Cambio16

Edición 2307 de Cambio16

pagar por respirar

Pagar por respirar, así, sin más, parece el argumento distópico de una historia apocalíptica de futuro imperfecto animada por los líderes más inconscientes del capitalismo salvaje. El mercado de carbono, que surgió como una innovadora propuesta para compensar las emisiones de gases de efecto invernadero, estableciendo un precio por el carbono como estímulo económico para la descarbonización, se ha revelado como una de las herramientas más eficaces para mitigar el cambio climático.

Según Jorge Neri Bonilla, editor de Cambio16, no hay que escandalizarse con la idea de trasladar este modelo al mercado de oxígeno, ya que el comercio de elementos vitales, como el agua, la energía, las medicinas o, incluso, los alimentos, existe desde hace mucho tiempo. De ahí su propuesta para considerar el oxígeno, cuya producción, comercialización y consumo es totalmente medible, como una commodity

Paradójicamente, los países más ricos son los que más contaminan y los que más ecosistemas y biodiversidad destruyen, sobre todo en los países en desarrollo, que son los grandes productores de oxígeno. Se trata de que los países con más emisiones y los que no pueden compensar su huella de carbono paguen una cuota a los países que se dedican a proteger y aumentar la producción de oxígeno natural.

El oxígeno como una commodity

El mercado de oxígeno es la solución para salvar a los productores naturales de oxígeno, promover la conservación ambiental, fomentar la innovación tecnológica y la cooperación internacional para afrontar el cambio climático. La acción por el clima necesita una mayor consciencia ciudadana que impulse las políticas públicas que atenúen los efectos del calentamiento global y financien la sostenibilidad.

La tarificación del carbono, a través de los impuestos y los derechos de emisión, y el mercado de oxígeno, como consecuencia lógica de una transición energética justa, son iniciativas eficientes, aunque su aplicación suele afrontar cierta resistencia política. Sus beneficios, tanto para la mejora de la calidad del aire como para la salud, justifican la implementación de estas medidas.

Asimismo, las políticas públicas deben tener en cuenta las necesidades de los mercados emergentes y de los países en desarrollo, que en la actualidad emiten aproximadamente dos tercios de los gases de efecto invernadero, priorizando su impacto climático y movilizando el capital privado que garantice el financiamiento y los recursos necesarios para las inversiones climáticas.