Las medidas de restricción derivadas del COVID-19 llevaron la paralización total o parcial de actividades. Esta situación ha generado una natural preocupación por el impacto que tendrá para las empresas, los puestos de trabajo y la formación académica por nombrar solo algunos. Pero también podría tener un efecto inesperado (y tal vez positivo) en nuestros hábitos de consumo.
Un nuevo estilo de vida
El primer efecto visible de las medidas de confinamiento, es que la gente cambió sus rutinas completamente. Los estudiantes no van a clases, ni las personas a sus trabajos. Las salidas al cine, al teatro o al fútbol también cesaron.
Todo esto ha llevado a una planificación distinta para hacer las compras, uso de las herramientas digitales para el teletrabajo y la educación a distancia, y más tiempo libre en familia.
Menor movilidad, menor polución
Algunos centros laborales trabajan en modo teletrabajo por primera vez. Otros, han extendido este sistema a la más actividades de originalmente establecidas. En la práctica esto se traduce en cumplir las metas, pero reduciendo el uso de transporte y, con ello,tiempo y emisiones contaminantes por traslados.
La bicicleta ha demostrado ser nuestra gran aliada en tiempos de contingencias, ya que su uso ha sido una alternativa para quienes tienen que salir y temen contagiarse en el transporte público. Algunos comercios locales se apoyan de ella para hacer entregas a domicilio y otros grupos ciudadanos las usan para hacer sus compras u otros mandados. La bicicleta no produce emisiones contaminantes.
Según la la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) midió las emisiones de NO2 en varias ciudades europeas.
El estudio mostró que en Barcelona, los niveles promedio de NO2 disminuyeron un 40% de una semana a la siguiente. En comparación con la misma semana en 2019, la reducción fue del 55%.
En Madrid, los niveles promedio de NO2 disminuyeron en un 56% de una semana a la siguiente. En comparación con la misma semana en 2019, la reducción fue del 41%.
Cambios en los hábitos de consumo
Las restricciones de movilidad también han hecho que los ciudadanos compren en comercios locales. Esto tiene un impacto en las economías familiares.
No todos los nuevos hábitos de consumo son amigables con el medio ambiente, pues durante los primeros días también se registraron las llamadas compras de pánico o compras masivas que vacían los súper mercados.
Debido al impacto económico y sus secuelas por el coronavirus, apoyar a los negocios locales, aún después del fin del confinamiento, puede ser una manera de ayudar a muchas familias. En estos comercios es más factible la compra de productos a granel, en embalajes de reutilizables y sin etiquetas contaminantes.
Además, los negocios locales están organizando para impulsar alternativas de distribución que no son contaminantes, como el uso de la bicicleta.
Mejor alimentación
Pasar más tiempo en casa también ha significado para algunas personas cocinar más y planear una dieta semanal para administrar mejor los alimentos. Esto nos puede ayudar a reducir gradualmente nuestro consumo de carne y elaborar dietas que sean sanas para el cuerpo humano y para el medio ambiente.
Estos días de aislamiento son un buen momento para experimentar nuevas recetas y lograr una dieta balanceada. La imposibilidad de salir a comprar a cada momento lo que se nos antoje, nos da la oportunidad de que aprovechemos al máximo lo que tenemos en casa y desechar la menor cantidad de alimentos posible.
La UNICEF afirma que cocinar y comer todos juntos es una forma excelente de crear rutinas saludables, fortalecer los lazos familiares y divertirse. Recomienda a los padres invitar a sus hijos a participar en la preparación de la comida. El confinamiento puede dar una oportunidad para comer y compartir en familia, desarrollando mejores hábitos de consumo.
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