Andamos tan preocupados por humanizar la tecnología, intentando que la inteligencia artificial no adquiera conciencia propia y pueda llegar a sustituir al hombre, no ya en trabajos automatizados para la producción de bienes y servicios, sino en el mismo gobierno del planeta y en la toma de decisiones que diseñen el futuro a su imagen y semejanza, que no caemos en la cuenta de que hoy es más urgente humanizar a las personas. Aterrador destino aquel que contempla una humanidad en trance de perder, más que su dominio, su propio significado.
El Antropoceno evidencia el impacto brutal que el hombre puede causar en su entorno natural. Una capacidad de destrucción de tal magnitud que nunca antes en la historia habíamos enfrentado tal amenaza. La pérdida de ecosistemas y de biodiversidad, con la extinción de especies y catástrofes naturales, que se prodigan con el calentamiento global.
Yuval Noah Harari explicó en Sapiens cómo los seres humanos conquistaron el mundo gracias a su capacidad única para creer en mitos colectivos sobre dioses, dinero, igualdad y libertad. Ahora se pregunta qué pasará con todos nosotros cuando Google y Facebook lleguen a conocer nuestros gustos y preferencias políticas mejor que nosotros mismos.
Transitar del egocentrismo al ecocentrismo
En la era de la economía de la atención y el capitalismo de la vigilancia, la pérdida de libertad es inversamente proporcional al auge tecnológico. Se precisa una ética digital que posibilite el cambio, que la humanidad pueda transitar del egocentrismo al ecocentrismo. Una transformación que requiere una metamorfosis personal y organizativa para lograr una actitud creativa, no reactiva, y alcanzar una mentalidad de abundancia, no de escasez.
El propósito editorial de Cambio16 lleva implícito el concepto de abundancia. La meta de un mundo sostenible es contar con abundancia permanente para todos los seres humanos y para la naturaleza. La alcanzaremos con más humanismo, más justicia social y la regeneración del planeta.
Para pasar del ego al eco se necesita un cambio profundo que debe comenzar por uno mismo y convertirse en un empeño colectivo que desarrolle la conciencia necesaria para abordar el gran desafío de la sostenibilidad. Así lo refleja nuestra portada, obra del reputado escultor y ceramista finlandés Kim Simonsson, que sitúa a sus criaturas de musgo en ambos lados del umbral de la conciencia para recordarnos, entre la tristeza y el encanto, que sin la naturaleza solo la desolación permanece.