Política para resolver problemas económicos o economía para acabar con crisis políticas. En una u otra dirección, Donald Trump intenta demostrar al mundo cómo una mezcla de nacionalismo y proteccionismo puede darle mayor prosperidad a Estados Unidos que el liberalismo defendido por los mismísimos padres fundadores.
El estadounidense promedio es altamente pragmático a la hora de pensar en reelegir o no a un presidente. En tiempos de paz, la economía es el factor determinante. En época de guerra, la fe en un liderazgo que lleve al país a la victoria es lo fundamental.
Con esta premisa como marco de referencia, no es de extrañar el apoyo recibido por dos mandatarios que se convirtieron en líderes emblemáticos para el país del norte. Por un lado, Franklin D. Roosevelt, a quien los votantes le premiaron por sacar a EEUU de la Gran Depresión, y depositaron en él sus esperanzas de que los condujera a la victoria en la II Guerra Mundial (como en efecto lo hizo).
El otro referente es Ronald W. Reagan, bajo cuya administración fue acuñado el término reaganomics, para reconocer su manejo de la economía doméstica. Y es también al cuadragésimo presidente de los Estados Unidos a quien se le atribuye haber dado fin a la Guerra Fría, con un resultado favorable para Occidente.
Donald Trump, el actual residente de la Casa Blanca, parece tener muy claro el valor del liderazgo en medio de los conflictos bélicos y de la prosperidad en época de paz. De hecho, parece decidido a valerse de ambos, por lo cual ha abierto varios frentes en una suerte de “guerra económica”.
Economía y política en la agenda Trump
“La guerra es la continuación de la política por otros medios”, decía Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz, uno de los más influyentes teóricos de la ciencia militar moderna. Donald Trump ha ido un paso más allá convirtiendo a la economía en la continuación de la política por otros medios.
China, Japón, México, la Unión Europea. Cada uno de ellos, en un momento dado, ha sido blanco de críticas por parte de Donald Trump. Todo en una escalada que se inicia con publicaciones a través de las redes sociales, para llegar al establecimiento de aranceles, impuestos, prohibiciones y otras medidas comerciales.
Por ahora, Trump juega a utilizar decisiones políticas para atacar problemas económicos o tomar decisiones económicas para solventar crisis políticas.
Un buen ejemplo es el caso de México. Un día, Trump anuncia una política restrictiva respecto a su vecino del sur para tratar de reducir lo que considera “competencia desleal” que afecta la economía doméstica. Luego amenaza con imponer aranceles a productos aztecas para obligar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, a reforzar el control de inmigrantes hacia EEUU.
En otras palabras, si la política sirve para manejar la economía, podría funcionar en sentido inverso. El orden de los factores parece no alterar el producto.
Los resultados le avalan
De momento, Trump está altamente centrado en mostrar resultados económicos a los electores. El mandatario anuncia que la tasa de desempleo se ha mantenido impresionantemente baja y que la expansión económica del país ha seguido avanzando hacia un nuevo récord. Y las cifras no le quitan razón. El mercado laboral de Estados Unidos tuvo un repunte sorprendentemente fuerte en junio, después de un débil informe en mayo, agregando 224.000 empleos.
La cifra es mucho más alta de lo que los analistas habían pronosticado. Si el Producto Interior Bruto continúa expandiéndose como hasta ahora, el país llegará a más de 10 años (120 meses), de crecimiento constante. La economía será la carta que juegue Trump en 2020, quizás más que cualquier otra.
“Cuando tiene los mejores números de empleo en la historia, cuando tiene los mejores números de desempleo en la historia, cuando tiene la mejor economía que probablemente haya tenido, ¿cómo se puede perder esta elección?, ¿cierto?”. Así lo dijo el presidente en un mitin a principios de julio en Pennsylvania.
Efecto montaña rusa
Los economistas han tenido inquietudes acerca de si la expansión es sostenible. Causa preocupación el comportamiento errático de los mercados de bonos, un sector inmobiliario poco propicio en las ciudades, las recientes fluctuaciones de las bolsas y la dilatada guerra comercial con China.
En abril, el CEO de JPMorgan, Jamie Dimon, dijo que la expansión podría continuar por bastante tiempo.
Las compañías y los mercados apuestan a que el enfrentamiento con China termine pronto. Tras una pausa, los negociadores de ambos países se reunieron medio día en Shanghái. Pero menos de 48 horas después de concluido el encuentro, Trump anunció aranceles adicionales del 10% a los productos chinos.
Ello sólo extiende una suerte de montaña rusa. Sus efectos se reflejan en el zigzagueante comportamiento de los mercados y los sectores industriales y comerciales en el mundo.
La guerra comercial con China ha llevado a una reducción del déficit comercial con ese país. Sin embargo, la balanza comercial de los EEUU en general ha seguido inclinándose en su contra. Ello sugiere que el objetivo del presidente de devolver la producción de bienes al país no ha tenido éxito.
Trump apuesta por la economía
Afortunadamente para Trump, la percepción del público (un factor fundamental en época electoral) no parece verse afectada por esas señales de alarma. Los consumidores muestran una confianza en la economía que se acerca a niveles máximos de 18 años. Hasta ahora, la mayoría de los estadounidenses, incluso aquellos que no están de acuerdo con las políticas de Trump, no están preocupados por una recesión.
