Una de las grandes dudas sobre cuánto cambiará la política exterior de los Estados Unidos con un gobierno de Joe Biden, es el caso de Oriente Próximo. La región supondrá para las nuevas autoridades de Washington muchos desafíos y pocas oportunidades. Por un lado, hay sólidos argumentos para alejarse de la región. Aunque bien pueden subestimar los desafíos de la lucha contra el terrorismo, la lucha contra la proliferación y los conflictos prolongados que tienen la capacidad de atraer a Estados Unidos de regreso. De hecho, ese país todavía tiene intereses a proteger.
Tres elementos fundamentales sustentan el estilo de Biden: democracia, diplomacia y multilateralismo. A diferencia de Trump, quien avanzó en medidas unilaterales (como los aranceles a China y las sanciones contra Irán o Venezuela), Biden buscará un regreso al multilateralismo y la reconstrucción de las relaciones y la cooperación entre los Estados Unidos y otros estados e instituciones. Allí, el rol de la Unión Europea será fundamental.
Mayor interés interno
Las prioridades políticas clave de Biden, según la página web oficial de transición, son combatir el brote de COVID-19 en los Estados Unidos, ayudar a la recuperación económica del país, mejorar la igualdad racial y enfrentar el cambio climático. Los elementos de política exterior están notablemente ausentes.
De hecho, dejando de lado el cambio climático, las prioridades inmediatas de Biden son todas internas. Esto es una rareza en los Estados Unidos de la posguerra fría, que se ha visto a sí mismo como el líder del nuevo orden político globalizado. Por supuesto, con prioridad o no, la política exterior es un elemento de cualquier presidencia y hay algunos puntos que Biden seguramente deberá abordar en Oriente Próximo.
Al mismo tiempo, si las últimas dos décadas han demostrado algo, es que Estados Unidos no puede transformar la región. La mayoría de los desafíos que lo acosan —la ausencia de un buen gobierno, la falta de transparencia y responsabilidad, la corrupción y las tensiones sectarias— están más allá de la capacidad de reparación de Estados Unidos.
Sin la participación local de quienes viven y lideran en la región, es dudoso que sea posible un cambio real. Además, frente al mayor desafío de la recuperación nacional desde la Gran Depresión, la capacidad de maniobra para Biden será limitada.
Los mayores retos
Para Biden, el problema más urgente de la región es Irán. Durante la gestión de Trump, una relación ya tumultuosa tocó un mínimo histórico. Las tensiones se dispararon con una retórica altamente incendiaria de ambos lados. También por el retiro de Estados Unidos del Plan de Acción Integral Conjunto (JPCOA). Además, una política de «ojo por ojo». Esto último resultó en el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, una medida profundamente impopular para muchos actores tanto dentro como fuera de Irán.
Informes recientes sugieren que Trump todavía está buscando activamente atacar a Irán. De ser así, podría dejar a Biden recogiendo las piezas de un conflicto escalado. Si se impide que Trump tome medidas, entonces la prioridad probable de Biden con Irán será reducir la tensión a través de un JCPOA enmendado, volviendo a unirse a la coalición multilateral que negoció el acuerdo original en 2015. Es algo que la Unión Europea vería con buenos ojos.
La respuesta iraní es incierta, pero las sanciones los perjudican. Por ello, un posible cambio en la política de los EE UU puede permitirles buscar una resolución, mientras se guardan las apariencias.
Europa ante el multilateralismo
Una visión multilateral en el manejo de los Estados Unidos de sus políticas hacia Oriente Próximo supone un acercamiento a sus aliados tradicionales. Y allí será primordial el aporte de la Unión Europea. Hay preocupación por una escalada del terrorismo, y la necesidad de combatirlo.
Sobre este punto, ha habido un recrudecimiento de la posición de varios de los estados miembros del bloque. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, fue categórico en su declaración de finales de noviembre sobre el islamismo y la nueva política de seguridad de su gobierno.
El mandatario galo respondía en medio de la crisis generada por el avance del islamismo en su país. Francia se ha especialmente afectada por las polémicas en medio del juicio por el atentado a la sede de Charlie Hebdo. Las tensiones aumentaron tras el asesinato de un profesor de historia a manos de fundamentalistas islámicos.
El anuncio de Macron fue respondido con vehemencia por Recep Tayyip Erdogan. El presidente turco considera la nueva política francesa en materia de seguridad nacional como una persecución a los musulmanes y una ofensa al Islam. Estableció una serie de medidas concretas en materia de restricciones comerciales a los productos franceses.
Por su parte, Angela Merkel, declaró que en el pasado reciente Europa expresó mensajes equivocados, que incluso parecieron apoyar a organizaciones yihadistas en Siria, Egipto y Libia. Agregó que eso debía ser corregido ya que los grupos radicales vieron las posiciones europeas como una oportunidad para introducir elementos terroristas en el Viejo Continente.
