El cobre cada día cobra mayor interés como materia prima esencial de las tecnologías de descarbonización. La demanda del mineral se ha disparado de manera descomunal, con su respectivo repunte de precios. Sin embargo, la industria no se ha desarrollado a la misma velocidad que estas energías limpias y actualmente hay una escasez mundial que, según expertos, se prolongará por un tiempo.
La crisis climática exige apresurar la sustitución de los combustibles fósiles por energías renovables como la eólica, la solar, la geotérmica y la hidráulica. Todo este proceso requiere que se construyan más infraestructuras como parques eólicos y solares, se aumente la producción de vehículos eléctricos y se elaboren miles de millones de baterías. Y el componente clave para alcanzar esta meta es el cobre.
Especialistas señalan que para satisfacer la demanda mundial de energía limpia en los próximos años será necesario producir una cantidad significativa de cobre adicional que para 2035 rondará las 10 millones de toneladas métricas. Graeme Train, jefe de análisis de metales de la multinacional suiza Trafigura, precisa que un tercio de esa nueva demanda provendrá del sector de vehículos eléctricos y otra parte significativa de la generación, transmisión y distribución de electricidad, así como de la automatización, inversión en manufactura y sistemas de enfriamiento en centros de datos, especialmente relevantes debido al crecimiento en el uso de inteligencia artificial.
Existe una tendencia creciente a que el cobre sea de tipo verde, producido con altos estándares medioambientales, lo cual incluye muy bajas o cero emisiones, además del respeto a las comunidades locales. Aunque hay expertos que aseguran que el solo hecho de ser la materia prima esencial para desarrollar las tecnologías ecológicas ya es un aporte significativo para revertir el cambio climático. Explican que estas energías verdes representan potencialmente 66% de la reducción global de las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2050. Mientras que la huella que deja la producción de cobre solo alcanza 0,2% de esas emisiones.
Precios y escasez de la mano
Los precios del cobre han estado considerablemente altos en los últimos años, con un promedio del 33% de aumento entre 2021 y 2023 en comparación con la última década, y se espera que esta tendencia al alza continúe debido al sólido panorama de demanda. Juan Manuel Martínez, socio del área de corporate Treasury Advisory Faas de EY España, calcula que este mineral se mantendrá por encima de los 8.500 dólares la tonelada durante los próximos años, con el riesgo de superar incluso los 10.000 dólares. A principios de 2023 alcanzó la cifra máxima de los últimos siete meses, al ubicarse en 9.550 dólares. Esto como consecuencia de la caída del dólar y las especulaciones de que China, el mayor consumidor de cobre en el mundo, reactivaría su demanda.
La disminución de las existencias de cobre en almacenes registrados, combinada con interrupciones en la producción de cobre debido a cierres de minas como la de First Quantum en Panamá, problemas políticos en países productores como Perú y aumento de impuestos, también han contribuido a esta tendencia alcista en los precios. En tan solo el último mes, el precio del cobre habría ascendido un 10,29%. Alcanzó un máximo de 4,49 dólares / libra el pasado 19 de abril de 2024.
Producción insuficiente
La consultora KPMG prevé una inminente crisis en el suministro del cobre para 2030, con un déficit anual de 5 millones de toneladas. La incursión en las energías renovables agrava la situación. El auge los vehículos eléctricos y las baterías han incrementado la demanda del cobre en los últimos dos años. Goldman Sachs calcula que para 2030 aumentará 600% debido a la adopción de tecnologías verdes.
Esta combinación de demanda creciente y oferta restringida refuerza los presagios de grandes déficits más allá de 2023. En consecuencia, va a ser difícil que el precio baje de los 8.000 dólares incluso si la producción en América Latina vuelve a la normalidad. La Asociación Internacional del Cobre destacó que la demanda de cobre refinado, impulsada por los esfuerzos globales de descarbonización, casi se triplicará para 2050 en comparación con los niveles de producción de 2020. Se prevé que aumente de los 20 millones de toneladas producidas en 2020 a unos 57 millones de toneladas.
