La exposición Hiperreal. El arte del trampantojo, organizada con la colaboración de la Comunidad de Madrid, propone una revisión del género a través de más de un centenar de obras de alta calidad procedentes de museos y colecciones particulares de todo el mundo, que ponen en evidencia los temas más representativos de la pintura de caballete. El arco cronológico abarca desde el siglo XV hasta el XXI, pero las obras se presentan ordenadas por materias y escenarios, independientemente de su fecha de ejecución, para poder así resaltar la continuidad del género, que se prolonga hasta nuestros días.
Pintar imágenes que no puedan diferenciarse de la realidad ha supuesto un desafío para artistas de todos los tiempos. La habilidad para engañar al espectador haciendo pasar lo pintado por real mediante las leyes de la óptica y de la perspectiva es todo un juego cuyos primeros ejemplos se conocieron a través de textos literarios griegos.
Desde entonces, el trampantojo ha tenido en las artes una larga presencia, con periodos de notorio florecimiento, como el Renacimiento o el Barroco, para decaer tras el Romanticismo, pero sin llegar a desaparecer nunca del temario artístico.
El término trampantojo –trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es– procede del francés trompe l’oeil, publicado por primera vez en un diccionario de Bellas Artes de 1806, aunque ya había sido utilizado como título de una pintura en 1800. Los primeros ejemplos los encontramos en la antigüedad de Grecia y Roma, en mosaicos y pinturas murales, y son muchas las referencias al arte ilusionista y a la capacidad de los artistas de reproducir la naturaleza en la literatura de la época.
La exposición Hiperreal. El arte del trampantojo propone una revisión del género a través de más de un centenar de obras de alta calidad, procedentes de museos y colecciones particulares de todo el mundo, que ponen en evidencia los temas más representativos de la pintura de caballete.
El más famoso es el episodio narrado por Plinio en el que los pintores Zeuxis y Parrasio participan en una suerte de concurso de habilidades. El realismo de las uvas pintadas por el primero es tal, que incluso los pájaros se acercan para comerlas, mientras que Parrasio presenta una pintura que representa una cortina; Zeuxis le pide que la retire para poder admirar así su obra, pero se da cuenta de que ha caído en el engaño y reconoce la gran habilidad de su oponente.
Este relato se hizo muy popular durante el Renacimiento y fueron muchos los que quisieron emularlo y crear obras que produjeran ese efecto de falsa realidad a través de los más variados recursos y técnicas pictóricas. Junto al hábil uso de la perspectiva, el escorzo o los efectos lumínicos, los pintores introducen todo tipo de juegos visuales, como elementos que se proyectan fuera del cuadro e invaden el espacio del espectador, insectos que parecen posados sobre el lienzo, o materiales y texturas reproducidas con tal detalle que consiguen engañar y fascinar a quien los mira.
El bodegón es el género que más posibilidades ha brindado a los artistas para experimentar el mito de la ilusión, buscando retratar objetos, flores, frutas y otros alimentos de forma tan realista que resulte difícil diferenciar entre verdad y ficción.
A mediados del siglo XVII, el trampantojo alcanzó en Holanda la categoría de género independiente con respecto a las naturalezas muertas y sus temas se fueron diversificando. Surgen así los bodegones de mesa o “de banquete”.
FIGURAS, ENCUADRES Y LÍMITES
Jugar con los márgenes, límites o marcos de los cuadros es uno de los recursos más utilizados. Es en el Renacimiento cuando los pintores flamencos e italianos comienzan a realizar un nuevo tipo de retrato en el que el personaje se gira y observa al espectador tras un murete o una ventana. Para confundir ilusión y realidad, la figura se representa a escala real y los encuadres arquitectónicos se pintan con todo detalle, con sus fisuras, desconchados e imperfecciones, imitando la madera o la piedra a la perfección, y situando algunos objetos o miembros sobresaliendo del marco, por lo que el límite entre nuestro espacio y el de la pintura se vuelve incierto.
El siglo XVII en Holanda se considera la edad de oro del arte del trampantojo. Existía un gran interés por las teorías de la óptica y la perspectiva, y los artistas se valían de esos conocimientos para lograr juegos visuales muy del gusto de los coleccionistas. En la segunda mitad del siglo se introdujo un nuevo elemento: la cortina ilusionista, que deja ver tras ella un interior, un retrato, un bodegón o una escena religiosa, con la que el pintor nos obliga a centrar la atención en una parte del cuadro al tiempo que oculta la otra, creando un efecto perturbador entre lo que vemos y lo que no vemos pero que podemos imaginar.
