El presidente Donald Trump avivó la polémica una vez más. Postuló este sábado a Amy Coney Barrett para que llenara el asiento que quedó vacante en la Corte Suprema de Justicia la semana pasada por la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg. Lo hace pocas semanas antes de las elecciones. Para los demócratas, fue casi una declaración de guerra.
Amy Coney Barrett aún debe ser confirmada por el Senado. No obstante, dada la mayoría republicana, se da por descontado que pasará la prueba y probablemente en tiempo récord. A sus 48 años de edad, será la jueza más joven de la Corte Suprema de Estados Unidos. Al establecerse en esa posición, influirá en la vida del país durante las próximas décadas.
Los republicanos quieren que Barrett sea confirmada antes de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre. Los demócratas carecen del poder para bloquearla. Lo más probable es que el proceso sea tanto o más polémico que el nombramiento del juez Brett Kavanaugh hace dos años.
La postulación se da dos años después de que su nombre surgiera como un posible reemplazo del retirado Anthony Kennedy, cuyo asiento finalmente fue ocupado por Kavanaugh tras las polémicas audiencias de confirmación.
No han faltado las comparaciones entre Amy Coney Barrett, una católica devota y madre de 7 hijos, y Ruth Bader Ginsburg, quien hizo historia en la lucha por la igualdad de género a lo largo de toda su carrera, y a sus 87 años era un símbolo para las nuevas generaciones.
Su nombramiento cambiará el equilibrio de poderes entre conservadores y liberales. Ello podría tener un efecto en asuntos como el aborto, el matrimonio homosexual, la inmigración y el programa de salud Obamacare.
La polémica religiosa
En el primer plano de la polémica está la fe religiosa de Barrett. Se destaca su asociación con People of Praise, un grupo cristiano y conocido, al que se señala de tener una estructura interna autoritaria.
El tema ha sido motivo de debate público. Los conservadores argumentan que deben excluirse las preguntas públicas sobre creencias religiosas. Los liberales sugieren que las creencias de Barrett podrían eclipsar su capacidad para administrar una jurisprudencia libre de conflictos sobre aspectos como el aborto y la anticoncepción. Afirman que ello amenaza los valores fundamentales de la libertad religiosa.
Barrett ha dicho que es una “católica fiel”. Sin embargo, las creencias religiosas no “se relacionan con el desempeño de mis deberes como juez”, señaló. También ha dicho que la carrera jurídica no debe verse como un medio para obtener satisfacción, prestigio o dinero, sino más bien “como un medio para el fin de servir a Dios”.
El asunto fue muy ventilado durante su audiencia de confirmación en 2017, luego de que el presidente Donald Trump la nominara para ocupar uno de un total de tres cargos en la Corte de Apelaciones del Séptimo Circuito, el cual desempeña actualmente. Los demócratas cuestionaron si podía separar sus deberes como juez de su fe.
En particular, la senadora demócrata y ex alcaldesa de San Francisco, Dianne Feinstein, destacó su preocupación por la manera en que las creencias religiosas de Barrett podrían influir en sus decisiones.
Posición frente al aborto
Amy Coney Barrett, además de ser católica, es madre de siete hijos. Esta condición, junto a algunas situaciones de su carrera profesional, ha generado preocupación en sectores proaborto. La ven como una amenaza a lo que consideran logros, como, por ejemplo, la despenalización del aborto.
Fue secretaria del difunto Antonin Scalia, uno de los jueces más conservadores en la Corte Suprema. El magistrado era el principal rival y, al mismo tiempo, un gran amigo de la fallecida Ruth Bader Ginsburg.
Scalia dijo públicamente que la decisión de la Corte Suprema en el llamado «caso Roe contra Wade» de 1973, en el que se legalizó el aborto, era errónea y que debía ser anulada.
Durante la audiencia de 2017, la senadora Dianne Feinstein señaló que estaba preocupada por lo que la jueza Barrett pudiese decidir en casos relacionados con el aborto. La parlamentaria le dijo que se iba con la impresión de que “el dogma vive bulliciosamente dentro de ti” y “eso es una preocupación”. Aseguró que Barrett tenía «una larga historia para pensar que sus creencias religiosas prevalecerían».
Respondiendo a un cuestionario de la Casa Blanca, Barrett indicó que admiraba a la jueza Elena Kagan, una defensora del derecho al aborto y a la que Barack Obama nombró por aportar “el conocimiento y la habilidad que adquirió como académica a la resolución práctica de disputas”.
La pena de muerte
Una polémica similar se ha dado con relación a la pena de muerte. En 2017, Dianne Feinstein hizo referencia a un artículo coescrito por Barrett, en el que se decía que un juez católico debería recusarse de un caso sobre pena de muerte, debido a su oposición religiosa a ese castigo.
Barrett respondió que durante su empleo como asistente legal del magistrado Scalia en la Corte Suprema había trabajado en varios casos de apelaciones contra penas de muerte.
«Mi afiliación religiosa o mis creencias religiosas no interferirían con el cumplimiento de mis obligaciones como jueza”, reiteró. “Nunca se aprueba que un juez imponga sobre la ley sus convicciones personales, surjan de la fe o de cualquier otra parte”, enfatizó.
La guerra con los demócratas
No se trata solamente de su perfil o sus creencias. La forma en la que se da su nominación también es motivo de una fuerte polémica y promete convertirse en otro explosivo tema de la actual campaña electoral.
La razón es que en 2016 los republicanos bloquearon la postulación de un juez que fue seleccionado por el entonces presidente Obama. Alegaron que las elecciones estaban a la vuelta de la esquina (faltaban 8 meses). Por lo tanto, se trataba de una decisión que debía quedar en manos del ganador de la contienda.
En esta ocasión faltan menos de 6 semanas para los comicios. No obstante, los republicanos optaron por ignorar un precedente que ellos mismos establecieron. La Constitución le otorga el derecho al presidente de nominar candidatos a la corte cuando se presenta una vacante. También le confiere al Senado el poder para confirmarlo.
De acuerdo con una encuesta de esta semana en el Washington Post, el 57% de los estadounidenses opinan que la vacante la debería llenar el ganador de las elecciones de noviembre, y su confirmación, pospuesta hasta el año entrante, cuando se haya posesionado el nuevo Congreso.
Urgencia de los republicanos
Todo indica que los republicanos piensan confirmar a Amy Coney Barrett antes de este 3 de noviembre, fecha prevista para los comicios presidenciales y legislativos. Tienen varios motivos. El más importante es que con ello consolidarían la mayoría conservadora –que ya existe en la corte– y por varias generaciones. Actualmente, en la institución hay 5 jueces de esta tendencia con respecto a 3 liberales.
Poner a Barrett les permite ampliar su poder a 6 jueces. Esta clara mayoría garantiza un giro de la corte en temas que son considerados fundamentales para ambos partidos. En particular, el aborto, los matrimonios entre homosexuales, la discriminación de minorías, el futuro de los inmigrantes y los programas de cobertura de salud (como el Obamacare).
Dado que los cargos en la corte son vitalicios y que Trump nombró a otros dos jueces, también muy jóvenes, ese poder se podría mantener por tres décadas o más.
Además, para los republicanos se trata de un asunto urgente. Saben que en estas elecciones podrían perder tanto la Casa Blanca como el Senado. Los nombramientos les permiten agitar un tema que puede motivar a la base para que vote en masa.
Para los demócratas, esto equivale a una declaración de guerra. Y ya ha circulado la idea de que si ganan la Presidencia y recuperan la Cámara Alta, podrían optar por ampliar la corte a 11 o incluso a 13 miembros. Es decir, le darían al nuevo presidente la posibilidad de postular a dos o cuatro nuevos jueces para recuperar el balance.
Una católica con experiencia académica
Amy Coney Barrett es una joven jurista que asistió a colegios católicos. Estudió derecho y se graduó en la universidad con honores. Después sirvió como asistente legal del juez Laurence Silberman, de la Corte de Apelaciones del Circuito de Washington D. C. Luego pasó a ser la asistente legal del magistrado Antonin Scalia, uno de los jueces más conservadores de la Corte Suprema.
En 2017 pasó a ocupar un cargo en la Corte de Apelaciones del Séptimo Circuito. Estos tres años constituyen una muy corta experiencia, pero ha sido por más de 15 años profesora de derecho.
También se le reconoce por haber sabido defender sus ideas. La dura audiencia de confirmación que debió sortear para llegar a la Corte de Apelaciones la convirtió en un referente para muchos estadounidenses religiosos y conservadores.
De hecho, la frase con la cual la senadora Dianne Feinstein cuestionó la imparcialidad de Barrett en aspectos polémicos fue rápidamente vista por activistas conservadores como una insignia de orgullo y utilizada en mercadería.
Un grupo religioso empezó a vender tazas y camisetas con la foto de Amy Coney Barrett, además de la leyenda: “El dogma vive bulliciosamente dentro de ti”. Grupos conservadores y religiosos la admiran. Sectores liberales la atacan. Difícilmente se encuentra un punto intermedio.
La Constitución, al pie de la letra
Amy Coney Barrett mantuvo reuniones el lunes y martes de la semana pasada con el presidente Donald Trump. Después de estas, el presidente habría tomado la decisión de postularla.
Se autoproclama una originalista y textualista. Esto quiere decir que defienda la idea de que se debe analizar la Constitución con base en lo que pensaban quienes la redactaron y aprobaron. Se debe seguir al pie de la letra el significado de su texto. No hay que entrar en divagaciones sobre lo que los redactores pudieron haber querido decir.
Ha estado casada desde 1999 con el también graduado de Notre Dame, Jesse Barrett, un socio en la firma South Bank Legal, en South Bend, Indiana, donde reside la pareja con sus siete hijos, de entre 8 y 19 años. Dos de los niños del matrimonio fueron adoptados en Haití. Uno de ellos nació con síndrome de Down.
En un discurso en 2006, durante la graduación anual de estudiantes de Derecho, de Notre Dame, Amy Coney Barrett habló de la ley como una vocación.
«Si puedes tener en mente que tu propósito fundamental en la vida no es ser un abogado, pero sí conocer, amar y servir a Dios», dijo, «entonces tú verdaderamente serás una clase diferente de abogado».
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