Por otro lado, Trump está enviando algunos mensajes confusos. Quiere que todos sepan que “tenemos una de las mejores economías en la historia de nuestro país”. Pero podría ser mucho mejor si solo la Reserva Federal recortara las tasas de interés como ha presionado a la Junta de Gobernadores para que lo haga.
Esta es la dicotomía de la economía de Trump, que al mismo tiempo quiere ser la mejor de todas, pero también con una gran necesidad de asistencia.
En búsqueda de aprobación
Sin embargo los índices de aprobación de Trump no han seguido el ritmo de lo bien que (según él) va la economía. Y el problema es que sus perspectivas con miras a una reelección en 2020 dependen precisamente de los resultados económicos.
Según el analista de CNN Ronald Brownstein, las cifras de índices extraordinariamente bajos de desempleo, un sostenido crecimiento económico sólido y un mercado bursátil en alza no se corresponden con el apoyo al presidente Donald Trump. De acuerdo a Brownstein, el mandatario no ha logrado elevar su apoyo más allá del 46% de los votos que obtuvo en 2016.
Por otro lado, un sondeo de Fox News publicado en junio sugirió que, si bien la mayoría de los votantes registrados siguen siendo optimistas sobre la economía, el porcentaje bajó del 63% en febrero al 57% en junio. Casi la mitad de los votantes en esa encuesta dijeron que las políticas de Trump ayudaron a las personas con más dinero; menos de un tercio dijo que sus políticas ayudaron a todos.
Desigualdad y riqueza
Jared Bernstein, quien fue economista jefe del entonces vicepresidente Joe Biden durante el gobierno de Barack Obama, dijo que los demócratas en 2020 tendrán que centrarse en la idea de que el auge económico bajo Trump nació de los recortes de impuestos.
Bernstein reconoce que estos recortes sin duda ayudaron a la economía a corto plazo. En función de ello, la clave para los demócratas es mostrar que las reducciones no han mejorado las vidas de todos o incluso de la mayoría de la gente.
Cifras publicadas por la Reserva Federal en marzo, muestran que un 1% de los estadounidenses tiene el 30,9% del patrimonio neto del país. Mientras, el 50% de los estratos más bajos tiene 1,2%.
Los datos muestran que el patrimonio neto total de los hogares estadounidenses se ha cuadruplicado con creces desde 1989. Sin embargo, el aumento ha beneficiado principalmente al 10% superior de los hogares. El crecimiento ha sido mucho más lento para los grupos más bajos y casi inexistentes para el 50% del país.
Cifras no tan alentadoras
Por otro lado, los reportes presentan cifras que no son tan alentadoras como afirman Trump y sus seguidores. De acuerdo a los datos, el crecimiento fue del 3,1% para el primer trimestre de 2019. Esto es más bajo que el pico de 2018 del 4.2% (segundo trimestre), que ha sido el nivel más alto alcanzado durante la administración del presidente Trump. Y aún así, es menos del 5.1% logrado en el segundo trimestre de 2014, durante la presidencia de Obama. Por lo tanto, los indicadores de crecimiento actualmente son buenos, pero no los mejores de todos.
Pero si la economía no es suficiente para garantizarse la reelección, Trump tiene una carta bajo la manga: la guerra. Bueno, la guerra comercial. El mandatario ha mostrado que se alimenta del conflicto, ya sea con China, México, sus bancos centrales o la Reserva Federal.
Varios frentes abiertos
Probablemente, la mayoría de los estadounidenses no conocen el nombre de Mario Draghi. Pero Trump puso al presidente saliente del BCE en el tapete luego de que se quejó de él en Twitter.
Por otro lado, y rompiendo todos los precedentes, presionó a la Junta de Gobernadores de la Fed para que reduzca las tasas. También para que le otorgue más influencia en la guerra comercial. Además, se queja de que China apuntala su industria tecnológica y Europa se está moviendo para reducir el valor del euro.
El tema constante de la presidencia de Trump es que nadie sabe qué hará en un tema determinado. La incertidumbre sobre lo que hará si la economía se desacelera puede estar contribuyendo a algunas pequeñas grietas en la confianza de Estados Unidos en la economía.
En una encuesta realizada en la Universidad de Quinnipiac en julio, la mayoría de los votantes de Florida (54%) dice que están mejor económicamente que en 2016. Eso es un desempleo casi sin récord y luego de su victoria en la declaración de impuestos. Aún así, el 51% de los votantes de Florida dicen que no están de acuerdo con la forma en que está manejando su trabajo como presidente.
Posible impacto electoral
El problema para Trump puede ser cómo puede seguir presumiendo de la economía si su guerra comercial o su política de inmigración o una disputa sobre el gasto público comienzan a perjudicarlo. Ya sea que los votantes sean agricultores, mineros del carbón o trabajadores automovilísticos, la manera como les afecten los resultados de las disputas comerciales podría ser un elemento clave para determinar si Trump es reelegido, independientemente de la bolsa de valores y de datos macroeconómicos.
El presidente Donald Trump advirtió recientemente que si no es reelegido, la economía se derrumbará. Está por verse si esta aterradora predicción le rinde los mismos beneficios que, en la pasada elección, le reportó su estilo de liderazgo: hablar con rudeza.
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