Por Efe
ACTUALIZADO 19/04/2016
Ecuador se moviliza con todos sus recursos para hacer frente a la catástrofe desencadenada por un potente terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter que este sábado golpeó la costa norte del país y ha dejado al menos 413 muertos y 2.068 heridos, además de un número indeterminado de desaparecidos según las últimas informaciones. La cifra sigue aumentando a medida que pasan las horas.
El propio presidente ecuatoriano, Rafael Correa, agradeció el domingo los mensajes de solidaridad de Gobiernos de la «Patria Grande» latinoamericana y dijo que, además de la llamada del presidente del Gobierno en funciones de España, Mariano Rajoy; la presidenta de Brasil, Dilma Roussef; el de Argentina, Mauricio Macri; y el colombiano Juan Manuel Santos le han expresado su respaldo ante la situación que vive su país.
Correa aseguró que esta es «la mayor tragedia de los últimos 67 años», desde el terremoto de Ambato del 5 de agosto de 1949.
Y es que con la luz del día salieron a relucir las destructivas consecuencias de la sacudida en las provincias afectadas, en especial las de Manabí y Esmeraldas, declaradas en emergencia por el Gobierno junto a las de Guayas, Santo Domingo de los Tsáchilas, Los Ríos y Santa Elena.
Además, el estado de emergencia rige en el conjunto del país, que comienza a hacer acopio de medicinas, agua, mantas, carpas y alimentos para hacerlos llegar a lugares como Pedernales y Manta, dos de los puntos más castigados.
El terremoto se produjo a las 18.58 hora local del sábado (23.58 GMT), entre los balnearios costeros de Cojimíes y de Pedernales, en la provincia de Manabí y colindante con la vecina Esmeraldas, que también sintió el impacto de las réplicas.
Descartado el riesgo de tsunami, la búsqueda y rescate de supervivientes se convirtió en la principal prioridad para las autoridades, que hicieron constantes llamamientos a la calma y a la unidad mientras aseguraban que lo primero es atender a los damnificados.
Los equipos de rescate buscan supervivientes entre los escombros, que dan a lugares como Pedernales, en el epicentro del desastre, el aspecto de un lugar castigado por un bombardeo, como lo describió el ministro del Interior, José Serrano.
Imágenes de televisión mostraban en ese lugar turístico casas derrumbadas por completo y otras bastante destruidas, vías dañadas, hoteles desplomados, gente en las calles llorando por personas fallecidas, desaparecidas o heridas y personas deambulando consternadas en medio de polvorientas vías.
La población de Pedernales, que trata de tomar conciencia de lo ocurrido «tiene todavía el temor marcado en el rostro», dijo a Efe desde esa ciudad el técnico de Cruz Roja Fernando Rueda.
El terremoto, que se inscribe entre los diez más letales registrados en América Latina durante los últimos veinte años, propició reacciones de apoyo de Gobiernos, organizaciones y entidades del exterior, así como envíos de ayuda humanitaria.
Varios países comprometieron su apoyo por medio de equipos de rescate que comenzaron a llegar para sumarse a las labores de desescombro y salvamento.
Tan pronto ocurrió el terremoto, twitter fue, a momentos, un muro de lamentos de usuarios que reclamaban más información oficial, pero luego abundaron los mensajes de solidaridad de ciudadanos de a pie que, inmediatamente, comenzaron a organizar colectas y a fijar puntos de encuentro para la entrega de vituallas.
Durante las horas posteriores al temblor, tiempo en el que se han contabilizado 239 réplicas, diferentes instituciones nacionales e internacionales pusieron en marcha operativos de apoyo y mecanismos de coordinación, como el Ministerio de Inclusión Económica y Social, que abrió un programa de recogida de ayuda de la población para los afectados.
La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) anunció su disposición a poner en marcha su mecanismo de asistencia por desastres naturales y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) abrió una cuenta para donaciones internacionales en favor de los afectados.