El término de eficiencia energética se debatió, por primera vez, en Austria, en 1998. Líderes de numerosos países discutieron sobre una futura crisis energética y las políticas que podrían aplicarse para contrarrestar el cambio climático. Veintitrés años después es mucho lo que se ha avanzado: campañas, acuerdos, normas. Pero los esfuerzos siguen siendo insuficientes desde la casa, los centros de trabajo, las sociedades, el el mundo como totalidad.
En esa Conferencia Internacional se estableció el 5 de marzo como el Día Mundial de la Eficiencia Energética, para concienciar sobre su significado y el impacto sobre el planeta. Se planteó la necesidad de ampliar la oferta energética, a través de otras fuentes como las renovables. Y, al mismo tiempo, reducir el uso de combustibles fósiles, dada su afectación en la atmósfera, en los ecosistemas y en la biodiversidad.
La Comisión Europea ha descrito, a manera de receta, los focos de interés para aplicar la eficiencia energética a menor escala. En el hogar, consumo familiar y vecinal, transporte público, edificaciones y productos varios. Mientras tanto, a nivel nacional se cuenta con la Plataforma tecnológica Española de Eficiencia Energética (PTE-EE).
Este esquema se encuentra al mismo nivel que el impulso de las energías renovables dentro del marco de la Transición ecológica. “Es la única opción a alcance del ciudadano, para reducir los consumos. En una sociedad en expansión que cada día demanda más recursos”, es la razón.
Señala la PTE-EE que “la eficiencia energética no implica renunciar a la calidad de vida. Más bien significa la obtención de los mismos bienes y servicios energéticos empleando menos recursos energéticos. A través de la mejora de procesos, uso de productos menos contaminantes y consumo inteligente de la energía. Es decir, utilizando solo la energía que realmente necesitamos”.
Eficiencia energética a pequeña escala, en casa y oficinas
España y muchos países europeos presentan obstáculos en la adecuación de sus equipos y viviendas para hacer de la eficiencia energética una rutina. En el país, 26 millones de viviendas pierden al año 12.000 millones de euros por estar mal acondicionadas energéticamente. A lo que hay que sumar el envejecido parque inmobiliario español, pues más de la mitad se construyó antes de 1980. Y casi un 20% de viviendas en los sesenta.
A este fenómeno se añade que, de las operaciones de compraventa, el 80% corresponde a viviendas de segunda mano. Y más de la mitad necesita obras de rehabilitación para mejorar su acondicionamiento y habitabilidad y convertirse en viviendas eficientes y sostenibles.
Situación que se distancia del Pacto Verde sobre descarbonización de las ciudades y neutralidad climática para 2050. Para ello se requeriría una tasa de renovación anual de edificios del 2-3% en la Unión Europea. Sin embargo, según la Fundación Naturgy y EIT InnoEnergy, en España se necesitaría multiplicar este índice de rehabilitación por 25 para cumplir ese objetivo.
En el caso de no contar con una vivienda que cumpla los parámetros citados, existen otras alternativas para tener un hogar u oficina más eficiente y sostenible. Están el aislamiento térmico en suelo, paredes y ventanas. El sistema de calefacción eficiente, bien por aerotermia (bomba de calor que utiliza aire y depende de las condiciones climáticas exteriores). O a través de la geotermia (bomba de calor de agua que viene del subsuelo).
También se sugiere el uso de paneles solares. Ayuda a reducir hasta 18 toneladas al año de gases contaminantes en una sola vivienda. Y son sistemas aptos en todo el territorio español.
En España, a gran escala, con las renovables y el hidrógeno
España atraviesa por un boom de las empresas renovables, sea por los fondos europeos y por incentivos del Gobierno, además por la solidez de los mercados. En ese sentido, hay garantías para suponer un creciente y robusto sector para la década que comienza. A la par, ganan espacio las tecnologías de generación de hidrógeno, los sistemas de almacenamiento y el uso de hidrógeno verde.
En la estrategia europea por la eficiencia energética, se define como fase final para 2050, la adopción de las tecnologías de hidrógeno. Desplegadas en el sector industrial y de movilidad a gran escala para alcanzar la neutralidad de las emisiones. O incluso, las emisiones negativas mediante captura y secuestro de CO2.
En esta última fase se calcula que un 25% de la energía renovable instalada se dedicará a la generación de hidrógeno renovable. La participación de España en dichos objetivos se detalla en la hoja de ruta para el hidrógeno. Comprometiéndose a que hasta un 10% de los 40GW instalados en Europa para 2030 serán en territorio español.
A nivel de movilidad también existen objetivos mínimos para el horizonte 2030. En la PTE-EE se indica que estas metas se han cuantificado en 150 buses, 5.000 turismos, 100 hidrogeneras. Así como otros hitos en el uso del hidrógeno para movilidad, principalmente vinculados a iniciativas de entidades públicas o consorcios público-privados.
En la plataforma se prevé un aumento progresivo de la generación de hidrógeno renovable. Aprovechando las óptimas condiciones climatológicas para la generación de energía renovable. Hasta alcanzar el punto donde España se presente como país exportador de hidrógeno renovable al resto de Europa.
La pandemia interrumpe algunos planes
A pesar de los adelantos graduales por limitar el deterioro climático, la pandemia ha irrumpido para detenerlos. La Agencia Internacional de la Energía (IEA en inglés) observa que la crisis sanitaria provoca retrasos en algunas inversiones. En las rehabilitaciones de locales y cambios en el comportamiento de los mercados. Ello, unido a la incertidumbre, influyen negativamente en los Gobiernos desde el punto de vista de la eficiencia.
Sin cifras consolidadas en mano, la Agencia espera una contención de los planes en 2020. “Se espera que las inversiones en nuevos edificios, equipos y vehículos energéticamente eficientes disminuyan. Debido a que el crecimiento económico cae un 4,6% y la duda sobre los ingresos afecta la toma de decisiones de los consumidores y las empresas”.
No obstante, la IEA, estima que la intensidad energética promete subir este año, como una manera de reactivar la economía y espera que su uso sea eficiente.
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