Chile es el los mayor productor mundial. Según la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), extrajo 5,2 millones de toneladas métricas en 2023. Seguido de Perú, con 2,7 millones de toneladas, y la República Democrática del Congo, con 2,6 millones de toneladas. La producción en el país africano creció un 11% más que en 2022, Perú subió un 4% y Chile cerca de un 2%. Estos dos últimos porcentajes preocupan a los expertos y empresarios mineros que ven cómo se va reduciendo el nivel extractivo de los dos Estados latinoamericanos. La producción global de cobre se sitúa en los 22 millones de toneladas. Los datos preliminares del Grupo Internacional de Estudios del Cobre (ICSG) indican que esta solo aumentó un 1% en los 11 primeros meses de 2023.
El protagonista y sus desafíos
El litio y el cobalto han sido tradicionalmente considerados como las estrellas en la transición hacia la electrificación y las energías renovables. Pero el cobre destaca como un recurso indispensable por sus ventajas comparativas. Uno de los principales beneficios es su versatilidad y aplicabilidad en una amplia gama de tecnologías. Desde los cables eléctricos hasta los paneles solares y los sistemas de almacenamiento de energía, el cobre desempeña un papel fundamental en la eficiencia y la fiabilidad de las infraestructuras energéticas.
El cobre se destaca por su durabilidad y conductividad eléctrica. Esto lo convierte en una opción atractiva para aplicaciones que requieren un rendimiento óptimo a lo largo del tiempo. En comparación con el litio, cuya extracción y procesamiento pueden plantear desafíos ambientales y sociales, el cobre se presenta como una alternativa más ecológica y responsable en el contexto de la transición energética.
De allí que las compañías mineras se hayan visto incentivadas a adoptar prácticas más sostenibles en la extracción y procesamiento de este metal. Empezaron a utilizar tecnologías limpias para alinearse con los estándares ambientales exigidos por las nuevas tecnologías y las regulaciones gubernamentales. Para mitigar el impacto ambiental, han optimizado los procesos de extracción. El objetivo es reducir el consumo de agua y energía. También han adoptado tecnologías de reciclaje para minimizar la generación de residuos.
Además, hay un creciente interés en la certificación de prácticas sostenibles y la transparencia en las cadenas de suministro de cobre. Mediante la trazabilidad del origen del metal y la comunicación abierta sobre las prácticas ambientales y sociales involucradas en su producción, las empresas buscan mejorar su reputación y responder a las demandas de una minería responsable.
Modernizarse para estar a la altura
El desafío es cómo mantener o aumentar la producción en un escenario de decrecimiento de las leyes de cobre (porcentaje de cobre fino de un yacimiento), yacimientos más profundos, escasez hídrica, cambio climático, crecientes estándares ambientales y un mayor empoderamiento de las comunidades que buscan ser justamente escuchadas.
Especialistas consideran importante comprender que la forma de abordar la situación es a través del conocimiento, la innovación y las nuevas tecnologías. La denominada Minería 4.0, que es la aplicación de tecnologías asociadas a la revolución tecnológica 4.0. Aseguran que el mayor uso de datos y su análisis —mediante técnicas de aprendizaje de máquinas e inteligencia artificial— permitirían un mejor entendimiento de los recursos geológicos y el descubrimiento de nuevos yacimientos.
También sería una herramienta para un mejor monitoreo de los procesos y toma de decisiones en tiempo real. Permitiría un mantenimiento más eficiente y predictivo de los equipos. Además del modelamiento integrado y predictivo de distintas operaciones unitarias, así como un uso más eficiente de insumos, agua y energía. Incrementar el análisis de los datos generados serviría para monitorear el impacto ambiental (agua, glaciares, emisiones de CO2, relaves, biodiversidad, polvo, etc.). El fin sería tomar acciones correctivas. Implementar la automatización y teleoperación de equipos y vehículos, así como el uso de robots y drones, para aumentar la seguridad de las operaciones y de sus trabajadores.