Mucho se ha dicho y escrito sobre la manipulación del lenguaje [César Vidal dixit] y, como lo diría Camilo José Cela, del envilecimiento de la palabra con lo que se abusa del verbo y se corre el riesgo de desviar el estricto sentido de lo que se quiere decir. La diferencia entre un dictador y un demócrata es que el primero manipula sin sentir, mientras que el segundo dice lo que siente, honestamente…, que es el buen uso de la palabra.
Si alguna herramienta ha utilizado el comunismo es la propaganda. Manejo y maniobra que borra todo vestigio del pasado para imponer una ilusión, una utopía, una alucinación llamada igualdad absoluta [Popper dixit]. Es la dialéctica que es populismo, que es miseria.
Una ficción hecha realidad: 1984
La corrupción de la política comienza con la corrupción del lenguaje. Ya lo sospechaba George Orwell en su obra 1984 y Rebelión en la granja. Es el hombre convertido en rebaño, en manada, en tropel. La caterva se construye desde el verbo encendido.
“Desapareceré a los adecos de la faz de la Tierra y freiremos sus cabezas en aceite” [1998]; “Ser rico es malo, es inhumano. Así lo digo y así condeno a los ricos [2005]; “Váyanse al carajo, yanquis de mierda, que aquí hay un pueblo digno, aquí estamos los hijos de Bolívar, de Guaicaipuro y de Túpac Amaru”; “Señora canciller (Ángela Merkel), se puede ir al… Y no voy a decir más porque es una mujer. Ella es de la derecha alemana, la misma que apoyó a Hitler y la misma que apoyó al fascismo» [2008]; “Parto lleno de optimismo, lleno de luz, de fe en Cristo, para seguir batallando y venciendo” [2012].
Todos conocemos al autor. Las palabras, que son reflejos del alma, terminan atrapando más a su autor que a los destinatarios. “Mi lucha por Hitler terminó siendo crónica de una derrota anunciada. Las palabras son a menudo más fuertes que las cosas y los hechos”, advertía Heidegger.
La escritora Concepción Arenal dijo: “La fuerza, ni hoy, ni mañana ni nunca está en el músculo sino en la razón, la inteligencia y la moralidad”.
Apelar a improperios o agravios suele impresionar a los menos educados. Odia quien no aprende amar porque no aprende a ser feliz. Quien no busca la verdad en los argumentos, vocifera. Lo hace porque es corto de información y formación. Voceamos para atropellar al otro, para vencerle, no para convencerle. A partir de ahí, largar es una práctica muscular donde no hay razón, inteligencia ni moralidad.
Orwell en 1984 detallaba los ministerios del régimen: Ministerio del Amor para asuntos de justicia, ley y orden; Ministerio de la Abundancia para lo económico; Ministerio de la Verdad para las noticias, educación y las bellas artes, y el Ministerio de la Paz para asuntos de Guerra. Así el amor terminó siendo violencia, la abundancia, escasez y confiscación; la verdad, propaganda y mentiras repetidas mil veces, y la paz se convirtió en tortura, tinieblas y muerte.
En Venezuela tenemos –por ejemplo– el Ministerio del Poder Popular de Agricultura Urbana; el Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo o el Ministerio del Poder Popular para la Alimentación… gallineros verticales, arco minero o cajas claps hablan de la gestión de cada despacho. Es la palabra al servicio del control insaciable y la intervención como un talismán “prestigioso” que se justifica un bien superior llamado “revolución”.
Del buen uso de la palabra al hecho…
Decía el poeta Antonio Machado: “Una cosa es tu verdad, otra es mi verdad. Mejor vamos juntos a buscar nuestra verdad”. En política es común decir: “marca la pauta”, “no te dejes engañar”, “para mí lo primero eres tú”. La propaganda invierte el orden anteponiendo lo sensacional sobre lo profundo, lo amarillo o rojo sobre lo azul. Quién marca la pauta en los modelos totalitarios es el Estado inquisidor. Y quién termina siendo privilegiado, es el dictador [ver Charles Chaplin: El gran dictador, 1940].
El escritor inglés, artista y reformista John Ruskin sentenció: “El que posee la verdad en su corazón no debe temer jamás que a su lengua le falte fuerza de persuasión”. Y agregaba: «Es difícil encontrar en el mundo algo que el hombre no pueda hacer un poco peor y venderlo un poco más barato, y aquellos que solo consideren el precio se volverán presas legítimas de este hombre». En otras palabras, la verdad es más elocuente en quien la exhibe silenciosamente que quien la vocifera, trepidantemente.
Muchos queremos tener la verdad de nuestra parte, pero muy pocos queremos estar de parte de la verdad [Vitelli]. Luchar al lado de quién desde el corazón también tiene la razón suele demandar muchos riesgos. El compromiso es asumir [los riesgos] y no dejarse manipular por los “hervidores de cabeza”. Sartori advertía que, en materia de política de masas y democracia, “decir la verdad es una necesidad, y cuando más se manipula el lenguaje en la democracia peor es su deterioro y mayor el riesgo de desaparición”. Y desapareció la nuestra.
Libertad, verdad y responsabilidad son tres conceptos inseparables, clásicos. Lo nuevo, lo reciente, lo actual no puede convertirse en un valor de desplazamiento del pasado. El concepto de futuro se ha convertido en un anatema de lo clásico que liquida la cultura, la tradición. “Un fardo pesado que no promociona la vida, sino que la bloquea”, muy propio de la manipulación del lenguaje. Refresquemos el buen uso de la palabra.
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