Los Quinault, históricamente conocidos como hábiles pescadores y cazadores que viajaban por el agua para comerciar, están sintiendo los embates de las alteraciones del clima. Hace más de 150 años cedieron una amplísima extensión territorial al gobierno de Estados Unidos a cambio de una importante reserva en la costa. A la tribu se le prometió paz y un hogar permanente, según cuentan los líderes tribales, pero ahora un sector clave de la Nación Quinault está amenazado por el aumento en el nivel de las aguas del Océano Pacífico, un efecto del calentamiento global.
La Nación Quinault está situado en el estado de Washington, en la costa del Pacífico de la península Olímpica. Tiene una pequeña población que supera las 3.000 personas y se reconocen a nivel federal los pueblos amerindios Quinault, Queets, Quileute, Hoh, Chehalis, Chinook y Cowlitz. Ante el aumento del nivel del mar y las crecientes inundaciones, este territorio ha pasado más de una década trabajando para reubicar a cientos de residentes y edificios cívicos a terrenos más altos.
Además, existe la amenaza de un terremoto y un tsunami provenientes de una importante falla costera. La reubicación urgente depende del dinero, pero las subvenciones federales y estatales ha quedado muy por debajo de los 400 millones de dólares necesarios. En Estados Unidos, las tribus sufren algunos de los impactos más graves del cambio climático causado por el hombre y cuentan con una cantidad menor de recursos para responder.
El calentamiento global llegó a Quinault
A lo largo de las costas el nivel del mar aumentará entre 0,25 y 0,3 metros (10 a 12 pulgadas) para 2050. Las tribus han tomado medidas para su reubicación. La tribu de Shoalwater Bay, a 146 kilómetros al sur de Quinault, y Newtok Village en la costa occidental de Alaska. «Cuando trasladas a la gente a tierras marginales y los apartas dentro de la sociedad son más vulnerables al clima climático», dijo Michael Spencer, que investiga y enseña sobre trabajo social y salud pública entre indígenas en la Universidad de Washington.
Taholah está cerca del océano y descansa sobre suelos de estuarios y rellenos en los que el agua salada se infiltra más fácilmente. Con rangos de marea que promedian 4,5 metros, el aumento del nivel del mar que se espera se acelere en los próximos años, tendrá un impacto significativo, afirmó John Callahan, científico climático de la NOAA.
La Nación India Quinault ha realizado declaraciones de desastre relacionadas con inundaciones 26 veces entre 1957 y 2022, y se han vuelto más frecuentes. Aproximadamente una cuarta parte ha llegado desde 2016. A pesar de que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE UU elevó el malecón unos 1,22 metros en 2014.
Las inundaciones han dejado algunas casas plagadas de moho y destruido varias dependencias. Probablemente lo peor esté por venir. Se espera que Taholah experimente un aumento del nivel del mar cerca de 0,7 metros para el año 2100, según un informe del Proyecto de Resiliencia Costera de Washington de 2018.
Un territorio que se está mudando poco a poco
“Hemos visto al océano cruzar la berma y chocar contra los techos de las casas e incluso llegar a ellos. En mis 50 y tantos años, nunca había visto algo así”, dijo el presidente de la Nación Quinault, Guy Capoeman.
La tribu tiene una economía impulsada por la industria maderera, su tienda de mariscos y un resort de playa y casino. Aproximadamente una cuarta parte de la población vive por debajo del umbral de pobreza, según datos del censo.
El territorio publicó un plan de reubicación en 2017 y dispuso 59 lotes residenciales con aceras, señales de tráfico y bocas de incendio en un sitio muy por encima del nivel del mar. Están previstas unas 300 viviendas. Ya trasladaron su edificio Generations, que incluye programas para personas mayores, Head Start y guardería.
La nueva aldea está planificada como un espacio resiliente al clima. Con una granja para proporcionar alimentos si quedan aisladas durante un desastre y energía solar y biomasa. Pero el progreso ha sido lento. Más de la mitad de los 25 millones de dólares otorgados por el Departamento del Interior se han retrasado. Un largo proceso de presentación de documentos de planificación y diseño lo ha interferido.
“Supongo que cuando te conceden los fondos, piensas: ‘Pongamos esto en marcha’. Tenemos el dinero, estamos listos para hacer esto. Sigamos adelante”, indicó Alyssa Johnston, desarrolladora del proyecto de reubicación. «Pero después de unos meses de estar en esta posición, uno aprende que hay mucho más que hacer para adquirir la financiación».
Han recibido 12 millones de dólares a través de la Ley de Compromiso Climático del estado de Washington. Pero la mayor parte se destinará a reubicar otra aldea de Quinault, Queets, que también tiene problemas de inundaciones.
Escapar o quedarse
En 2020, la Nación Quinault tomó un préstamo de $8 millones para el edificio Generations y continuó buscando financiamiento adicional. Pero el año pasado la tribu fue rechazada para dos subvenciones federales clave. Los líderes tribales comentaron que nadie se verá obligado a mudarse y algunos residentes no quieren hacerlo.
Desde su pequeña casa situada a 5 metros del suelo, James De LaCruz ha observado cómo ha cambiado el paisaje durante los últimos 30 años. Una vez planeó construir una zona para sentarse en la playa, frente a su puerta, pero ya no es lo suficientemente amplia.
Sin embargo, De LaCruz, de 75 años, llama al océano su “lugar feliz” y encuentra consuelo en el sonido de las olas. Incluso disfruta de las tormentas. “En cualquier día, la tierra se puede partir allí; una gran ola. Si ese es nuestro llamado, ese es nuestro llamado. Así que no me preocupo por eso. He vivido junto al océano durante 75 años. Todavía estoy aquí.»
Y le preocupa el costo. Lo mismo ocurre con la familia Curley, cuyos padres temen empezar de nuevo con una hipoteca mucho después de jubilarse. la disminución del número de salmones ha reducido drásticamente sus ingresos y recientemente tuvo que dejar de contribuir a los pagos. “Es una especie de relación de amor y odio que todos tenemos en esta área, porque somos un pueblo del agua, del océano, del río. Pero, por otro lado, el océano tiene mente propia y no se pueden cambiar las cosas», dijo Hannah Curley.