El colapso de la civilización ha sido tema recurrente en la literatura y el cine, sobre todo de ciencia ficción. Aunque no solo quienes crean historias fantásticas le han puesto atención a este tema. Desde la antropología hasta la economía, pasando por la arqueología y hasta la astronomía se han planteado -con rigurosidad científica- el fin de la sociedad como la conocemos. Pero, entre la imaginación literaria y el análisis de la ciencia, cabe preguntarse ¿cuán en serio debemos tomarnos este asunto?
A medida que avanza la civilización moderna, más estudiosos han centrado su atención en el declive y la caída de las civilizaciones del pasado. Sus estudios han generado explicaciones de por qué las sociedades colapsan y mueren.
El temor latente de que la civilización esté viviendo en un tiempo prestado también ha generado una contracorriente de optimistas que se aferran desesperadamente a su creencia en el progreso sin fin. Viven con la certeza tranquilizadora de que este tren es indetenible. Aún así, el hecho de que la civilización haya avanzado tanto, no es una garantía de que el proceso sea indetenible.
La historia no perdona
El primer argumento a favor de que la civilización llegará irremediablemente a su fin -en algún momento- reposa en el hecho que ha ocurrido ya en el pasado. Después de todo, la sociedad actual se apoya sobre las ruinas de civilizaciones antiguas que, una tras otra, han desparecido, muchas veces sin una causa aparente, más que su propio ciclo natural.
Los estudiosos de sociedades antiguas señalan con precisión que el colapso abrupto es un fenómeno histórico poco común. Un mismo patrón se repite una y otra vez en la historia. La desintegración gradual, no un colapso catastrófico repentino, es la forma en que terminan las civilizaciones.
Tal es el caso de la antigua Roma, Grecia o Egipto, que cayeron por su propio peso. Más por el desgaste de mantener su poderío y estilo de vida, que por la amenaza de agentes externos.
Un caso diferente ocurrió en la América precolombina, que fue superada por la supremacía militar europea. Más recientemente, los imperios europeos han perdido buena parte de su antiguo poder.
Aunque no han colapsado de forma repentina, lo cierto es que la historia demuestra que no hay civilización que perdure por siempre.
La amenaza global
Otro elemento que se suma a esta visión apocalíptica es la evidencia científica de que las actividades antropogénicas están teniendo un impacto muy severo en el delicado equilibrio medioambiental del planeta.
Cada año que llega trae récords absolutos de temperatura a nivel global. Se ha visto que el planeta se está calentando mucho más deprisa de lo que se pensaba.
El progreso del pasado se construyó sacrificando el futuro, y el futuro ya está aquí. Todos los grandes logros de la sociedad, como los niveles de vida, la esperanza de vida y el crecimiento económico, son el producto de una civilización industrial que ha saqueado y contaminado el planeta para producir un progreso temporal.
Una gran diferencia
Si la desaparición de las sociedades antiguas no ha sido producto de un colapso repentino, sino un proceso gradual, el caso de la actual civilización global presenta una notable diferencia.
La civilización industrial no es romana, china, egipcia, azteca o maya. Es global. Las civilizaciones preindustriales agotaron su capa superior del suelo, talaron sus bosques y contaminaron sus ríos. Pero el daño fue mucho más temporal y geográficamente limitado.
La sociedad industrial contemporánea está impulsada por una fuente de energía excepcionalmente rica, no renovable e insustituible: los combustibles fósiles.
Esta base de energía única predispone a la civilización industrial a una corta y meteórica vida útil de auge y caída drástica sin precedentes. Las megaciudades, la producción globalizada, la agricultura industrial y una población humana que se acerca a los 8 mil millones son históricamente excepcionales e insostenibles sin los combustibles fósiles.
Dos siglos de uso (y abuso) de combustibles fósiles han saturado la biosfera con carbono que altera el clima y que seguirá causando estragos en las generaciones venideras. El daño a los sistemas vivos de la Tierra: la circulación y la composición química de la atmósfera y el océano; la estabilidad de los ciclos hidrológico y biogeoquímico; y la biodiversidad de todo el planeta, es esencialmente permanente.
La paradoja de Fermi
Y aunque parezca absurdo. La astronomía (en especial la búsqueda de vida extraterrestre) también tiene algo que decir acerca de un posible colapso de la civilización. En concreto, la llamada Paradoja de Fermi, que explica la razón por la cual no se ha hallado vida inteligente (o que ella no nos haya encontrado a nosotros).
La paradoja se inició como respuesta a otra tesis, la llamada Ecuación de Drake. En esta, se afirma que que hay miles de millones de galaxias en el universo observable y miles de millones estrellas en cada una. Esto quiere decir que hay billones de planetas. En un buen número de ellos puede haber surgido la vida y prosperar civilizaciones tecnológicamente avanzadas.
Pero en 1950, cuando Enrico Fermi y sus colegas discutían la existencia de vida extraterrestre durante el almuerzo. La pregunta que Fermi le hizo a la mesa se hizo infame por su simplicidad: «¿Dónde están todos?»
La Vía Láctea tiene unos 10 mil millones de años de antigüedad y 100.000 años luz de diámetro. Si los extraterrestres tuvieran naves espaciales que pudieran viajar al 1% de la velocidad de la luz, la galaxia ya podría haber sido colonizada 1.000 veces. ¿Por qué no hemos tenido noticias de ninguna otra vida? Es a partir de allí que nació la paradoja.
Fin de las civilizaciones
Algunos científicos piensan que el silencio es el producto de algo que han acuñado como el Gran Filtro, un muro evolutivo impermeable a la mayor parte de la vida, que no puede ser atravesado.
Es posible que las civilizaciones avanzadas han chocado contra el Gran Filtro, y han dejado de existir, lo que implica que nosotros también golpearemos ese muro eventualmente.
Según la ecuación de Drake, si una civilización pudiera vivir al menos un siglo después de desarrollar la tecnología de transmisión, podría haber 10 civilizaciones solo en nuestra galaxia. Pero, ¿y si no pudieran vivir 100 años después de desarrollar esta tecnología? A medida que comenzamos a desarrollar nuestra propia tecnología de transmisión, también desarrollamos energía nuclear, avanzamos en el calentamiento del clima y agotamos nuestras fuentes de alimentos con la superpoblación.
¿Es tan exagerado decir que tal vez una civilización inteligente no puede vivir durante 100 años después de desarrollar tecnología de transmisión que penetra en el espacio? Si las civilizaciones pueden sobrevivir típicamente solo 10 años después de desarrollar esta tecnología, entonces podemos ser la única vida inteligente en nuestra galaxia, o incluso en todo el Universo.
¿Hacia el colapso de la civilización?
Entonces, no hay certeza de que la civilización se esté acercando a su colapso. Pero la ciencia nos muestra que es, cuando menos, altamente probable. La historia nos habla de que toda civilización llega, eventualmente, a su ocaso.
El clima nos enseña que el desarrollo tecnológico puede causar una catástrofe global que signifique el fin auto infringido de la civilización. Y la astronomía nos dice que las matemáticas están en nuestra contra. La apuesta es muy alta.
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