El planeta no se va a curar con ocurrencias, sino con propuestas solventes sostenidas por más ciencia, más ingeniería, más cultura, más humanismo y, sobre todo, más sentido común. Las medidas que se proponen para paliar la emergencia climática y afrontar el calentamiento global, la crisis energética y el agotamiento del modelo de consumo no consiguen revertir el impacto de la huella humana.
Algunos identifican esta degradación a escala global con el Antropoceno, la nueva era geológica caracterizada por el efecto devastador que las actividades humanas tienen sobre los ecosistemas terrestres.
Ni la plantación masiva de árboles, ni gravar las emisiones, ni la instalación de parques eólicos y fotovoltaicos, entre otros recursos, avanzan de forma totalmente eficiente en la descarbonización de la economía.
Para hacer frente a las graves consecuencias del cambio climático, y acelerar la transición energética y el cambio de modelo de producción hacia la circularidad, es preciso abandonar el derrotismo que se deriva del denominado colapsismo ecológico, que alimenta una visión apocalíptica y reduccionista del problema.
Hay quien piensa incluso que nos vamos a extinguir como especie. El miedo paraliza y atenaza. Su desenlace es la inacción o, lo que es todavía peor, la incongruencia de quienes se arrojan en brazos del catastrofismo irracional y abogan por iniciativas que solo contribuyen a hacer más aguda la crisis ecosocial.
Peligro, miopía climática
El científico Víctor Resco de Dios, un reconocido investigador español que ha sido portada de la revista Science, lo llama miopía climática y nos alerta sobre muchas de las ideas que se han implementado, o que están sobre la mesa.
En realidad, son ecomitos basados en falsas creencias y bulos sobre cuestiones ecológicas y ambientales que se han asentado en el imaginario colectivo, y que no solucionan, sino que empeoran, la crisis ambiental.
La miopía climática engloba a todo ese conjunto de actuaciones que se llevan a cabo con el único objetivo de reducir las emisiones, sin consideración alguna por las consecuencias que ello podría acarrear sobre otros aspectos de la sociedad o del medioambiente.
Todo el mundo parece tener una opinión sobre el cambio climático, pero muy pocos evidencian el conocimiento y la sensatez que se precisan para reconciliarnos con la naturaleza.
Como afirma Víctor Resco de Dios, es demasiado lo que está en juego: no podemos permitirnos fallar.