Por MANUEL DOMÍNGUEZ MORENO
“A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba-abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder”. Eduardo Galeano nos ha dejado cuando más falta nos hacía en este mundo cruel, desigual, injusto, violento, visceral, inhumano, deshumanizado…
En mi libro La revolución de las conciencias escribí: “Todo mi desprecio a los oportunistas políticos que predican ideologías, ofreciendo falsas esperanzas y espejismos libertarios, engañando y mintiendo mientras cobran por ello. Mi desprecio a los embaucadores que se disfrazan de emprendedores. Mi desprecio al progreso basado en el abuso y la desigualdad. Mi desprecio a los bancos que sin ninguna vergüenza anuncian en sus escaparates subastas de pisos robados a gentes en paro” .
El escritor uruguayo ha ejemplificado mejor que nadie sobre la faz de la tierra el poder de la palabra como denuncia frente a las injusticias y las desigualdades existentes y crecientes en pleno siglo veintiuno. Decía que la mejor palabra era el silencio, que éstas solo debían existir para ser necesarias y comprometidas con la dignidad del ser humano. Por ello, cada frase suya era un dardo directo al corazón de las conciencias.
En su lucha por expresar con la palabra justa el pensamiento certero y preciso, el autor del mítico ensayo Las venas abiertas de América Latina –donde critica sin contemplaciones la injusticia social y la explotación del subcontinente por las multinacionales estadounidenses– hablaba sin ambages de una idea que resume con otra frase luminosa: “En el siglo XX la mitad del mundo sacrificó la justicia en nombre de la libertad y la otra sacrificó la libertad en nombre de la justicia y en el siglo XXI sacrificamos las dos en nombre de la Globalización”.
Al igual que la teoría del Sexto Continente alerta de las alarmantes desigualdades que la sociedad del conocimiento ha traído consigo en una sociedad donde el poder del capital avasalla cuanto se pone en su camino, el norte ideológico del escritor uruguayo siempre se ha encaminado a denunciar esta realidad sin florituras verbales pero con la belleza del pensamiento como bandera. “El miedo nos gobierna. Esa es una de las herramientas de las que se valen los poderosos, la otra es la ignorancia”, apunta Galeano, para quien “la libertad del dinero exige trabajadores presos de la cárcel del miedo”.
Galeano ha sido y siempre será mucho más que una frase bonita que plastificar en las portadas de las carpetas de adolescentes soñadores con otros mundos posibles. Su pensamiento elevado andaba a ras de suelo, con el ciudadano de la calle, con el desposeído, su verbo y su palabra han derribado más muros que multitudes hartas de satrapías. “El mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar…”
Por tanto, elijamos. El retrato resultante de nuestras palabras y sobre todo de nuestros hechos determinará nuestras vidas para siempre, porque un ser indigno está condenado a la ignominia.
Con el adiós del escritor uruguayo el vacío que deja es enorme, su penetrante personalidad y su integridad intelectual a prueba de lobbys cual escualos nadando en busca de presa nos han dado una lección a todos. ¿Quién recogerá su testigo? Muy pocos nombres propios pueden ponerse sobre el tapete, prácticamente nadie.
Estamos necesitados de intelectuales que, mediante la fuerza de la palabra y el pensamiento, destruyan ladrillo a ladrillo los espejismos que la voracidad capitalista impone en esta sociedad impersonal y carente absolutamente de valores morales, una hiena que solo busca su sustento cueste lo que cueste y arrase a quien arrase en sus objetivos. Por ello la presencia del hombre-pueblo en este momento preciso de nuestra historia se antoja más necesaria que nunca, un hombre-pueblo que invierta las directrices por las que actualmente nos regimos. La lucha no será fácil, pero más cierto es que “fuimos nacidos hijos de los días, porque cada día tiene una historia y nosotros somos las historias que vivimos”. Galeano marca una vez más el norte, y ese norte no está escrito, como la historia que vendrá. Emprendamos sin dilación la construcción de este Sexto Continente.
Anteriores entradas:
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