El gobierno de Donald Trump flexibiliza el control de cultivos transgénicos, al aprobar una legislación en esa materia.
El Registro Federal publicó la nueva normativa que da un giro en la regulación estatal. Ahora algunas plantas modificadas genéticamente, ya no tendrán que superar la supervisión del gobierno.
La norma que entrará en vigor el 5 de abril, establece que las variaciones de cultivos genéticamente modificados, que ya estuvieran previamente establecidos, se aprueben de forma automática. Esta medida facilitaría el acceso al mercado de estos derivados.
La legislación ha sido recibida con los brazos abiertos por los industriales. Pero también criticada por parte de organizaciones que alertan de la reducción de la supervisión gubernamental a los cultivos transgénicos.
Para la comunidad científica, la relajación de la regulación actual “permitirá que avancen ciertos aspectos de la modificación de genes”, tal y como afirma el genetista de plantas de la Universidad de California, Kent Bradford, en declaraciones a la revista Science.
La modificación de la ley implica también cambios en el Servicio de Inspección de Sanidad Animal y Vegetal (APHIS) del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), que antes controlaba la tecnología para los cultivos biotecnológicos y ahora se centrará en los nuevos rasgos creados en lugar del proceso.
Estados Unidos ha seguido siendo el primer productor de cultivos transgénicos en el mundo, con 69 millones de hectáreas y una tasa media de adopción de sus principales cultivos transgénicos del 90%.
Los cultivos transgénicos disponibles en EE UU son maíz, soja, algodón, canola, remolacha azucarada, alfalfa, papaya y zuquini. Resistentes a insectos y/o tolerantes a herbicidas.
EE UU y los cultivos transgénicos
El USDA ha acumulado varias instancias por lograr estos cambios. Empezó a modificar las regulaciones sobre cultivos transgénicos durante la administración de Obama. En enero de 2017, con Trump en la Casa Blanca, se lanzó un borrador de esta legislación que se acaba de aprobar.
Así pues, los biólogos moleculares pueden quitar genes de resistencia a enfermedades de varias partes del genoma de una planta. Y reunirlos en un tramo de ADN, lo que permite incorporar esta modificación a los genes en una variedad.
El producto final será el mismo que el creado por los científicos, pero la edición de genes puede ahorrar años de esfuerzo. Sin embargo, la normativa no da luz verde a cambios más importantes. Por ejemplo la movilidad de genes entre plantas relacionadas, entre pimientos y tomates, puesto que en una reproducción convencional no se pueden cruzar.
La normativa sí que facilita la creación de variaciones menores de cultivos modificados genéticamente, para adaptarlos a diferentes climas.
Anteriormente las empresas tenían que pedir a la APHIS que evaluara el riesgo de cualquier nuevo cultivo transgénico que desearan comercializar. Ahora, APHIS no regulará nuevas variedades de un cultivo biotecnológico ya aprobado.
Sin embargo, no toda la comunidad científica ve estos cambios con buenos ojos. Algunos grupos advierten que si no se notifican los cultivos modificados al USDA, “ni los reguladores gubernamentales ni el público tendrán idea de qué productos de este tipo estarán en el mercado”, alerta el Centro para la Ciencia en el Interés Público.
La opinión de los consumidores
En una encuesta realizada por Pew Research Center, 51% de los consultados piensa que los alimentos con ingredientes transgénicos son peores para su salud que los alimentos sin ellos. 41% dijo que no eran ni mejores ni peores y alrededor del 7% piensa que estos alimentos son mejores para su salud.
Aquellos que creen que son peores para su salud siguen preocupados por los futuros impactos en la salud humana y ambiental. Pero reconocieron los beneficios, ya que el 64% señaló que es bastante probable que los alimentos modificados genéticamente ayuden a expandir el suministro mundial de alimentos. Y el 50% pensó que darían como resultado alimentos más asequibles.
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