En la Tierra hay, ahora mismo, más de 10 billones de gigabytes de datos digitales. Una cifra que va creciendo a medida que enviamos mensajes de texto, tomamos fotografías o redactamos un correo electrónico. Gran parte de estos datos se almacenan en enormes instalaciones conocidas como centros de datos de exabytes y cuyo coste de construcción y mantenimiento ronda los 1.000 millones de dólares.
Aún no se sabe si algún día se lleguen a saturar estos archivos digitales de datos. Ante esta preocupación, los científicos han sugerido desde hace años crear otro centro alternativo de almacenamiento. La idea parte del uso de la sustancia que contiene a información genética de los seres vivos: el ADN.
El ácido desoxirribonucleico almacena cantidades masivas de información a muy alta densidad. El científico Mark Bathe, profesor de ingeniería biológica del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) pone como ejemplo una taza de café, que llena de ADN podría, teóricamente, almacenar la totalidad de los datos del mundo.
Una alternativa más sostenible
El experto explica que necesitamos «nuevas soluciones para almacenar estas enormes cantidades de datos que el mundo acumula cada segundo, especialmente los datos de archivo». Argumenta que el ADN es 1.000 veces más denso que la memoria flash, y que una vez que se fabrica el polímero de ADN, no consume energía. Lo que también sería una alternativa sostenible.
Los bioingenieros del MIT ya han demostrado una forma fácil de acceso a archivos de datos almacenados en forma de ADN. Esto podría ser un paso clave hacia el uso de archivos de ADN para almacenar enormes cantidades de videos, fotos y otros contenidos digitales. Sin embargo, también se necesitará una manera fácil de seleccionar el archivo deseado de una mezcla de muchos fragmentos de ADN.
En un artículo de la revista Nature Materials Bathe y su equipo muestran una forma de hacer esta selección. La idea consiste en encapsular cada archivo de datos en una partícula de sílice de seis micrómetros, que está etiquetada con secuencias cortas de ADN que revelan el contenido y funcionaría como un código de barras.
Con esta demostración, los investigadores pudieron extraer con precisión imágenes individuales almacenadas como secuencias de ADN de un conjunto de 20 imágenes. Pero aseguran que es posible seleccionar hasta 10.000 millones de archivos.
Continúan desarollando la idea para hacerla realidad en el futuro
El equipo del MIT prevé que este tipo de encapsulación de ADN podría ser útil para almacenar datos «fríos», es decir, datos que se guardan en un archivo al que no se accede con frecuencia. Algo así como un disco duro inmenso.
Bathe está desarrollando tecnología para el almacenamiento ADN a largo plazo en su laboratorio. Que podría servir tanto para el almacenamiento de datos de ADN a largo plazo, como para muestras clínicas y otras muestras de ADN preexistentes a corto plazo. Asegura que pasará mucho tiempo, entre una o dos décadas, para que el ADN sea viable como almacenamiento de datos. Sin embargo, señala que la necesidad urgente de soluciones de almacenamiento masivo y de bajo costo podría acelerarlo.
Ya se usa el ADN de bacterias vivas para almacenar datos
La capacidad de almacenamiento de alta densidad del ADN, su estabilidad a largo plazo y el bajo riesgo de obsolescencia también llamó la atención de Harris H. Wang y su equipo, de la Universidad de Columbia en Nueva York. En el estudio que publicó a principios de año en la revista Nature Chemical Biology, utilizaron señales eléctricas para transferir datos digitales desde un ordenador al genoma de las células vivas de algunas bacterias.
Además, los científicos lograron aumentar la capacidad de almacenaje hasta los 72 bits, un hecho que les permitió codificar el mensaje «hello world!» en el genoma de la bacteria Escherichia coli. Los resultados evidenciaron una estabilidad bastante alta de los datos almacenados. Tras varios experimentos, el mensaje no se alteró de forma notable y pudo decodificarse con un 90% de precisión.
El equipo liderado por Wang destacó en su momento que el hallazgo resultaba prometedor, pero que aún quedaba mucho camino por recorrer antes de que los sistemas vivos puedan competir con los sistemas de almacenamiento de datos actuales.
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