Por Manuel Domínguez Moreno
En un país con seis millones de parados y una tasa de desempleo del 26%, su presidente asegura sin ruborizarse un ápice que en España ya nadie habla del desempleo. Esta afirmación de Mariano Rajoy ha sido sin duda el único pico informativo de una campaña electoral tan plana, monótona y ausente de propuestas en general para la ciudadanía como repleta de incertidumbre hasta la llegada del domingo 24 de mayo. Así lo certifican todas las encuestas electorales realizadas por numerosos medios de comunicación, en las que resalta el dato de que hasta un 40% del potencial electorado aún no tiene decidida su papeleta. También la fragmentación del voto es otra constante, ya evidenciada en los anteriores comicios andaluces del pasado 22 de marzo y en las elecciones europeas de mayo de 2014, que supuso para los dos partidos históricos que se han alternado en el Gobierno desde la Transición (PSOE y PP) el fin de la mayoría parlamentaria.
También ha servido esta campaña electoral, entre otras cosas, para comprobar que el feeling entre el líder del PSOE, Pedro Sánchez, y la lideresa del partido en Andalucía, Susana Díaz, es cero o poco más. Juntos pero no revueltos –ni siquiera se dieron un beso durante todo el único acto electoral en que coincidieron, en la localidad sevillana de Alcalá de Guadaíra–, las dos cabezas visibles del ‘nuevo’ PSOE saben que se juegan mucho, o todo, en sus respectivos tableros.
Sánchez deberá refrendar tras el 24-M que definitivamente los socialistas han podido comenzar a remontar el vuelo tras la hecatombe de Alfredo Pérez Rubalcaba, y Díaz tiene que hacer frente a su cuarto intento de investidura como presidenta andaluza mientras las dudas sobre las irregularidades en la concesión de su proyecto estrella de Aznalcóllar se acrecientan. Esto y que su imagen inicial arrolladora de mujer incisiva y con personalidad con que se presentó ante la opinión pública española en general ha transmutado en la de alguien con una arrogancia y soberbia de grados elevados, que pese a la mayoría insuficiente que posee del electorado andaluz y la falta de ofertas que le reclaman desde la oposición se regala la potestad de la verdad en propiedad.
No marchan las cosas mucho mejor al otro lado del bipartidismo imperante hasta hoy. En el PP, Rajoy afirma socarrón que se le ha quedado corta esta campaña electoral, que el cuerpo le pedía más. Montado en bicicleta o no, el líder del PP ha tenido que ver cómo su bestia negra, Luis Bárcenas, sigue “fuerte” mientras solicitaba el reingreso en el PP. Evidentemente, Génova no está ahora para atender peticiones de quien se paseaba por sus despachos como Pedro por su casa hasta que le llegó su despido en diferido mientras echaba cuentas en Suiza. Y mientras tanto, otro ‘jarrón chino’, este llamado José María Aznar, entra como un torrente en campaña, fiel a su estilo personalista. El expresidente español no entiende de otro liderazgo que no sea el suyo y la campaña la ha hecho donde, cuando y con quien ha querido, Rajoy al margen. Eso sí, no se quedó corto, ni mucho menos, en los elogios a la que es su esposa y ha dirigido los designios de todos los madrileños durante los últimos años, Ana Botella, que a partir de ahora disfrutará tranquilamente del “relaxing cup of café con leche” en su chalé de Las Lomas de Boadilla.
Y como no suele haber dos patas para un banco, la tercera en discordia, Esperanza Aguirre, asegura sin complejos que no necesita un programa electoral para convencer a los madrileños de que la voten. No la tiene todas consigo, y encuesta tras encuesta solo ha podido constatar que no es el PSOE de Antonio Miguel Carmona su verdadero enemigo a batir sino el empuje de la candidata de Ahora Madrid (Podemos), la exjuez Manuela Carmena, con la que llega al 24-M en un aparente empate técnico en intención de voto.
