Miles de aves murieron en un refugio de vida silvestre. La causa fue una toxina producida por la bacteria Clostridium botulinum, que ataca el sistema nervioso. No pueden controlar los músculos y se ahogan
Un brote de botulismo ha cobrado la vida de 94.000 aves en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Tule Lake en el norte de California, Estados Unidos. La enfermedad bacteriana afecta el sistema nervioso y causa parálisis. Las aves afectadas a menudo no pueden controlar sus músculos y se ahogan. El aumento de las temperaturas globales ha propiciado la proliferación de las bacterias responsables de la enfermedad.
Aunque tuvo escala local, la gran mortandad de estos animales está vinculada con problemas globales que incluyen disminución de los humedales, creciente demanda de recursos hídricos limitados, desviaciones hidrológicas y el calentamiento global. El fenómeno, que afecta principalmente a aves acuáticas, se ha convertido en una señal de alerta sobre los impactos de la crisis climática en los ecosistemas. Este tipo de brotes pueden ocurrir en todo el mundo y parecen estar en aumento.
La muerte es causada por la acción de una toxina producida por la bacteria Clostridium botulinum, que prolifera en el área por las aguas cálidas, estancadas y de nivel bajo. Se han reportado otros brotes en todo el mundo, pero generalmente causan muchas menos muertes. En 2020, uno similar mató en esta misma región a unas 60.000 aves.
La historia cambió
El lago Tule es un antiguo cuerpo de agua que sirve de reservorio a miles de aves migratorias. Históricamente, los niveles del lago y los humedales cercanos aumentaban durante las lluvias de invierno y después disminuían en verano. Así fue por cientos de miles de años. Ahora, el suministro de agua proviene casi en su totalidad de los canales de riego.
El desvío de agua, utilizado para la agricultura y el consumo humano, además de la crisis climática han alterado los hábitats naturales de muchas especies. La reducción en los niveles de agua y la modificación de los flujos naturales han contribuido a la concentración de toxinas en ciertos puntos y aumentado el riesgo de brotes de enfermedades como el botulismo. A esto se suma la falta de gestión adecuada de los residuos agrícolas que agravan aún más la situación.
El lago se secó en 2021. La primera vez registrada en la historia. Dos años después, autoridades de conservación liberaron agua al lago. Los pájaros regresaron rápidamente. Pero este verano, los niveles disminuyeron nuevamente y la influenza aviar mató a cientos de aves, lo que abrió paso al brote de botulismo.
Potencialmente mortal
El botulismo es una enfermedad que puede ser mortal. Se produce por la ingestión de neurotoxinas producidas por la bacteria Clostridium botulinum, y es la principal causa de muerte en aves silvestres a nivel mundial. El cambio climático podría aumentar el número de brotes en aves acuáticas. Esto se debe a que las condiciones del agua pueden provocar la muerte de invertebrados o peces, en los que la bacteria se multiplica y produce la toxina.
Las aves se intoxican al ingerir invertebrados (principalmente larvas de mosca) que se han alimentado de cadáveres en descomposición, donde se dan las condiciones perfectas para el crecimiento de C. botulinum. Las aves intoxicadas presentan parálisis flácida que les impide moverse y mantener el cuello erguido, de forma que mueren frecuentemente por ahogamiento. La paresia fláccida se da en piernas, alas, cuello y párpados, presentan dificultad para masticar y tragar, se producen trastornos visuales, debilidad, falta de coordinación y coma profundo.
El botulismo también puede afectar a los humanos. La bacteria puede entrar al organismo a través de heridas o por consumir alimentos mal enlatados o mal conservados. Los síntomas incluyen debilidad muscular, visión borrosa y dificultad para respirar. Se debe buscar atención médica inmediata si se sospecha intoxicación.
El primer paso para la prevención en humanos es asegurar la correcta conservación y preparación de los alimentos, así como el cuidado adecuado de las heridas. Conocer las fuentes de riesgo y tomar medidas puede reducir significativamente la incidencia de esta enfermedad rara, pero potencialmente fatal.
A falta de tratamiento
No existe un tratamiento específico para el botulismo en aves, pero se pueden tomar algunas medidas para ayudar a las afectadas:
- Antitoxina botulínica: la administración de esta antitoxina en los primeros estadios de la enfermedad puede mejorar la tasa de supervivencia de las aves. La antitoxina se adhiere a la toxina en el torrente sanguíneo y evita que dañe los nervios.
