La Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid acogió la exposición El arte como laberinto, gran retrospectiva de Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, Cádiz, 1948), pintor, escritor, dibujante, grabador, diseñador de joyas y objetos, arquitecto, escenógrafo, escultor y, en definitiva, como le gusta llamarse a sí mismo: artífice
La exposición, bajo la dirección del crítico y comisario Óscar Alonso Molina, es la más amplia muestra (casi un centenar de obras) que se ha dedicado en Madrid a Guillermo Pérez Villalta, y supone un inusual recorrido, alejado de convencionalismos, a través de la obra de este artista esencial para la escena contemporánea española.
Al inicio del proyecto, el propio artista partió del estudio geométrico de la planta del edificio de Antonio Palacios que habría de albergar la muestra, trazando sobre su plano la división armónica de la misma, tal y como hace al comienzo de todos sus trabajos. Sobre dicho estudio geométrico levantó un laberinto que ha terminado convirtiendo la sala, de por sí compleja y fragmentada, en un recorrido que obliga al espectador a enfrentarse a sus trabajos de manera poco habitual, sin seguir una cronología o un orden temático, habituales en este tipo de retrospectivas, que aquí son reemplazados por otras sugerencias menos evidentes.
“Como corresponde a todo laberinto –explica Alonso Molina– el orden lineal es puesto en crisis, siendo sustituido por las inesperadas relaciones en zigzag que se establecen entre el centenar de trabajos aquí seleccionados: unas veces por cercanía o similitud, otras por contraste u oposición; unas veces evidentes, otras un tanto oscuras”.
Con motivo de la exposición se ha publicado un catálogo, que se configura más bien como “un libro de artista muy especial”, en palabras del propio Pérez Villalta. Además, la Sala Alcalá 31 ofrece actividades paralelas a la exposición como encuentros con el artista y el comisario o visitas guiadas para público individual y grupos.
EL ARTISTA TOTAL
Guillermo Pérez Villalta, pintor autodidacta, pasó su infancia entre La Línea de la Concepción, Cádiz, y Málaga. En 1958 se trasladó con su familia a Madrid. A principio de los años setenta arranca su carrera, y a pesar de que estuvo siempre en ese núcleo duro de la Nueva Figuración madrileña junto con Carlos Alcolea, Carlos Franco y Rafael Pérez Mínguez, el artista ha mantenido su absoluta independencia con respecto a los cánones y las modas imperantes en el mundo del arte.
En 1966 comienza los estudios de Arquitectura que no llegará a terminar para dedicarse a la pintura. Realiza, como algunos de sus compañeros generacionales, su primera exposición en la Galería Amadís, en el año 1972, apadrinado por el crítico y también pintor Juan Antonio Aguirre, quien le presentaba con estas palabras: “Es posible encontrarse con un feliz sentido del humor en una auténtica obra maestra de implacable seriedad. Sobre todo, requiere, desde luego, una gran capacidad de fantasía, y eso es precisamente lo primero que nos sorprende de Pérez Villalta: un tipo especial de imagen irónica, alegre y hasta cierto punto desenfadada, que se supone comprenderían bien Bruegel o Magritte y los familiares del realismo mágico”.
Y es que, efectivamente, ya incluso en aquella primera exposición manifestaba el artista una decidida voluntad de manejarse con un pensamiento de imágenes, lo que le permitiría, madurando su estilo, llegar a convertirse en uno de los mayores y mejores narradores de historias visuales del arte español de su siglo.
Pero para llegar a ello, el periplo definido a través de su trabajo, de sus investigaciones, influencias e intereses, tanteos, admiraciones, filias y fobias ha sido de una riqueza y variedad difícilmente igualable, y la definición que mejor puede enmarcarlo es la de un contumaz y convencido eclecticismo.
Con Carlos Alcolea, Carlos Franco y Rafael Pérez Mínguez compartió el entusiasmo por una vuelta a la pintura figurativa, cargada de referentes a la historia del arte, tanto antiguo como moderno, y ese regusto pop común a todos, que provenía no solo de su preferencia por una paleta de colores puros y planos, brillantes y desenfadados, sino también de la narración de historias cotidianas, desdramatizadas y no excesivamente trascendentes, tratadas a menudo con un optimismo y una frescura propiamente juveniles.
Queda, como testimonio de esa vitalista parte de la realidad artística de la época en la capital, un magnífico retrato generacional pintado por el artista, del que se deduce una mayor consciencia grupal de la que cabría pensar en un principio, y donde, soterradamente, quedan implícitas las tensiones y relaciones que tejían su entramado biográfico interno.
