Los estudios realizados sobre la memoria en animales concluyeron que los delfines tienen una memoria social muy extensa y pueden reconocer a otros miembros de su entorno tras separaciones de hasta 20 años o más. Sin embargo, un reciente estudio de la Universidad de Berkeley, en California, verificó que los chimpancés y los bonobos también pueden reconocer a amigos y familiares por más tiempo, incluso varias décadas.
La investigación liderada por la psicóloga Laura Simone Lewis documenta que la memoria social en chimpancés y los bonobos les permitió reconocer a compañeros de grupos con los que no habían tenido contacto en décadas. Los hallazgos contribuyen a explicar cómo desarrollamos una memoria rica a largo plazo.
Los investigadores descubrieron que los grandes simios y chimpancés, nuestros parientes vivos más cercanos, pueden reconocer a sus familiares y compañeros de grupo después de más de dos décadas sin verlos. Tenen la memoria no humana más duradera. Los hallazgos también refuerzan la teoría de que la memoria a largo plazo en humanos, chimpancés y bonobos proviene de un ancestro común que vivió hace entre 6 millones y 9 millones de años.
Cómo se hizo el experimento
El equipo utilizó cámaras infrarrojas de seguimiento ocular para registrar dónde miraban los bonobos y los chimpancés cuando se les mostraban imágenes de otros bonobos o chimpancés uno al lado del otro. Una foto correspondía a un bonobo o un chimpancé extraño; la otra foto era de un bonobo o un chimpancé con el que el participante del experimento había tenido una relación o era un familiar. Se requería que ambos hubiesen tenido contacto cercano, por lo menos durante un año o más antes de la separación.
Los investigadores se dieron cuenta que los ojos de los participantes se detuvieron más tiempo en las imágenes de los chimpancés o bonobos con quienes habían vivido anteriormente. El gesto sugiere cierto grado de reconocimiento.
Louise recuerda a su hermana después de 26 años separadas
En un caso particular, una bonobo llamada Louise, que tenía 26 años sin ver a su hermana Loretta ni a su sobrino Erin, mostró interés en la fotografía de ambos. Sus ojos se centraron inmediatamente en la foto de sus familiares. “Se reconocieron mutuamente”, afirmó Laura Simone Lewis, investigadora del departamento de psicología de Berkeley y autora del estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
Los participantes observaron durante más tiempo a los miembros de su comunidad con los habían tenido relaciones positivas, en comparación con los que se llevaron peor o fueron antagónicos. Reconocen mejor a los amigos que a los enemigos. “No sabemos exactamente cómo es esa representación, pero sabemos que dura muchos años”, dijo Lewis.
Somos muy parecidos
El estudio muestra que no somos tan distintos de los simios. Somos más parecidos a ellos y ellos a nosotros de lo que creemos. Los hallazgos amplían lo que se sabía sobre la memoria a largo plazo en los animales y también plantean interrogantes centrales para la biología y la psicología evolutiva. ¿Cómo desarrollaron los humanos una memoria a largo plazo tan buena?
Comprender los vínculos entre nuestra memoria vívida y episódica y el recuerdo de otros animales ha sido durante mucho tiempo un enigma para los investigadores. Estudios hechos en el pasado probaron que los cuervos, por ejemplo, recuerdan a las personas que los engañaron y pueden recordar además relaciones sociales de manera asombrosa.
La memoria social más allá de unos pocos años se había documentado anteriormente en los delfines, que pueden reconocer vocalizaciones hasta por 20 años. “Hasta ahora la memoria social a largo plazo más larga jamás encontrada en un animal no humano era la de los delfines. Nosotros estamos mostrando que los chimpancés y los bonobos pueden recordar tanto tiempo o más”, explicó Lewis.
El proyecto se originó porque especialistas en primates que pasaban meses o años con ellos haciendo trabajo de campo se iban, pero al regresar meses o años después, los chimpancés o los bonobos los trataban el equipo comenzó lo que en ocasiones era genealogía y álbumes de recortes a partes iguales.
Escoger a los participantes
En primer lugar, necesitaban identificar bonobos y chimpancés que habían sido separados de lo que podrían considerarse sus amigos o familiares. A veces, sus compañeros de grupo habían sido reubicados en otros zoológicos para evitar la endogamia. Otras veces, es posible que un hermano o un miembro del grupo mayor haya muerto, mientras todos vivían juntos.
Con una lista de parejas en la mano, repartidas por varios zoológicos de Europa y Japón, los investigadores necesitaban rastrear fotografías para mostrárselas a los participantes. Sin embargo, no podía ser cualquier imagen. Se necesitaban fotos de buena calidad tomadas en momentos muy próximos a los que la pareja se vio por última vez.
Esta parte del experimento fue fácil gracias a que había material fotográfico de los animales que fueron separados recientemente, en una época rica en imágenes de buena calidad. Resultó más complicado para otros, como el caso de los familiares de Louise, que fueron separados en la década de los noventa, en 1995. Y al ver su foto la recordó.
Reconocen a los amigos
Los chimpancés y los bonobos reconocen fotografías de compañeros de grupo que no han visto en más de 25 años y responden con más entusiasmo a las fotos de sus amigos. Después de configurar un sistema informático con cámaras sensibles y herramientas de seguimiento ocular no invasivas, a los animales participantes se les permitió ingresar a la sala voluntariamente.
Se les daba una recompensa. Una botella llena de zumo de frutas. A bonobos y chimpancés les encantan los zumos de frutas y suelen comer mucha fruta. Mientras bebían, las pantallas frente a ellos alternaban entre pares de imágenes. Las cámaras controlaron hacia dónde se desplazaban los ojos de los animales. Y la computadora registró el tiempo dedicado a cada imagen en fracciones de segundo.
“Fue una prueba realmente simple: ¿A quién miran más tiempo: a su compañero de grupo anterior o a un extraño? Descubrimos que miran mucho más tiempo las fotografías de sus compañeros de grupo anteriores”, contó Lewis.
Un estudio internacional
El estudio contó con la colaboración de investigadores de la Universidad de Harvard, la Universidad Johns Hopkins, la Universidad de Kyoto, la Universidad de Amberes en Bélgica y la Universidad de Konstanz en Alemania. Todos se mostraron especialmente preocupados sobre cómo podrían reaccionar los participantes cuando se les mostrara la imagen de un familiar o de un amigo del pasado que no habían visto en años.
Cuando comenzó el proyecto, los cuidadores de los zoológicos monitorearon a los animales en busca de señales de estrés. Sin embargo, no mostraron ningún signo de agitación. En cambio, cuando aparecían en la pantalla imágenes de un pariente cercano, los participantes a veces dejaban de beber el jugo por completo, aparentemente hipnotizados por la imagen. Algo importante sucedía en su mente al reconocer amigos o familiares en las imágenes.
¿Cómo son los recuerdos?
No está claro qué tipo de recuerdos pueden tener. ¿Narrativas ricas y episódicas como las que tienen los humanos? ¿Podría haber habido alguna curiosidad fugaz sobre por qué vieron esto? ¿Pueden extrapolar cómo serían esos familiares hoy? Quedan muchas interrogantes por responder.
Lewis planea seguir investigando. Otra razón del estudio es conservar los hábitats que ofrecen refugio a los bonobos en peligro de extinción, animales que pueden enseñarnos mucho sobre nosotros mismos. “El estudio nos recuerda cuán similares somos a otras especies y la importancia de protegerlos”, afirmó Lewis.
La memoria de los delfines
Los delfines ha demostrado tener una memoria prodigiosa. Pueden reconocer silbidos de sus antiguos compañeros después de permanecer separados más de 20 años,. Un dato que indica que los delfines tienen un nivel de sofisticación cognitiva comparable con los seres humanos, los chimpancés y los elefantes.
El talento de los delfines para el reconocimiento social puede ser más duradero que el reconocimiento facial entre los seres humanos. Las caras humanas cambian con el tiempo, pero el silbato que identifica un delfín permanece estable a lo largo de décadas. “Esto nos muestra que se trata de un animal que opera cognitivamente a un nivel muy coherente con la memoria social del ser humano”, explicó el investigador, Jason Bruck, de la Universidad de Chicago. Sus conclusiones están publicadas en “Proceedings of the Roayl Society B.”
Se estudiaron a 53 delfines en cautiverio
Para realizar el estudio se recogieron datos de 53 delfines nariz de botella que vivían en 6 instalaciones diferentes, como el zoológico de Brookfield, cerca de la ciudad de Chicago, y el “Dolphin Quest”, en la isla de Bermudas. “Este es el tipo de estudio que sólo se puede hacer con grupos cautivos cuando se conoce el tiempo que los animales han estado separados. Hacerlo en la naturaleza sería casi imposible”, aclaró.
El reconocimiento de los silbidos, que son como la firma de cada delfín, permiten probar el alcance de la memoria de estos cetáceos. Estudios anteriores demostraron que cada delfín desarrolla su propia firma única con su silbido, que parece funcionar como un nombre.
Bruck reprodujo grabaciones de silbidos de delfines que habían vivido con los que participaron en el estudio y se determinó que los delfines reconocían los silbidos de sus antiguos compañeros mientras mostraban desinterés ante los silbidos de delfines con los que nunca habían interactuado. Se aburrían rápidamente al escuchar silbidos de delfines que no conocían, pero se entusiasmaban al oír silbidos grabados de sus antiguos amigos. A pesar de que no los hubiesen escuchado por décadas.