El aislamiento social extremo y el hambre aguda desencadenan deseos similares en el cerebro, de acuerdo con un estudio reciente de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Estados Unidos.
Al comienzo del estudio los investigadores suponían que la propuesta era demasiado específica, pero en los momentos actuales, cuando millones de personas cumplen un distanciamiento social para contener la propagación del SARS-CoV-2, el coronavirus responsable de la COVID-19, el estudio toma dimensión distinta.
Aunque algunos investigadores no lo consideran «una gran novedad», el estudio aporta conocimiento técnico sobre la actualidad, pues otros estudios demuestran que la exclusión social genera dolor social.
Aislamiento extremo, hambre aguda
El estudio parte de la pregunta: «Cuando los seres humanos se ven obligados a aislarse, ¿anhelan las interacciones sociales de la misma manera que anhelan la comida?». Al parecer sí. El cerebro tiene una respuesta similar ante la soledad y ante el hambre.
Los investigadores registraron mediante imágenes de resonancia magnética funciona la reacción cerebral, las respuestas neuronales, de 40 personas que participaron en el ensayo después de diez horas de ayuno obligatorio o diez horas de aislamiento social total.
El experimento encontró que las regiones del mesencéfalo mostraban mayor actividad ante las señales alimentarias luego del ayuno y también una mayor activación ante las señales sociales luego del aislamiento.
Después de muchas horas sin relacionarse (ni física ni virtualmente), los investigadores mostraban a los participantes imágenes con sus actividades sociales favoritas. Tras una larga jornada de ayuno, les mostraban imágenes de comida.
Supervivencia y conciencia
Finalmente, se les sometió a una sesión de control en la que no se les privó de nada. Al comparar la actividad cerebral observaron la activación de las regiones del mesencéfalo, una parte del cerebro fundamental para la supervivencia y el mantenimiento de la conciencia.
Los resultados determinan que las relaciones sociales positivas son una necesidad humana básica. Mientras que la moneda la soledad aguda es un estado indeseable que el ser humano busca solucionar y desencadena en el cerebro una respuesta similar al hambre aguda.
Otras preguntas que surgen a partir de la investigación son ¿cuánto contacto social necesitaría una persona que haya padecido aislamiento? y ¿cuál actividad sería suficiente para que desaparezca la respuesta neuronal de hambre social?
Hambre y soledad no son lo mismo
Los investigadores consideran que el aislamiento social actual plantea la necesidad de comprender mejor los requerimientos sociales humanos y los mecanismos neuronales que los acompañan.
Otra conclusión que arrojó el experimento es que todos los participantes experimentaban por igual el hambre, pero la necesidad de contacto social era expresada de acuerdo con el participante.
El hallazgo indica que las personas solitarias o que viven la soledad por mayor tiempo «parecen desear menos interacciones sociales». Así, experimentar la soledad por un tiempo prolongado puede hacer que las personas requieran menos contacto social. También que las personas «que requieran menor contacto social se vuelvan solitarias».
Sin embargo, el experimento no es concluyente en relación con el aislamiento social actual. No es lo mismo estar unas horas aislados o unas horas hambriento que estar semanas o meses aislados o privados de comida.
Confinamiento pandémico
En la actual situación de confinamiento que viven millones de seres humanos en el planeta, hay otras variables que se deben considerar. Por ejemplo, poder relacionarse virtualmente, la necesidad de relacionarse a través de las redes sociales o de vídeollamadas.
Algunas investigaciones indican que la interacción virtual aumenta la sensación de aislamiento, mientras que otras muestran que la interacción a través de redes sociales tiene un efecto positivo. En el caso de las videollamadas permiten mirarnos a la cara, una necesidad básica ante la actual situación de aislamiento social a que obliga la pandemia.
Los experimentos del estudio respaldan la «idea intuitiva» de que el aislamiento social total causa ansia social, así como el hambre aguda genera ansia de comer. Una conclusión que plantea una cuestión más profunda y desgarradora: la situación de millones de refugiados en el mundo que padecían hambre y aislamiento desde antes de la pandemia.
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