La historia demuestra que las elecciones siguen siendo el método más eficaz para lograr los cambios a los que la ciudadanía aspira
La democracia liberal ha retrocedido en el mundo, pero hay signos esperanzadores y la situación puede cambiar. Las elecciones, aún las que no son competitivas y justas, siguen siendo el método más eficaz para lograr los cambios que los pueblos aspiran.
A finales del siglo XX, reinaba el optimismo. La democracia se expandía como sistema de gobierno. Fenómeno que fue bautizado como la «tercera ola» democratizadora. Comenzó en la península Ibérica y se extendió a América Latina, África y Europa del Este. A mediados de la década de 1990, la democracia predominaba en varias regiones. Los cambios eran significativos en los estilos de gobierno.
El optimismo comenzó a disminuir a partir de 2006, cuando se observó una tendencia inversa, de «recesión democrática». Fase que se caracterizó por un declive en cantidad de países democráticos. Cayeron del 57% en 2006 al 48% en 2019.
Recesión democrática
Larry Diamond, investigador principal Mosbacher en democracia global en el Instituto Freeman Spogli de Estudios Internacionales de la Universidad de Stanford, desglosa en un ensayo publicado en Foreign Affairs cómo ponerle fin a la recesión democrática.
Cita lo ocurrido el 5 de agosto en Bangladesh, el octavo país más poblado del mundo. Vio caer su gobernante mientras el mundo prestaba atención a otras crisis. Después de semanas de protestas estudiantiles masivas, renunció la primera ministra Sheikh Hasina y huyó al exilio.
Era hija del fundador de Bangladesh y gobernó de manera cada vez más autoritaria en tres mandatos consecutivos desde 1996. Socavó las instituciones democráticas y reprimió la oposición. Hizo valer su control personal sobre los tribunales, la fiscalía, los organismos gubernamentales y la policía.
Los utilizó para silenciar a los medios de comunicación, perseguir a sus oponentes, amedrentar las empresas privadas y subvertir las instituciones y tradiciones que antes permitían unas elecciones razonablemente libres y justas.
La sociedad civil de Bangladesh se negó a permanecer en silencio frente a la creciente ola de detenciones y desapariciones. La represión gubernamental causó cientos de muertes y miles de heridos. El movimiento de protesta se convirtió en una campaña nacional de desobediencia civil contra la tiranía y la corrupción.
Camino transitado
Derrocar la dictadura fue más fácil que en cualquier otro lugar. Diamond explica que en Bangladesh ningún partido o movimiento político había institucionalizado el control ideológico del Estado, el aparato de seguridad y la economía. “Como lo hicieron los partidos comunistas en China, Cuba y Vietnam, los ayatolás en Irán o, en menor medida, el movimiento de Hugo Chávez en Venezuela”, aclara.
En la última década muchos regímenes han transitado el camino hacia la autocracia. En Hungría, Nicaragua, Serbia, Túnez, Turquía y Venezuela, líderes corruptos han establecido regímenes autoritarios mediante la fachada de elecciones multipartidistas.
En El Salvador, Georgia, Honduras, India, Indonesia, Filipinas y Sri Lanka han utilizado medios similares para degradar la democracia. Incluso, en países con sistemas multipartidistas maduros, como Botsuana y Mauricio, las prácticas antiliberales han erosionado la calidad de la democracia y el apoyo ciudadano. Sin olvidar el caso de México, en el cual una enmienda constitucional que establece la elección popular de los jueces podría erosionar el Estado de derecho y demoler la democracia.
Regímenes autoritarios competitivos
El surgimiento de los regímenes «autoritarios competitivos» se ha impuesto como la tendencia relevante. La denominación de los politólogos
Steven Levitsky y Lucan Way describe los sistemas políticos que socavan sistemáticamente las libertades civiles y las instituciones democráticas, sin renunciar a las elecciones.
Implica una confrontación entre las élites gobernantes, que no respetan las normas constitucionales, y un pueblo que rechaza la eliminación de las libertades individuales y el pluralismo.
Los regímenes que se encuentran en un punto intermedio entre la democracia plena y la dictadura abierta plantean un desafío para la comunidad internacional. Kenia, Nigeria, Tanzania, Pakistán y Tailandia son buenos ejemplos.
El panorama global es sombrío por el aumento del extremismo político, la polarización y la desconfianza en las democracias liberales, pero hay señales de esperanza. Bangladesh no es el único ejemplo de lucha contra la autocracia y la corrupción. En Venezuela, la oposición ha intensificado sus esfuerzos democráticos luego del desconocimiento por parte de Maduro del triunfo avasallante de Edmundo González Urrutia.
Asimismo, el régimen militarista de Tailandia enfrenta una crisis de legitimidad; la autocracia electoral de Turquía también cada vez más frágil; y las victorias de la oposición en Polonia y Guatemala conllevan la restauración de las prácticas democráticas.
En Malasia, dos ciclos electorales recientes sugieren un cambio hacia la democracia tras seis décadas de lo que parecía un régimen autoritario competitivo estable. Una coalición improvisada puso fin al gobierno de seis décadas de la Barisan Nasional en 2018. Los votantes nombraron al principal líder de la oposición, Anwar Ibrahim, primer ministro en 2022.
Los autócratas no son imbatibles
Muchos autócratas contemporáneos confían en sus defectuosas elecciones para mantener un aire de legitimidad, pero pueden ser derrotados aunque el margen sea mínimo. Los frentes nacionales de oposición decididos y valientes, apoyados por la gran comunidad de democracias liberales, pueden detener y revertir el retroceso democrático.
La ciudadanía deben enfrentar los motores de la antidemocracia y debilitar los pilares que sostienen democracia anémica del populismo autoritario y aplicar las lecciones de las campañas exitosas contra gobernantes autoritarios. “Al igual que los autócratas emplean un conjunto común de herramientas para adquirir y mantener el poder, sus oponentes deben empezar a seguir el libro de jugadas para el cambio democrático”, apunta Diamond.
La tendencia irreversible hacia la libertad y la participación ciudadana de finales del siglo XX muestra signos de debilitamiento. Organizaciones como Freedom House y V-Dem consideran alarmante la tendencia. En un número creciente de países a nivel global se ha dado una disminución persistente de la democracia desde 2006.
Son excepcionales los casos de avances democráticos. La mayoría de los países han visto deteriorarse sus sistemas políticos. Algunos gobiernos ha reprimido brutalmente las protestas populares. Ocurrió en Irán, en Myanmar y en Túnez..
Déficits institucionales debilitan la democracia
La democracia se impuso en muchos países que carecían de las instituciones necesarias para controlar la corrupción, educar a la ciudadanía y lograr un progreso sostenido, eficiente y rápido, pero no constituye la causa del retroceso global. Países muy pobres, como Liberia y Malawi, mantienen sus avances democráticos.
Larry Diamond le da más importancia a los golpes que sufrió la reputación de la democracia liberal con la invasión de Irak en 2003. Se puso en evidencia los límites de la imposición externa de modelos democráticos y socavó la credibilidad de las democracias occidentales.
También la crisis financiera de 2008 demolió la confianza en las instituciones democráticas, especialmente en Occidente La incapacidad de los líderes políticos y económicos s para prevenir y mitigar los efectos de la crisis generó un sentimiento generalizado de desilusión y desencanto que facilitó el surgimiento de «salvadores» populistas y autoritarios.
No solo las democracias mancillaron su propia imagen. Diamond señala a los actores no liberales que intervinieron. Sin duda, China y Rusia han aumentado su influencia en el mundo, mientras que el poder económico y geopolítico de Estados Unidos y Europa ha disminuido. “China utilizó su creciente riqueza, propaganda, tecnología y mecanismos de influencia encubierta para promover su gobierno autoritario y atenuar los atractivos de las sociedades abiertas. El gobierno ruso trabajó de forma similar para denigrar la democracia y desestabilizar las instituciones democráticas», recordó.
Tecnologías digitales
Aunque las redes sociales han permitido a los ciudadanos organizarse en favor del cambio democrático y eludir el control de la información de los Estados autocráticos, su papel positivo se ha visto eclipsado por el avance de los medios autoritarios de vigilancia y represión digital. «Las autocracias pueden explotar os efectos polarizadores de los algoritmos de las redes sociales para dividir y desmoralizar a las sociedades democráticas”, puntualiza Diamond.
«La inteligencia artificial está reforzando los esfuerzos de los autócratas para socavar la democracia y promover sus ideologías. Está facilitando el retroceso democrático al difundir ideas políticas que socavan la democracia».
El auge de la tecnología digital ha coincidido con una serie de tendencias mundiales que han debilitado el apoyo popular a la democracia y creado un terreno fértil para el ascenso de partidos populistas antiliberales.
Controles y equilibrios débiles
En las últimas dos décadas, los aspirantes a autócratas, alentados por la falta de acción de actores nacionales e internacionales, aprendieron de los ejemplos exitosos y adoptaron las tácticas de sus homólogos en otros países para desmantelar la democracia, pieza a pieza. Hay fenómeno que los políticos populistas han explotado: la desigualdad de ingresos y el escepticismo y el miedo que prevalece en las clases medias y bajas.
“La moderación en el ejercicio del poder no es una tendencia natural en los seres humanos, algo que los artífices de la primera democracia constitucional, Estados Unidos, comprendieron y supieron cómo controlar y equilibrar el poder”, señala.
Las constituciones como elementos de contención limitan a los gobernantes solo si se hacen cumplir. Cuando están arraigadas en normas, incentivos y expectativas, las violaciones son raras y tienden a fracasar. Los actores poderosos se alzan para reafirmar el orden constitucional tanto por convicción como por interés propio. Pero una polarización política grave puede generar una sensación de riesgo existencial. Un político con la habilidad y la voluntad suficientes para ignorar las normas constitucionales puede emprender el camino hacia la autocracia si perder unas elecciones significa la pérdida permanente del poder político, el sustento y la libertad.
Disfraz de democracia
Los populistas autoritarios construyen su legitimidad política presentándose como los auténticos representantes del ‘pueblo’.
A través de una retórica simplista y polarizadora, dividen a la sociedad entre «nosotros» (el pueblo puro) y «ellos» (las élites corruptas y los enemigos del pueblo). Narrativa maniqueísta para movilizar las masas y deslegitimar a sus oponentes.
Los autócratas de hoy llegan al poder mediante elecciones, pero una vez allí, socavan la democracia y mantienen una fachada de elecciones competitivas. La celebración de elecciones les confiere legitimidad. Pero también los hace vulnerables a perderlas.
Para restaurar la democracia a través de las elecciones, los defensores nacionales y sus partidarios en el extranjero deben ser capaces de identificar el populismo autoritario y entender que su forma de hacer política se basa en que el líder defiende al pueblo frente a una clase dirigente corrupta.
Fraude al pueblo
Diamond en categórico: “El populismo autoritario no es una defensa del pueblo, sino un fraude al pueblo. Son antipluralistas y ven a las personas diferentes como una amenaza. Es personalista y hegemónico. El líder se considera con derecho a un poder extraordinario y sin restricciones».
Las elecciones son vistas como plebiscitos para revalidar a los líderes y sus monopolios políticos. “Inevitablemente, un régimen populista autoritario se vuelve intolerante, xenófobo y muy corrupto. La corrupción es el talón de Aquiles del populismo autoritario. La clave para derrotarlo es exponer su vanidad, duplicidad y venalidad, y demostrar que no es una defensa del pueblo sino un fraude al pueblo. Cuanto más tiempo se aferran al poder los autoritarios populistas, más erosionan las limitaciones institucionales», recapitula.
“Una de las razones por las que los partidos antiliberales no subvirtieron totalmente la democracia en Polonia o en México, a diferencia de Hungría, Turquía o Venezuela, es que no obtuvieron mayorías suficientes en el parlamento o mediante el voto directo para enmendar la constitución. Quedó suficiente independencia judicial y de otras instituciones para limitar el deslizamiento autoritario”, advierte.
Resistencia democrática
Diamond explica que una vez que el proyecto autoritario conquista las instituciones del país, “la resistencia desde dentro del Estado no es posible”. Para revertir la tendencia al autoritarismo, se requiere una movilización de masas. Las manifestaciones, huelgas y otras formas de resistencia civil no violenta pueden acelerar la caída en el autoritarismo, o incluso obligar a un autócrata a huir. Pero la vía más prometedora sigue siendo las urnas. Han frenado la deriva autoritaria en países como Bolivia, Brasil, Ecuador, Guatemala, Polonia, Senegal, Sri Lanka y Zambia. Incluso en Estados Unidos, las elecciones limitaron el abuso de poder.
En mayo, en la India, el control del Parlamento por el Partido Bharatiya Janata se debilitó y podría reducir su capacidad para reprimir la disidencia. En Bielorrusia, Hungría, Turquía y Zimbabwe, las campañas de la oposición no lograron superar los obstáculos impuestos por los regímenes autoritarios, aunque hicieron avances significativos.
En Bielorrusia, el candidato opositor probablemente ganó las elecciones de 2020, pero el dictador Alexander Lukashenko impuso resultados falsos. La movilización de la oposición funcionó en Filipinas en 1986, Serbia en 2000, Georgia en 2003, Ucrania en 2004-2005 y Kirguistán en 2005. En algunos casos, los autócratas aceptaron su derrota electoral y cedieron el poder sin necesidad de protestas masivas.
Lecciones de las victorias democráticas
Larry Diamond observa que las victorias electorales en favor de la democracia, recientes y pasadas, comparten características. Las fuerzas de la oposición se unieron bajo una única plataforma electoral o, como en Polonia, coordinaron sus campañas parlamentarias para evitar dividir el voto. En todos los casos, el partido autoritario en el poder era profundamente impopular y estaba dividido internamente. En algunos casos, la presión externa de las democracias liberales elevó los costos de la represión y alentó las deserciones de la élite.