Aseguró que tanto Alemania como toda Europa deben ser contundentes al momento de expresar que no permitirán ni apoyarán a grupos radicales o regímenes dictatoriales que busquen alterar la agenda de la UE o la paz de sus sociedades.
Multilateralismo parcial
No obstante, hay cuestiones en las que Estados Unidos podría seguir actuando unilateralmente, si es necesario, en beneficio de sus intereses. Una mezcla más sutil de unilateralismo estadounidense y multilateralismo selectivo tiene más sentido para la diplomacia de Washington y la proyección de su poder. Para una región de este complejidad, la clave bien puede estar en la asociación con otros, especialmente en áreas de conflicto donde la gestión y la mitigación, más que las soluciones a corto plazo, gobiernan el campo.
Estos incluyen algunos de los conflictos más complejos en la región, como en Siria, Yemen y Libia. También los muchos desafíos sociales y económicos endémicos, que hasta ahora han sido «inmunes» a soluciones de corto plazo. Estados Unidos siempre ha disfrutado del poder de convocar, es decir, de la capacidad de movilizar a otros para trabajar juntos en un problema común.
El conflicto palestino-israelí
Otra área de la política exterior de Oriente Próximo que competirá por la atención de Biden será el conflicto palestino-israelí. Durante la presidencia de Trump, Israel pudo lograr avances estratégicos, como el reconocimiento de Estados Unidos de la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán y el muy controvertido traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén.
Es muy probable que la relación de Biden con Israel esté marcada en general por una continuidad estratégica, pero con una narrativa alternativa. Es decir, Estados Unidos continuará enviando ayuda y asistencia a Israel. Biden no buscará deshacer los logros estratégicos de Israel logrados en la era Trump. Pero también buscará mejorar la relación de Estados Unidos con los palestinos.
Esta estrategia vendría en forma de ayuda directa y asistencia humanitaria. También a través de la diplomacia multilateral, al instar a Israel a la moderación en el crecimiento de los asentamientos y un movimiento hacia acciones que apoyen una solución de dos estados. Los palestinos quizás se mostrarán escépticos sobre el papel de Estados Unidos en la promoción de sus intereses. Pero probablemente acogerán con agrado el alejamiento de las políticas más agresivas de Trump.
Una región en crisis
Durante gran parte de su historia moderna, Oriente Medio ha sufrido crisis tras crisis y ahora es una época de problemas cada vez más prolongados. Biden enfrenta una región con múltiples guerras, levantamientos y situaciones en las que la relación Estado-sociedad está marcada por la desconfianza y la represión.
Dos de los países de la región (Yemen y Siria) se encuentran en las primeras 5 posiciones en el Índice de Estados Frágiles 2020 . Otros, como Irak y Líbano, se encuentran en posiciones extremadamente arriesgadas como candidatos al fracaso estatal. Estados Unidos tiene importantes intereses en la búsqueda de la estabilidad regional. Por ejemplo, la producción continua de petróleo. También tiene interés en obstaculizar los intentos de China y Rusia de ganar influencia regional, a través de su apoyo militar e iniciativas de desarrollo.
Amenaza terrorista
Otra dificultad para salir de Oriente Próximo es el resurgimiento de las actividades del grupo militante yihadista Estado Islámico. Trump declaró derrotado al EI a principios de 2019. Perola pérdida de territorio no ha resultado en la pérdida de ideología o de combatientes dispuestos a asumir la causa. Tanto en Siria como en Irak, el año pasado se ha observado una tendencia al alza en las actividades y los ataques.
Una decisión de Biden de retirarse en gran medida de la región dejaría vacíos de seguridad. Estos podrían ser llenados por el EI y otros grupos no estatales. Biden enfrenta una especie de callejón sin salida en este sentido. Que Estados Unidos permanezca en Oriente Medio alimenta la retórica de la invasión y ocupación de Occidente. Irse crea focos de inestabilidad e inseguridad. Ambos escenarios dan como resultado condiciones que están listas para ser explotadas por el Estado Islámico.
Un futuro incierto
Por ahora, el futuro de las relaciones entre Occidente y Oriente Próximo está en el marco de las especulaciones. Se vislumbran cambios, pero no se sabe cuán profundos de serán. Lo cierto es que las variaciones en las políticas que asuman los Estados Unidos y la Unión Europea, por pequeñas que sean, van a tener un notable impacto en el mundo árabe-islámico.
De ello dependerá que se vivan tiempos de mayor o menor turbulencia. Será fundamentales las políticas de corto plazo con las organizaciones terroristas regionales y los gobiernos que les brindan cobijo para desarrollar sus actividades.
La lucha contra el terrorismo, la estabilidad de la región y sus efectos en Occidente serán una prioridad para los Estados Unidos y para la Unión Europea. La cooperación entre Bruselas y Washington contribuirá a delinear el futuro de Oriente y Próximo. De ello dependerá también, en buena medida, el destino del planeta.
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