La crisis del clima está mostrando su rostro más penoso y despiadado. La brusquedad, frecuencia y el factor sorpresa de sequías o inundaciones desastrosas obligan a comunidades a huir y ponerse a salvo. Los granjeros en cambio, aunque quisieran igualmente buscar otro refugio, deben hacer frente a sus cultivos atesorados por generaciones. El estrés y la preocupación por sacar a flote sus tierras, en este acelerado cambio climático, está impactado en la salud mental de los agricultores.
Con el primer sol de cada día, estos hombres y mujeres del campo, salen en sus tractores a plantar grandes extensiones de maíz y soja en el suroeste de Minnesota. Rutina que se ha repetido en cada amanecer durante generaciones pioneras de esa actividad y que han legado a hijos y nietos.
La amenaza de perder estas queridas granjas familiares se ha convertido en una intranquilidad constante, que afecta la salud mental de muchos agricultores. Por añadidura, genera gran desasosiego de otro aumento en los suicidios como durante la crisis agrícola de la década de 1980.
Gran parte del estrés proviene de depender de factores que en gran medida están fuera de su control. Desde el clima cada vez más impredecible hasta los crecientes costos de los equipos. Y los cambios en el mercado global que pueden acabar con las ganancias.
“Te sorprendería cuántas personas sufren de depresión. Los agricultores han sido un grupo de personas que se guardan los problemas para sí mismos, orgullosos y privados”, confió Bob Worth a The Associated Press. Un agricultor de cultivos de tercera generación que con su hijo trabaja 849,8 hectáreas de suelo negro y rico cerca de la aldea de Lake Benton.
Comprometida salud mental de los agricultores
“Cuanto más hablas del impacto del cambio climático en la salud mental de los agricultores, más te das cuenta de que se puede arreglar”, agregó Worth. Él le agradece a su esposa por haberle salvado la vida en la década de 1980. Cuando se deprimió tanto que no se movía de la cama. Al menos tres vecinos y compañeros granjeros se suicidaron, precisó.
Cada vez más conscientes de las luchas de los trabajadores agrícolas con la salud mental, estados como Minnesota y Dakota del Sur, a unos pocos kilómetros al oeste de la granja de Worth, están ofreciendo capacitación. Para la prevención del suicidio al clero, que es una presencia crucial y confiable en las zonas rurales de Estados Unidos.
Pipestone es la ciudad más grande por el camino de tierra desde la granja de Worth, con 4200 residentes y una docena de iglesias. Los pastores de tres parroquias luteranas están tomando el programa de prevención del suicidio de cuatro semanas en los departamentos de agricultura y salud que lanzaron esta primavera en Minnesota.
“Quiero aprender a ayudar”, dijo el reverendo Robert Moeller. Recordando su primera comprensión del flagelo del suicidio entre los granjeros. Cuando un cliente en el negocio de alimentos en el que trabajaba antes de ser ordenado se suicidó. Entre sus prioridades planea introducir la prevención del suicidio en su clase de catecismo de quinto a octavo grado en la Iglesia Luterana Our Saviour. Y está ansioso por aprender cómo apoyar a los familiares sobrevivientes y a aquellos que intentaron suicidarse sin el estigma y la vergüenza que a menudo se asocian con ello.
Responsable de mucho y control de poco
También el Departamento de Agricultura del estado está al tanto de esa situación. En su sitio en internet advierte que “la agricultura puede ser una ocupación estresante. A menudo, vives donde trabajas. Tus compañeros de trabajo pueden ser tu cónyuge y/u otros miembros de la familia. Si bien llegas a ser tu propio jefe, te sientes responsable de mucho y puedes controlar muy poco, más si se trata del clima cambiante”.
El despacho trabaja con organizaciones que ofrecen ayuda profesional a los agricultores que atraviesan por problemas de salud mental.
Si bien los crecientes niveles de estrés y ansiedad están afectando a los estadounidenses, desde estudiantes hasta miembros del servicio, la dinámica es diferente en los agricultores, en ellos, el cambio climático es un componente adicional de preocupación.
“Cada familia de granjeros que conozco tiene una relación con un lugar de culto”, dijo Meg Moynihan. Una granjera lechera en el sur de Minnesota que es asesora principal del departamento de agricultura del estado. “Hay un gran sentido de orgullo”.
Explicó que existe una evidente satisfacción que sienten los agricultores al cultivar y criar ganado para alimentar al país. Y más allá, ya que el maíz, por ejemplo, también se vende a menudo a China. Esto hace que el miedo a no poder seguir adelante sea un factor clave en la angustia.
“No es perder un trabajo o un lugar. Hay una sensación de amenaza para la identidad y el legado generacional de uno a lo largo del tiempo”, señaló Sean Brotherson. Profesor en ciencia familiar de extensión en la Universidad Estatal de Dakota del Norte. “La gente trata a la granja como el miembro más longevo de la familia”. La pregunta, dijo, es quién va a ser el que decida que es hora de dejar ir la granja.
Presiones, responsabilidad y alejamiento
Con el financiamiento agotado y sintiendo que tal vez no podrían pagar más capital en su mediana edad, Keith y Theresia Gillie comenzaron a hablar sobre encontrar trabajo fuera de su casa en Minnesota.
“Nunca me di cuenta de que en medio de dejar la agricultura, esa era su identidad”, dijo Gillie, quien encontró a su esposo de más de 30 años muerto en un camino de grava. Seis años después, sigue cultivando trigo, soja y girasoles con la ayuda de dos vecinos. Y ha hablado sobre el suicidio de Keith para que más agricultores hablen sobre sus luchas.
Las tasas de suicidio de los trabajadores agrícolas masculinos son más de dos veces más altas que el promedio nacional, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Hay varios problemas que juegan un papel importante, incluido el aumento del aislamiento y las tensiones familiares exacerbadas durante la pandemia.
También está la dificultad en las comunidades rurales para encontrar asesoramiento de salud mental en persona para los agricultores. O acceder a banda ancha para la telesalud, así como las interrupciones provocadas por el cambio climático: patrones climáticos impredecibles impulsados además por inflación y disputas comerciales internacionales.
Mientras tanto, la realidad es muy cruda. La reverenda Jillene Gallatin sostuvo que el llamado a la prevención es terriblemente personal. Fue su pastor quien la llevó al hospital cuando, a los 15 años, intentó suicidarse. Un año después de que su madre se quitara la vida. Y fue en su iglesia donde encontró consuelo en lugar del silencio ensordecedor y las miradas apartadas en otras partes de su comunidad.
Suerte de poder cultivar
“La gente necesita contar sus historias y luchas que no son tan visibles. Ese es un regalo que podemos traer como iglesia, ser un lugar seguro”, dijo Gallatin en el santuario de Grace Lutheran Church en Waseca, aproximadamente una hora al sur de Minneapolis.
Con ayuda de la iglesia, gobiernos y vecinos, la situación puede subsanarse, agregó. Después de todo, “este es nuestro hábitat y nuestra forma de vida. “Qué suerte tenemos de poder cultivar”, comentó. Mientras algunas de las vacas se acercaban para lamer sus manos.