Expertos en materia ambiental reconocen las bondades del anteproyecto de Ley de Residuos y Suelos Contaminados, para reducir el consumo de plásticos de un solo uso, tan nocivo para la biodiversidad. Pero consideran que su verdadero beneficio se verá si provoca un cambio en el comportamiento de consumidores y fabricantes.
En la lucha diaria por preservar el medio ambiente, España se incorpora al grupo de países de Europa y el mundo en la lucha contra los residuos. Especialmente del polímero, uno de los peores enemigos del planeta, del cual se elaboran las bolsas y los envases de un solo uso.
El anteproyecto, actualmente en tramitación del Congreso, podría ser ley en el primer semestre de 2021. En su texto se incluye un impuesto con miras a frenar el alto consumo de estos residuos y plásticos. Datos de Euromonitor International advierten que la humanidad compra por minuto, un millón de botellas y su gran mayoría, va a parar a los océanos.
La legislación establece una tasa impositiva, de 0,45 euros por kilogramo de envase. Con su aplicación, el Gobierno estima que podría recaudar unos 724 millones de euros al año.
La propuesta del Ministerio para la Transición Ecológica, según su exposición de motivos, trata de “impulsar una economía circular. Mejorar la gestión de residuos y luchar contra la contaminación”, entre otros objetivos. El foco central es la limitación progresiva y radical de los plásticos de un solo uso, para proteger el medio ambiente y la salud humana.
Ley contra los plásticos, un cambio de comportamiento
Luis Antonio López, investigador en economía ambiental y energética de la Universidad de Castilla-La Mancha se refirió al anteproyecto de ley. “Los impuestos ambientales permiten internalizar los efectos negativos que genera su producción en el precio que pagan los consumidores”, dijo.
Esto, sin dudas, es un avance. Pero en su opinión “el principal requisito para que el impuesto funcione es que provoque un cambio de comportamiento. Tanto en consumidores como en empresas, para avanzar hacia una economía más circular. Los primeros reaccionarán al ver subir el coste de artículos que compran habitualmente, como las botellas de agua. Los productores lo harán a medio plazo, buscando alternativas y nuevos materiales libres de la tasa. A partir de entonces, “el impacto del impuesto en los precios finales será menor”.
Entretanto, comentó, las compañías que emplean los envases para distribuir sus productos buscarán opciones que no incluyan plásticos. Esta estrategia les permitirá identificarse como firmas sostenibles y atraer a clientes con valores ambientales.
Uno de los mayores riesgos del impuesto es que repercuta en mayor medida en grupos sociales con rentas bajas. Si bien el anteproyecto incluye medidas como servir agua del grifo en bares y restaurantes e instalar más fuentes, la tasa puede ser problemática en zonas con aguas de mala calidad o sabor.
Algo similar ocurre con las bebidas azucaradas, que también esperan colocar un tributo. Y que afectaría también a los consumidores de más bajo poder adquisitivo.
Algunas alternativas en prueba
En el amplio uso del plástico, además de las botellas de agua, están otros recipientes para conservar comida. La película flexible que envasa al vacío embutidos y quesos, las bandejas para la carne, el pescado. También las pizzas precocinadas, los botes de mayonesa o de kétchup.
Estos envases alimentarios son de un solo uso, no pueden volver a utilizarse para la misma aplicación. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), estos envases suponen el 50% de los residuos plásticos generados a escala global.
Precisa que solo en la UE se produjeron 15,88 millones de toneladas de envases plásticos en el 2015. Un 40% fue reciclado. Del resto, la mayor parte acabó y sigue acabando, en vertederos y en la naturaleza.
Erik Solheim, exdirector del PNUMA, advertía en uno de los informes del programa que “el plástico no es el problema. Es lo que hacemos con él”.
La ley contra los plásticos en España y en el mundo, son contribuciones positivas hacia el bienestar colectivo y del medio ambiente. Pero ¿qué más se puede hacer? Una de las opciones para evitar el uso de plásticos en la fabricación de envases alimentarios es recurrir a materiales compostables o biodegradables. Pero todavía son poco rentables y accesibles.
“Hay menos disponibilidad, variedad y, en determinados casos, su procesado también introduce dificultades de índole técnica”, señaló José Ignacio Velasco, experto en ingeniería de materiales de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC).
Aunque se ha demostrado la utilidad de los bioplásticos para algunas aplicaciones, “sus propiedades son moderadas. Y su coste elevado (tanto el económico como el social y ambiental)”, indicó Joaquín Martínez.
El investigador en la Universidad Politécnica de Madrid especializado en estos materiales manifestó que se pueden obtener a partir de residuos que provienen de compuestos como la celulosa y sus derivados y el almidón.
“En la actualidad se producen mayoritariamente a partir de materias primas que pueden ser alimentos, como el maíz o la caña de azúcar”, agregó el científico. Además, los bioplásticos no siempre son reciclables o compostables. Tampoco son biodegradables.
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