«Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá». Estas palabras del Evangelio de san Lucas suenan como un advertencia para el excardenal Theodore McCarrick. Se le acusa de haber utilizado su posición de príncipe de la Iglesia Católica para abusar de seminaristas y monaguillos. También retumban las palabras del Señor, esta vez en versión de Mateo: «Cuanto le hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis».
La gravedad del caso reside principalmente en que el exobispo de Washington, como figura de autoridad de la Iglesia Católica, abusó de la confianza depositada en él por los fieles y clérigos de menor rango. Además, utilizó sus influencias, conexiones y reconocimiento público, para evitar el juicio -canónico, civil y penal- y así permanecer impune.
Pero la mira no está únicamente centrada en Theodore McCarrick. Su caso ha puesto al descubierto que obispos, cardenales y papas restaron importancia o desestimaron los informes de que se había acostado con seminaristas. Desde Juan Pablo II hasta Francisco se extiende el manejo ingenuo del delicado asunto, hasta que un ex monaguillo alegó abuso.
Una responsabilidad compartida
El Vaticano dio el paso extraordinario de publicar el informe de más de 400 páginas con los resultados de la investigación interna de dos años sobre el prelado estadounidense. Un resumen del documento atribuye la mayor parte de la culpa al papa san Juan Pablo II. Fue él quien nombró a Theodore McCarrick arzobispo de Washington, en el año 2000. Lo hizo a pesar de haber encargado una investigación que confirmó que se había acostado con seminaristas.
El resumen dice que el Juan Pablo II creyó ingenuamente la última negación escrita a mano por el purpurado. McCarrick, de 90 años de edad, fue destituido por Francisco el año pasado. Fue luego de que la investigación del Vaticano confirmara décadas de acusaciones de abuso sexual de adultos y niños.
La Santa Sede tenía informes de figuras autorizadas, que datan de 1999, sobre el problemático comportamiento del prelado. Sin embargo, continuó ascendiendo hasta convertirse en un cardenal influyente.
Una acción retrasada
Los hallazgos acusaron a varios obispos de proporcionar al Vaticano información incompleta sobre el comportamiento de Theodore McCarrick. También de hacerse la vista gorda ante su reiterado incumplimiento de las restricciones informales ordenadas en 2006. Estas medidas le fueron impuestas después de que el papa Benedicto XVI decidiera no investigarlo ni sancionarlo seriamente.
«El papa Francisco solo había escuchado que hubo acusaciones y rumores relacionados con la conducta inmoral con adultos que ocurrieron antes del nombramiento de McCarrick en Washington», dice el texto. «Creyendo que las acusaciones ya habían sido revisadas y rechazadas por el papa Juan Pablo II, y muy consciente de que McCarrick estuvo activo durante el papado de Benedicto XVI, el papa Francisco no vio la necesidad de alterar el enfoque que se había adoptado».
El pontífice decidió actuar después de que un ex monaguillo se presentara en 2017. Alegó que McCarrick lo tocó cuando era un adolescente durante los preparativos para la misa de Navidad en 1971 y 1972 en Nueva York. Fue la primera acusación sólida contra el excardenal que involucra a un menor. Desencadenó el juicio canónico que resultó en su expulsión.
La Iglesia ha considerado durante mucho tiempo el sexo de sacerdotes con otros hombres o mujeres adultos como pecaminoso, pero consensuado. Las alarmas apenas han comenzado en los últimos años, cuando hay menores involucrados.
Pero el escándalo de Theodore McCarrick sirvió para demostrar que los seminaristas y sacerdotes adultos pueden ser víctimas de abuso sexual por parte de sus superiores, debido al desequilibrio de poder en sus relaciones. Y, sin embargo, el sistema legal de la Iglesia no ha tenido una forma real de abordar ese tipo de delito.
En defensa de Juan Pablo II
Monseñor Stanisław Gądecki presidente de la Conferencia Episcopal Polaca, aseguró que el informe de la investigación a Theodore McCarrick muestra que san Juan Pablo II fue engañado. Antes del nombramiento de McCarrick en Washington, el papa no recibió «información detallada y completa sobre su comportamiento moral, y el mismo McCarrick mintió afirmando que no había tenido relaciones sexuales con nadie», dijo el también arzobispo de Poznań.
El año pasado, en una carta pública a los fieles, la Conferencia Episcopal Polaca admitió que «como pastores de la Iglesia, no hicimos todo lo posible para evitar daños». «No hay palabras para expresar nuestra vergüenza por los escándalos sexuales que involucran a los sacerdotes», dicen los obispos. «Son motivo de gran escándalo y exigen una condena total, así como graves consecuencias para los perpetradores y para quienes ocultan tales hechos».
La posición de Benedicto XVI
En abril de 2019, el papa emérito Benedicto XVI publicó un documento en que sentó posición en torno a las denuncias de abusos sexuales en el seno de la Iglesia Católica. Subrayó que la cuestión de la pedofilia «sólo se hizo candente en la segunda mitad de los años 80» y que en un primer momento se trató de una manera blanda y lenta, garantizando en particular los derechos de los acusados, haciendo que las condenas fuesen casi imposibles.
Por eso, concuerda con Juan Pablo II en la conveniencia de atribuir a la Congregación para la Doctrina de la Fe la competencia en materia de abusos contra menores, a fin de «poder imponer legítimamente la pena máxima», a través de «un verdadero proceso penal»: la dimisión del estado clerical. Sin embargo, hubo retrasos que «deberían haberse evitado». Por esta razón –observó– «el papa Francisco emprendió nuevas reformas».
Otros casos pendientes
A medida que la publicación del informe sobre Theodore McCarrick pone de relieve cómo la cultura clerical puede proteger a los funcionarios de alto rango cuando son acusados de abuso, algunos ojos se volvieron hacia el caso del obispo Gustavo Zanchetta.
Aunque lejos de ser tan influyente como McCarrick, este prelado argentino fue todavía uno de los primeros nombramientos episcopales del papa Francisco. Hace tres años fue acusado públicamente de conducta sexual inapropiada con seminaristas y mala gestión financiera en su diócesis.
El caso de Zanchetta aún se está tramitando en los tribunales argentinos. Francisco ha designado personalmente a un arzobispo para investigar el asunto. Una mayor celeridad en la atención a este caso podría servir para limpiar el rostro de una Iglesia Católica manchada por la conducta inapropiada de algunos de sus jerarcas.
Lea también: