La era de las redes sociales nos ha sumergido en aguas muy turbulentas. Se ha desviado el curso del debate calificado, habitable, respetuoso. Eugénie Bastié en su libro La guerra de las ideas, una investigación al corazón de la inteligencia francesa ilustra sobre la historia de los intelectuales galos y anima una reflexión sobre el peligroso destierro del buen análisis vía las redes sociales.
Sin duda, la globalizaciónde la opinión está creando sensibles distorsiones que permutan tendencia por certeza. Es la “ética” de la repetición por la verdad.
¿Era mejor antes?
Al decir de Regís Debray, la historia del debate intelectual francés se resume en cuatro etapas. La primera –posrevolución francesa– hacia finales del siglo XIX e inicios del XX, concentrada en el foro universitario desde la Sorbonne. Las aulas, los auditorios, los teatros, las plazas, espacios abiertos, donde el debate presencial era asumido por celebridades académicas; les cahiers de la quinzaine [los taquilleros de la quincena]. Péguy celebra el «análisis del presente sin aferrarse a un pasado que niega el espíritu del hombre y rinde tributo a la ideología sistémica».
Una visión metafísica, cósmica, moralista detenía el afán materialista y utilitario sembrado por el ideal revolucionario y la izquierda marxista posrevolución y postguerra. Una primera ola de intelectuales franceses rescató la belleza, la razón y la espiritualidad del hombre libre por pensante.
Era la respuesta de los moralistas a los pragmáticos. Diría en su momento el diputado español Juan Donoso Cortes en su discurso en defensa de la dictadura ante el parlamento español [1847]:
“La república [revolución francesa] el día de su victoria se declaró también en quiebra. La república había dicho que venía a sentar en el mundo la dominación de la libertad, la igualdad, la fraternidad, esos tres dogmas que no vienen de la república, sino que vienen del Calvario […] Y bien, señores, ¿qué ha hecho después?
En nombre de la libertad ha hecho necesaria, ha proclamado la dictadura; en nombre de la igualdad, con el título de republicanos de la víspera, de republicanos del día siguiente, de republicanos de nacimiento, ha inventado no sé qué especie de democracia aristocrática, y no sé qué género de ridículos blasones; en nombre de la fraternidad ha restaurado la fraternidad pagana, la fraternidad de Eteocles y Polinices, y los hermanos se han devorado unos á otros en las calles de París, en la batalla más gigantesca que dentro de los muros de una ciudad han presenciado los siglos. A esa república que se llamó de las tres verdades, yo le desmiento; es la república de las tres blasfemias, es la república de las tres mentiras…”.
Fue entre “la moral republicana-revolucionaria y la justicia del hombre libre” como nace un debate a viva voz en el siglo XXI, de la derecha positivista y nacionalista vs la izquierda proletaria y víctima.
Ambas corrientes acuñaron la ideología y la teoría del poder absoluto del Estado. Ya Raymond Aaron respondía a los ideales confusos y abstractos de Sartre, “quien soslayaba el bien con la verdad”.
El bien del valor colectivo sobre laverdad del hombre capaz, que defiende su derecho a no agonizar o inmolarse por las prédicas hegemónicas, sistémicas e irreconciliables, defensoras del estado militante, supremo y planificador. Nace un antes y un después. El antiguo régimen del leviatán vs el nuevo régimen del ciudadano de la polis.
Un nuevo orden y el justo medio
La segunda etapa, según Debray, vino con la revolución de la imprenta y los grandes escritores en tabloides. Fueron las décadas de los treinta a los sesenta, cuando entra una tercera ola, the mass mediation, concentrada en la radio, la televisión y el mundo demoscópico, el de la “borracherademocrática”, al decir de Alain Minc.
Pero la historia aún no había sido redimida. El debate dejó de ser célebre y reservado a ensayistas para trasladarse a destacados moderadores de los medios audiovisuales. Esto hizo de las ideasuna oferta intelectual súbita, espontánea, repentina, si acaso desechable e infecunda. Surge el carisma y la telegenia como virtud.
La hegemonía de la dialéctica y el populismo encontró respuesta en un nuevo orden social mercantilista, liberal, impulsado por la desmitificación –al decir de Francois Dosse– del igualitarismo profético y lírico. Surge una visión estructuralista donde la lucha de clases es anciennes [vetusta] y el fundamentalismo capitalista toca un consumismo egoísta. Hora de ir al justo medio.
Regreso al futuro [regresar al futuro]
Llegamos a una cuarta etapa. El internet de las cosas… Las redes sociales convertidas en una megaplataforma de opinión e información donde ambas son terriblemente inexactas. A pesar de proliferar “la información» y los contenidos, las tendencias imponen la agenda. La globalización determina la frontera entre el bien y el mal. Chantal Moufe habla de librar la batalla contra la nueva hegemonía del pensamiento.
Volvemos a un contrato digital que anula al hombre con libre albedrío. El bien digital masivo vs la verdad individual. La confrontación, la hostilidad, el conflicto o la guerra de las ideas vs la pluralidad, la libertad, el respeto, la tolerancia y buen debate de las ideas, que es expresión inteligente y civilizada.
El escritor inglés Roger Scruton dijo: “La civilización es conservación”. Elevemos esa visión como respuesta a la hegemonía de la disputa, la guerra y el cataclismo global. Conservemos las cosas buenas del mundo. El hombre nuevo no existe; salvemos al que nos trajo al mundo civilizado, justo y moderno. Los accidentes históricos los seguiremos superando con el buen debate de las ideas, sin ofensas, sin descalificación, sin posturas extremas.