En un “civilizado” debate televisivo en Telemadrid hecho al gusto de su expresidenta autonómica y ahora candidata a la Alcaldía de Madrid, después de ser consultada previamente por su director, Aguirre embarró el cara a cara al relacionar a Carmena con una presunta “sintonía” con la banda terrorista ETA. “Usted liberó a una señora del GRAPO y a un etarra que después dijo que no se arrepentía de sus crímenes”, le recriminó Aguirre a Carmena en el debate televisivo. “Me da pena que te veas obligada, a tu edad, a decir verdaderas simplezas”, respondió Carmena. Dos estilos que dicen mucho de una y otra candidatas. Y en un arrebato de autosuficiencia, la ex presidenta madrileña afirmó tajante: “La corrupción no existe”. Para a continuación añadir: “Lo que existen son los corruptos”. Precisamente un buen número de sus más fieles compañeros políticos mientras ella hacía y deshacía los designios de los madrileños, que ahora siguen la campaña electoral por la televisión de la prisión.
Mientras tanto, sin contar con una casi desmantelada UPyD que asume con resignación la que puede ser su última participación en una cita electoral, las dos nuevas formaciones más en boga, Podemos y Ciudadanos, también han experimentado vaivenes de distinta intensidad en sus carreras electorales de este 24-M. Hace prácticamente un año nadie daba un duro ni por la formación creada por Pablo Iglesias y los líderes del 15-M ni tampoco por los idearios ya establecidos en Cataluña por Albert Rivera hace casi una década.
El ego, que ha patrimonializado el nacimiento, eclosión y casi extinción de UPyD en la figura de Rosa Díez, es el peor enemigo del pensamiento crítico como consecuencia de la lealtad y la verdad de los comportamientos, las ideas y los hechos en general. En este caso, quedan evidenciados los defectos e incompetencias a los que nos aboca el ego como mal innato. Tanto por los que no hicieron posible un pacto de esta formación con Ciudadanos como por el protagonismo excesivo de los líderes de ambas formaciones. Qué duda cabe que esa descomposición es consecuencia directa de la que arrastran los egos de sus líderes.
En apenas 12 meses, Podemos tiene cinco eurodiputados, 15 parlamentarios en Andalucía (es la tercera fuerza política en la Cámara autonómica) y serias posibilidades según las encuestas de disputarle el poder al PP de Rajoy en las próximas generales, aunque los últimos sondeos también han constatado un estancamiento en la intención de voto.
También Ciudadanos ha sabido componer un mapa de candidatos a nivel nacional impensable hace solo unos meses, lo que también le ha granjeado más de un quebradero de cabeza, puesto que muchos arribistas y algún que otro exedil con ínfulas fascistas ha intentado colarse entre sus listas. También Rivera no ha puesto ningún impedimento en dejarse retratar en posiciones políticas más que cuestionables, puesto que afirmar que el caso Aznalcóllar no tiene ningún vínculo con la corrupción política sino que se trata solo de un problema administrativo deja el camino expedito para pensar que será Ciudadanos el que finalmente deje el paso libre a Susana Díaz al cuarto intento. Habrá que seguir con lupa posteriores pactos postelectorales entre ambas formaciones tras el domingo.
En este sentido, también ha virado mucho la opinión que Pedro Sánchez tenía y tiene de Podemos y Ciudadanos. A los primeros los acusaba de populistas vinculados con el chavismo, a los segundo de ser la derecha pura y dura. Ahora, Sánchez saca pecho al encontrar conexiones directas con ambos contrincantes. Todo sea por abonar el terreno a futuros pactos postelectorales, aunque una vez más la ideología política queda supeditada a los intereses personales.
Podemos y Ciudadanos son conscientes de que pueden ser formaciones decisivas en la formación de gobiernos desde el lunes 25, por eso se han cuidado mucho de no decantarse por ninguna de las dos opciones encarnadas en el bipartidismo imperante. Lo que sí parece del todo despejado ya es que tanto PP como PSOE quedarán muy lejos de las grandes y arrolladoras mayorías cosechadas en convocatorias anteriores. Andalucía es claro ejemplo de ello. También del desgobierno que puede suponer un reparto muy fragmentado del voto tanto a nivel municipal como autonómico.
Por todo esto, la falta de ideología y de compromiso veraz con los ciudadanos de a pie dejan una única consecuencia social: el pueblo es el único que puede ganar estas elecciones históricas del 24 de Mayo, en sus manos está el verdadero triunfo de la democracia.