Los intereses de Pérez Villalta, a lo largo de los setenta y los ochenta, le llevaron a itinerarios estilísticos en los cuales el pintor se empapó del arte manierista y barroco –de ahí su característico gusto por las perspectivas aceleradas, fugas y abatimientos aberrantes, juegos ópticos y escorzos, el trampantojo, etc.–, de las manifestaciones ornamentales y geométricas, de la arquitectura de Louis Khan, el arte metafísico, el pop y sus derivaciones neomodernas, el minimalismo, etc.
Esta desinhibida fluidez entre el pasado y el presente le ha llevado también a transitar por la iconografía y las mitologías clásicas con un dominio sorprendente de sus recursos y posibilidades, que el artista es capaz de poner al servicio de narraciones atemporales teñidas a menudo de un carácter autobiográfico, pudiéndose considerar que, en buena medida, su obra anticipó conscientemente los planteamientos de esas corrientes italianas, minoritarias y elitistas, conocidas con los nombres de Pittura Colta, Nuova Maniera Italiana, Hipermanierismo o Anacronismo de los primeros ochenta, o incluso, gran parte de las premisas conceptuales de la venturosa Transvanguardia coetánea auspiciada por Achille Bonito Oliva.
La obra de Pérez Villalta se anticipó en una década a muchas de las premisas de renovación que se impondrían durante los ochenta en la escena artística internacional. En toda su carrera se aprecia la huella que dejaron los estudios de Arquitectura que nunca terminó: la presencia del vacío, el análisis del espacio y del comportamiento de la luz en las estancias, la geometría y los juegos con la perspectiva, son vectores que rigen sus imágenes, enriquecidas con elementos figurativos que enlazan asuntos mitológicos y aspectos privados de su biografía.
GUILLERMO PÉREZ VILLALTA. Vísperas de Pascua, 1999-2000 GUILLERMO PÉREZ VILLALTA. Los geómetras, 2014 GUILLERMO PÉREZ VILLALTA. Políptico largo o Melancolía, 1981.
“La geometría y las proporciones pueden hacer de cualquier tema o idea una constatación plásticamente pura. Algo que está en lo más profundo de la imaginación de la belleza”, son palabras del propio artista, para quien la búsqueda del placer a través de la belleza es una constante. Una de las características más notables en el trabajo de Pérez Villalta es la densidad de capas de sentido que en él se superponen.
Todo cabe en el ecléctico y variadísimo mundo que maneja el artista, desde los grandes nombres del barroco y el manierismo, a Dalí y Walt Disney, pasando por Duchamp, la metafísica italiana, la psicodelia, el pop, los patrones decorativos… La figura, la trayectoria y el trabajo de Guillermo Pérez Villalta son una referencia nacional en cuanto a autonomía e integridad estética se refiere.
El artista ha mantenido su absoluta independencia con respecto a los cánones y las modas imperantes en el mundo del arte, algo que en su casi medio siglo de labor le ha granjeado un enorme respeto por parte del mundo profesional.
Siendo su faceta de pintor la más conocida, Pérez Villalta ha dedicado su atención no solo a las artes plásticas tradicionales (pintura, escultura, dibujo, grabado), sino también a la arquitectura, el diseño de muebles, objetos y joyas, la ilustración, la cartelería, las artes aplicadas (forja, azulejería, vidrieras), el textil, los decorados teatrales y el atrezo, etcétera.
Su obra forma parte de varias colecciones públicas en nuestro país: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía; Fundación March; Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (Sevilla); Centro Atlántico de Arte Moderno (Gran Canaria); ARTIUM (Vitoria); Centro de Arte Contemporáneo (Málaga), Museo de Bellas Artes (Bilbao), Museo de Colecciones ICO, Patio Herreriano (Valladolid), por citar sólo algunos ejemplos.
En el ámbito internacional, su obra forma parte de la colección Chase Manhattan Bank (Nueva York), Instituto de Estados Unidos (Tánger), Museo Marugame Hirai (Japón) y The Solomon R. Guggenheim Museum (Nueva York).
Abundantemente referenciado en nuestros manuales de historia del arte, presente en todos los listados de nombres imprescindibles, y premiado con los más importantes galardones de nuestro contexto (Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1985; Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, en 2006; Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid, en 2007), su obra ha estado todo este tiempo avalada por las más prestigiosas galerías.
Lea también en Cambio16.com: