Los desafíos de Estados Unidos por alcanzar la descarbonización van más allá de las leyes, los fondos, las tecnologías y los incentivos, que ya es mucho decir. La voluntad y la certeza en las políticas son determinantes para lograrlo y, un grupo de ambientalistas quiere encarar al gobierno de Biden por la expansión masiva de las exportaciones de gas natural. Un contrasentido del discurso oficial por la causa climática.
El paquete legislativo aprobado en la actual gestión coloca al país en línea con su objetivo de cero emisiones netas para 2050, junto con importantes presupuestos e inversiones. Sin embargo, algunas decisiones podrían entorpecer esos propósitos. Algunas están a la vista..
Hace menos de una década, las exportaciones estadounidenses de gas natural licuado (GNL) no existían. Ahora están creciendo tan rápidamente que en 2022 se convirtió en el mayor exportador de gas del mundo. La tendencia ha dado a Washington más influencia en el extranjero, al tiempo que plantea grandes interrogantes sobre su legado ambiental.
Biden ha brindado su apoyo a la industria para ayudar a los aliados europeos que a raíz de la guerra en Ucrania han buscado el gas estadounidense para romper la dependencia de los suministros rusos.
Pero los ambientalistas temen los efectos colaterales de estas inversiones de miles de millones de dólares en nuevas terminales para enfriar y enviar gas estadounidense al exterior: el abandono de los compromisos del gobierno en reducir a cero la contaminación climática.
EE UU expande exportaciones de gas natural
El vigor con el que Biden ha impulsado las exportaciones de gas natural lleva a grupos ambientalistas a tratar frenarlas.Sierra Club, la Liga de Votantes por la Conservación y del activista Bill McKibben señalan que las docenas de de proyectos nuevos o de expansión están en construcción o bajo consideración excede con creces lo que se necesita. Apuntan que supondrá una carga aún mayor para las comunidades de color en la costa del Golfo. Los activistas medioambientales presionan para Washington tome en cuenta los impactos acumulativos antes de aprobar más permisos.
“La verdadera noticia es que estamos en 2023. Nunca ha hecho tanto calor. Entonces, ¿por qué estamos hablando siquiera de encontrar una manera de arrojar aún más gases de efecto invernadero a la atmósfera? No tiene sentido”, ndicó McKibben.
El creciente rechazo ilustra los desafíos del gobierno de Biden para equilibrar las preocupaciones de seguridad nacional con las promesas climáticas. Biden enfureció a los jóvenes activistas climáticos y a otros este año al aprobar el proyecto de perforación petrolera Willow en la vertiente norte de Alaska. Sobre todo, cuando la Casa Blanca argumentó que estaba legalmente obligada a sancionarlo.
Lo peor es que las emisiones de gases asociadas con un solo proyecto de exportación de GNL, conocido como Calcasieu Pass 2 o CP2, serían 20 veces mayores que las de Willow, «El proyecto Willow fue una bomba de carbono, pero el proyecto CP2 es una megabomba en lo que respecta al cambio climático», según Jeremy Symons, consultor ambiental.
¿Una alternativa a combustibles más sucios?
Shaylyn Hynes, portavoz del propietario del proyecto Venture Global, con sede en Arlington, señaló que las exportaciones de gas natural de EE UU brindan a otros países una alternativa a combustibles más sucios. Incluido el carbón, que ha repuntado en la demanda global en los últimos meses. «El GNL sigue siendo fundamental para ayudar a Europa y entregar energía a millones de personas pobres en todo el mundo», subrayó.
Manifestó que los activistas ambientales bien financiados contrarios al CP2 y a todos los proyectos de GNL de EE UU están completamente fuera de la realidad. «Irónicamente, McKibben y otros activistas que desean reducir las emisiones en realidad están abogando por restringir el acceso a una forma de energía más limpia”, añadió.
Las exportaciones de gas de EE UU han sido un motivo de fuertes debates por más de diez años. En la primera década de este siglo, el gas era tan caro y escaso que Washington y los líderes de la industria contemplaban formas de importar más gas. Pero esa era también condujo a una nueva técnica de perforación, el fracking, que desbloquea tanto gas que EE UU ahora produce mucho más de lo que consume.
Pronto las empresas comenzaron a solicitar permisos federales para exportar gas y obtuvieron la aprobación del gobierno de Obama para impulsar el comercio internacional. Biden apoya a la industria desde que estalló la guerra de Ucrania el año pasado. Estados Unidos y los europeos han trabajado para reducir las exportaciones rusas de gas y petróleo.
Cambiar de carbón al gas no es suficiente
Las exportaciones estadounidenses de GNL se han duplicado en los últimos cuatro años. Se espera que los proyectos aprobados y en construcción dupliquen la capacidad de exportación de gas natural de EE UU. Casi todos estos proyectos se encuentran en la costa del golfo de México. Principalmente en una región industrial entre Luisiana y Texas que alberga enormes plantas petroquímicas.
Los partidarios de los proyectos argumentan que podrían tener un impacto climático positivo si el gas desplaza al carbón, el combustible fósil más sucio. Señalan que el gas se destina en gran medida a países europeos. Algunos de los cuales vienen quemando más carbón desde el inicio de la guerra de Ucrania. Así como a países asiáticos como China, que construye más centrales eléctricas alimentadas con carbón. «El gas puede desplazar absolutamente al carbón a mediano y largo plazo y reducir las emisiones de carbono», argumentó Emily McClain, vicepresidenta de mercados de gas de América del Norte en la firma de investigación Rystad Energy.
Los ambientalistas, sin embargo, dicen que cambiar del carbón al gas no es suficiente para frenar el cambio climático. Suscriben las conclusiones de la Agencia Internacional de Energía de que la humanidad no puede construir ninguna nueva infraestructura de petróleo, gas o carbón si espera evitar un calentamiento global peligroso que supere los 1,5 °C. También alertan que el componente principal del GNL es el metano. Un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono y que a menudo se escapa de la infraestructura de petróleo y gas.