- Cuidados: las aves que han ingerido una pequeña cantidad de toxina pueden sobrevivir si se les brinda cuidados hasta que desaparezca el efecto de la toxina.
- Fármacos que reducen la absorción: si el alimento contaminado se ingirió recientemente, se pueden usar fármacos como laxantes o lavados gástricos para reducir su absorción.
- Ungüentos ópticos tópicos: estos ungüentos pueden prevenir la aparición de úlceras y abrasiones.
Buitres inmunes
Un aspecto fascinante es la inmunidad de los buitres hacia esta enfermedad. Estas aves carroñeras han desarrollado una resistencia notable a las toxinas botulínicas, que serían letales para otras especies. Esta inmunidad se debe en parte a su sistema digestivo altamente ácido, que neutraliza las toxinas antes de que puedan causar daño.
Los buitres cumplen una labor encomiable en los ecosistemas como limpiadores naturales. Ayudan a descomponer y eliminar los cadáveres de animales que podrían propagar enfermedades. Su capacidad para consumir carroña contaminada sin enfermar contribuye a mantener el equilibrio ecológico y a prevenir la propagación de patógenos.
Esta resistencia no solo es interesante desde un punto de vista biológico, sino que también destaca la importancia de los buitres en la salud del ecosistema. Proteger a estas aves es vital para asegurar la continuidad de sus beneficios ecológicos, especialmente en tiempos de crisis como los brotes de botulismo.
Control de brotes
Los expertos consideran que la manera más eficaz de trabajar ante un brote de botulismo en aves es la de retirar los ejemplares muertos para evitar la intoxicación de otros. Asimismo, recoger a los que se encuentren enfermos para tratarlos en los centros de recuperación de especies y evitar su muerte.
Organizaciones de conservación y gobiernos están trabajando para mitigar los efectos de los brotes. Medidas de emergencia, como el monitoreo de la calidad del agua y la reubicación de aves, se implementan para controlar la propagación de la enfermedad. Sin embargo, estos esfuerzos pueden ser insuficientes si no se abordan las causas subyacentes, como el cambio climático y las prácticas de gestión del agua.
La situación requiere una respuesta coordinada y a largo plazo. Es importante que se adopten políticas más estrictas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger los hábitats naturales. Solo así se podrá evitar que tragedias como esta se repitan y asegurar un futuro sostenible para las aves y otros seres vivos que dependen de estos ecosistemas
En muchas regiones, los ríos y lagos han sido redirigidos o secados, reduciendo la calidad y cantidad de agua disponible para la vida silvestre. Este desvío de agua no solo afecta a las aves, sino también a todas las especies que dependen de estos hábitats acuáticos.
Cambiar las malas prácticas
Las prácticas agrícolas intensivas también contribuyen a la proliferación de bacterias causantes de botulismo. Los fertilizantes y pesticidas utilizados en los campos pueden escurrir hacia los cuerpos de agua, lo que crea un entorno propicio para el desarrollo de estas bacterias.
La falta de políticas sostenibles en la gestión del agua y la agricultura es una de las causas principales del botulismo. Es imperativo que se adopten prácticas más ecológicas y sostenibles para evitar futuros brotes y proteger la biodiversidad.
La implementación de tecnologías avanzadas y la educación de los agricultores sobre prácticas sostenibles son pasos fundamentales hacia la solución del problema.
La creación de zonas protegidas y la reforestación de áreas degradadas pueden mejorar la calidad del agua y reducir la proliferación de bacterias. Además, se deben restaurar los flujos naturales de los ríos y lagos, para permitir que los ecosistemas se regeneren de forma natural.
Detectar tempranamente la presencia de bacterias y toxinas puede permitir una respuesta rápida para evitar la propagación del brote. Las tecnologías modernas, como los sensores de agua y las redes de monitoreo, pueden proporcionar datos en tiempo real para tomar decisiones informadas.
La educación y concienciación de la población también desempeñan un papel vital. Informar a las comunidades locales sobre los riesgos y las medidas preventivas puede ayudar a reducir la incidencia.
Las campañas educativas y los talleres de formación pueden animar a las personas para que participen activamente en la conservación de su entorno.