preguntó hace años como se podía tener ‘escondido’ un cuadro tan importante siendo un símbolo para España y su democracia, a lo que el autor contestó: “No, si el (el cuadro) es muy feliz, nació en la clandestinidad y sigue clandestino. Es lo suyo”. La anécdota provocó cierta reacción, ya que multitud de gente lo llamó y escribió indignada, preguntando por qué no se exhibía el cuadro en el museo. «Lo exhibieron, si, un par de meses… y volvió al almacén. Somos así. Estoy seguro de que en cualquier otro país, como EEUU o Alemania, este cuadro estaría colgado desde hace tiempo en el sitio que le corresponde», asegura con modestia y satisfacción el pintor.
La obra que el artista valenciano pintó en 1976, todavía en plena y convulsa clandestinidad, es sin duda la imagen de la reconciliación durante la transición española que dio fin a cuarenta años de represión y ausencia de libertades. Genovés lo recuerda bien ya que su masiva reproducción como reclamo para la liberación de los presos políticos le costo incluso la cárcel: «Mi cabeza andaba ocupada en un proyecto plástico, para dar forma pictórica a la reconciliación nacional. Fueron muchos intentos fallidos, bocetos y cuadros que destruía, hasta que di con el ‘click’. Un día salieron de un colegio cercano a mi estudio los niños alborozados dando gritos, risas y, de pronto, se abrazaron todos juntos. Ese fue el momento de ¡El Abrazo! aunque existen dos o tres cuadros sobre el tema”.
Un año después de su creación, El Abrazo sirvió como cartel-reclamo de la amnistía demandada por todas las fuerzas políticas de oposición a la dictadura, del que se editaron 500.000 ejemplares y, pese a un primer intento de secuestro por la policía franquista, consiguió ‘empapelar’ media España. Ello le costó la cárcel al pintor valenciano que paso una semana en los calabozos de la Puerta del Sol (entonces sede de la temida Brigada politico-social de triste recuerdo, como centro de torturas).
La pintura sirvió igualmente de base para la escultura que en la madrileña glorieta de Antón Martín recuerda a los abogados asesinados por pistoleros falangistas en el atentado contra un despacho de abogados laboralistas de la calle de Atocha en 1977.