La capacidad de los gobernantes para aferrarse al poder mediante falsedades y el uso de la fuerza se vio limitada por la independencia de los medios de comunicación, las divisiones en las fuerzas de seguridad o su renuencia a disparar contra su propio pueblo.
Las campañas exitosas contra los populistas autoritarios comparten estrategias básicas de comunicación. Elaboran amplios llamamientos políticos para movilizar a la mayor base electoral posible. Incluso cortejan a votantes que apoyaron al autócrata en el pasado. Tratan de unificar el país, no dividirlo.
Los populistas autoritarios prosperan en la polarización. Sus oponentes democráticos deben socavar esa estrategia cínica. Deben mostrar empatía y humildad. Dar la bienvenida a segmentos de la sociedad cultural, étnica e ideológicamente diversos para que se unan a la causa democrática. En Turquía, por ejemplo, las exitosas campañas electorales municipales de la oposición en 2019 y 2024 persiguieron una estrategia de «amor radical». En rechazo explícito a la retórica de odio y división del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo.
Sin lugar para los débiles
Los aspirantes democráticos deben denunciar los fracasos del partido en el poder y poner en primer plano los asuntos que importan a los votantes: mejorar los resultados económicos, que los servicios faciliten la vida de las personas y el fin de la corrupción. Las campañas deben recuperar el patriotismo, haciendo hincapié en el orgullo de tener una democracia. No deben ser adustas, sino presentar una visión confiada de un futuro mejor. Tampoco deben ser aburridas. Una campaña exitosa está impregnada de creatividad, energía, pasión y alegría.
El politólogo Steven Fish afirma que quienes pretenden desbancar a un autócrata no pueden ser débiles. Deben proyectar convicción, y apelar a los intereses y valores de los votantes. El gobierno del hombre fuerte no es la única forma de liderazgo fuerte y comprometido con la mayoría.
El apoyo exterior también es fundamental. Mientras China y Rusia apoyan a autócratas que amañan y aterrorizan, las democracias liberales se han mantenido irresponsablemente al margen. Fue el caso de Lukashenko en Bielorrusia en 2020, de Emmerson Mnangagwa en Zimbabue el año pasado y de Nicolás Maduro en Venezuela en julio. En Pakistán, los militares impidieron al ex primer ministro Imran Khan presentarse al parlamento en las elecciones de febrero.
Para revertir la tendencia global hacia el autoritarismo, las democracias liberales deben intensificar sus esfuerzos, pero las democracias poderosas, Estados Unidos y los países europeos, se han mostrado cauto en extremos en su apoyo el cambio democrático.
Una prueba de su determinación está en marcha en Venezuela. La oposición recopiló los resultados oficiales de más del 80% de los colegios electorales para demostrar que Edmundo González derrotó a Maduro de forma aplastante en las elecciones presidenciales de julio. Con el respaldo de China, Rusia y Cuba, así como la lealtad del estamento militar y represivos, Maduro reprime brutalmente a la población que exige el reconocimiento de los resultados y la transferencia pacífica del poder. “Es raro encontrar un ejemplo tan claro y bien documentado de un autócrata enfrentando una derrota electoral y una aspiración social de cambio tan amplia y apasionada. Las democracias liberales del mundo deben apoyar a Venezuela”, apunta Diamond.
Desafíos y estrategias
Larry Diamond es directo. La democracia enfrenta desafíos formidables. Los regímenes autoritarios se mantienen a la ofensiva para desacreditar y desestabilizar a las sociedades libres. Las democracias liberales del mundo deben mejorar sus defensas exteriores y cooperar más estrechamente para mantener una ventaja económica, militar y tecnológica.
Los líderes democráticos tampoco pueden descuidar sus defensas internas. “Tanto las democracias emergentes como las maduras necesitan estrategias para contrarrestar los cantos de sirena del populismo antiliberal.
Una democracia liberal no aplica políticas eficaces para combatir la delincuencia, el terrorismo y gestionar las fronteras nacionales puede volverse autocrática
Elecciones catalizadoras del cambio
“Si la oposición gana y el presidente se resiste a dimitir, las democracias deben ejercer una presión demoledora sobre el régimen”, subraya Diamond.
La ciudadanía debe comprender que las elecciones apenas son el comienzo del proceso democrático. Se necesitan instituciones sólidas, un gobierno honesto y eficaz, un Estado capaz, el imperio de la ley, un poder judicial independiente y una sociedad civil vigilante para garantizar crecimiento económico, infraestructuras físicas, servicios sociales, atención médica pública, derechos humanos y la libertad
Las elecciones competitivas no son el final de la historia, pero ofrecen las oportunidades prometedoras y abundantes para avanzar en una dirección política positiva, en concordancia con los intereses y valores de las personas amantes de la libertad.