HUECOS PARA CURIOSOS
Un escenario típico del trampantojo es presentar los objetos y alimentos a través de nichos, hornacinas o ventanas. Este marco permite proyectar algunos de esos elementos hacia el exterior, aumentando así la sensación de realidad. Las estanterías, armarios o alacenas repletas de libros y objetos diversos son otro de los motivos favoritos. Efectos ópticos como el reflejo en metales o cristales de lo que se encuentra frente a ellos, pintar una puerta entreabierta para atraer nuestra mirada hacia el interior, o el juego de llaves colgando de la cerradura y proyectando su sombra son recursos frecuentes de los que se valen los pintores para acentuar el engaño. En este apartado se incluyen también los llamados ‘gabinetes de curiosidades’, en los que el artista recrea las piezas más sobresalientes, curiosas y sugestivas de exclusivos coleccionistas, desvelándonos la personalidad y los gustos de sus dueños.
MUROS FINGIDOS: TABLONES Y PAREDES
El papel, en sus múltiples formatos –documentos, cartas, dibujos, grabados, mapas, partituras…– ocupa un lugar especial en la representación del trampantojo. Esta diversidad de manuscritos e impresiones cuelgan y decoran fondos de madera o muros enlucidos a los que se fijan con variados sistemas de sujeción, y permiten al pintor mostrar su habilidad para reproducir con el pincel las distintas técnicas de estampación, caligrafías, calidades y texturas, recreándose en representar dobleces, roturas y todo tipo de detalles e imperfecciones.
En este capítulo se presenta también otro grupo de obras en las que los objetos que cuelgan de una pared están vinculados a la caza, tales como armas, trofeos y diversos útiles y aparejos del cazador.
Ayuntamiento de Ámsterdam, 1656
DESORDEN PERFECTO Y EL RINCÓN DEL ARTISTA
Los quodlibet –del latín quod y libet, ‘lo que quieras o gustes’– son una variante dentro del género, también conocida como ‘guardacartas’. Se trata de la representación de un variado conjunto de objetos cotidianos o personales del artista o de la persona que lo encarga –papeles, cartas, grabados, pequeñas joyas, abrecartas, peines…–, colocados aparentemente al azar sobre una superficie plana y sujetos por cintas que simulan estar clavadas formando líneas o cuadrículas. Su aparición y desarrollo se sitúa en la Holanda del siglo XVII.
Los objetos pintados, sin aparente relación entre sí, adquieren su significado al ser incluidos y combinados en el cuadro, ya sea un encargo, de forma que esos elementos representan los gustos o pertenencias del comitente, o del propio artista, como forma de reafirmarse en su oficio y mostrar su pericia. En cualquier caso, estas obras se convierten en auténticos testimonios de su época. Los ‘rincones del artista’, representaciones de objetos relacionados con la actividad del pintor, en ocasiones, junto a alguna de sus obras, se incluyen también en este capítulo. Estas obras se interpretan como una forma de autorretrato y de autopromoción.
LLAMADA A LOS SENTIDOS
La grisalla fue la técnica más utilizada para la imitación en pintura de esculturas y relieves. Las flores son otro de los motivos más utilizados en los trampantojos, ya sean arreglos en forma de ramos, cestas, floreros o guirnaldas, o como complemento de otros temas.
RENOVACIÓN AMERICANA Y SU ESTELA
Las obras reunidas en esta sección muestran la riqueza del trampantojo en Estados Unidos durante el siglo XIX y principios del XX, cuando el género ya había decaído en Europa, con una gran variedad de estilos y composiciones. Algunas obras están repletas de objetos pintados mientras que otras destacan por su simplicidad compositiva, pero todas tienen en común la capacidad de atraer al espectador, invitándole a explorar sus detalles y su ilusionismo.
Los artistas recurren a objetos del mundo que les rodea –documentos, artículos de fumador, trofeos de caza, instrumentos musicales, billetes, periódicos, cartas–, que les sirven para evocar recuerdos o acontecimientos del pasado –en ocasiones como una forma de exaltación de la memoria colectiva nacional–, o para hacer referencia a temas actuales, tales como la economía, la cultura del consumo o la censura, animándonos a descubrir los trucos de la representación y el significado que esconden los cuadros. El trampantojo gozó de una gran popularidad en Estados Unidos y los artistas se esforzaron en lograr que se constituyera como género independiente.
TRAMPANTOJO MODERNO
El último capítulo de la exposición reúne un conjunto de obras que destacan por la agudeza e ingenio de sus autores para provocar la sorpresa del espectador, con algunos ejemplos que se remontan al siglo XVI, pero centrando la atención en los siglos XX y XXI. La sala se completa con una muestra de la pervivencia del género en el arte actual.